Sureste.

Dos mujeres de bandera

Mary González, primera taxista nocturna del Sureste, y Juani Calderín, la más veterana al volante | «Sobra machismo y falta respeto», aseguran estas pioneras

Juani Calderín , izquierda, más veterana como taxista, y Mary González, pionera en la noche. | | P. PALLARÉS

Juani Calderín , izquierda, más veterana como taxista, y Mary González, pionera en la noche. | | P. PALLARÉS / Pepa Pallarés

Mary González es de Agüimes y la primera mujer taxista que cubre el servicio de la noche en el Sureste porque lleva 15 años ininterrumpidamente trabajando solamente en ese turno con servicios desde Agüimes, a Ingenio, Santa Lucía o a donde le pidan. Juani Calderín está casada con Francisco, uno de los hijos de Pino Alemán, fundadora de la empresa pionera de taxis del Sureste. Supera a Mary en años de servicio como taxista aunque alterna turnos. Pero coinciden: «Aún en el siglo XXI sigue habiendo discriminación en el sector, machismo y falta de respeto». Y ambas, dan la cara.

No dejan su oficio aunque parte de su familia se oponga. Ellas, la rubia y la morena, como algunos del gremio las describen, en lugar de por su nombre, ven claro que aunque choque y suene a maniqueísmo, a estas alturas de la vida sigue existiendo un «machismo, rechazo y discriminación por una parte del sector por ser mujeres». Y también de los clientes. Mucha. «Solo piensen que en un taxi puede estar tu mujer, tu hija, tu madre o tu abuela. El respeto es lo mínimo», reclaman ambas.

Ha habido momentos muy dulces. Conocer en persona al actor José Sacristán durante un servicio y otros amargos que acabó con Mary González en urgencias.

«Igual es cansado decirlo otra vez, pero aún queda el que te manda a barrer y a hacer las camas. O te ve por la noche y dice esta mujer quiere algo. Si no, ¿Qué hace por la noche sola?», explica González.

Trabajamos en un habitáculo cerrado, comenta la pionera de la noche, casada y con tres hijos, que le repiten «no se cómo aguantas esto», pero lo respetan. Es su trabajo y le gusta, como a Juani y no les amedrenta «ni las caras que pondrán algunos cuando vean que damos la cara. Somos libres y hacemos lo que queremos. Pedimos respeto y fin al machismo».

Son dos mujeres de bandera y solidarias con todas las taxistas. Estamos en el siglo XXI, aseguran, y se echan una mirada cómplice y se ríen: «En mentalidad hay muchísimo que educar, desde menores de edad a bien mayorcitos, que van a clubes de alternes, puticlub. Tenemos un código de honor que no nos permite decir nada del cliente. Aún así, y conociéndolos, nos provocan».

Mary continuará en su turno de noche a pesar de algunas sorpresas nada agradables. Ha sufrido amagos de atracos y también situaciones «chungas». En una, la peor que recuerda, forcejeó con un individuo y terminó en urgencias con un ojo lesionado: «Me dijo que no me iba a pagar, salió del taxi, se subió a mi lado, me agarró fuerte y me golpeó. En el forcejeo, ni lo pensé, saqué un spray y se lo eché en la cara. Como pude lo tiré del taxi a patadas». No fue agradable, relata, y mucho menos verse en urgencias al rato con un párpado desprendido. Otro, con menores consecuencias, acabó con el cliente en el cuartelillo de la Guardia Civil de Vecindario de madrugada porque «no paraba que quería a la rubia para él. Iban cuatro chicos, todos se bajaron menos él. Lo llevé al cuartelillo y seguía emperretado conmigo. Quiero a la rubia, quiero a la rubia». Detalla que el agente de la guardia civil lo sacó a la fuerza diciéndole, vale, vale, todos quieren rubias, pero tú duermes hoy aquí».

Juani y Mary, amigas y colegas, tienen en común su amor por su trabajo y proclaman: «Educación social, respeto a la mujer, a su trabajo y fuera discriminación».

Suscríbete para seguir leyendo