La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se despertó con la duda sobre cómo actuarían sus miembros respecto a la reclusión hogareña que se recomienda como la gran medida para controlar la propagación del Coronavirus. A la par que el consejo de Ministros se debatía en decretar el estado de alarma, la población capitalina apuró sus últimas horas en las que el confinamiento en las casas no era obligatorio.

Las calles más concurridas del municipio presentaron ayer una estampa más propia de un día de resaca navideña que la de las horas soleadas que ofrecía la mañana. Disminuyó el número habitual de personas que suelen converger cualquier día normal, pero sin llegar a extremos de vislumbrar un panorama apocalíptico como al que habrá que habituarse con el decreto del estado de alarma que anunció el presidente del gobierno español Pedro Sánchez ayer a las 20.00 horas.

Hasta entonces, el ambiente fue de desconcierto en cuanto a qué hacer. Los más aventurados disfrutaron a su manera particular del vacío que se respiró en zonas tan pintorescas como la Plaza de Santa Ana. Otros optaron por recoger los últimos rayos de sol en la playa de Las Canteras, mientras la gran mayoría de la población capitalina se atrincheró en sus hogares para iniciar de motu proprio la cuarentena aconsejada.

Dos caras de una misma moneda. Totalmente justas dentro de lo que permitía la legalidad hasta ayer antes de las 20.00 horas. Unos apostaron por "esperar a lo qué dicta el Gobierno", mientras que otra facción de ciudadanos defendió "la normalidad", o simplemente ni se habían percatado de la gravedad que supone la presencia del Covid-19 en los individuos y su propagación.

De los establecimientos que estarán en el ojo del huracán durante la próxima quincena -como mínimo- son las farmacias. La que rige la licenciada Lorea Burgaña Bilbao, una de las tres boticas que se sitúan en la calle Obispo Codina, tuvo gran afluencia.

Entre sus empleadas se mostraban sorprendidas "por la poca concienciación" que según palabras de las auxiliares mostraron las personas que acudieron a la dependencia para "pedir mascarillas y alcohol", con unas actitudes poco recomendables.

"Es que muchos se apoyan en el mostrador para hablarte y encima te miran con mala cara si les dices que no tienes lo que te piden", afirmaba una de estas trabajadoras. Además resaltaron entre todas los casos que afrontaron ayer, que por la mañana "llegaron como unos seis o siete grupos de turistas con su guía" y que muchos de ellos les decían: "En Canarias no está tan grave la cosa como en mi país", por lo que habían optado por continuar con sus actividades turísticas en la Isla.

Salitre y contagio

Otros tantos decidieron hacer caso omiso de los consejos de los expertos y permanecer dentro de sus hogares y se tiraron a la aventura del paseo de la Playa de Las Canteras. En esta avenida los establecimientos de restauración continuaron abiertos al público, con menor presencia de comensales que lo que suele ser habitual en una jornada sabatina, pero ofreciendo el servicio a su clientela mientras estuviera permitido.

La disposición de las mesas de los distintos restaurantes y cafeterías no cumplían la separación pertinente de más de un metro para que los clientes pudieran mantener el alejamiento aconsejable para evitar cualquier posibilidad de contagio. De esta forma en algunos establecimientos se pudo ver a más de una veintena de personas compartiendo un espacio muy cercano. Pero con total parsimonia, nadie mostraba ningún tipo de preocupación por las personas que estaban a su vera sentados.

Arminda Rosales Pérez, dueña de uno de los stands de artesanía que está ubicado a la altura del Hospital San José es el fiel reflejo de la situación que arrastra la decisión del estado de alerta.

"Soy autónoma y no sé que va a pasar a partir de ahora. Tengo que apurar hasta el último momento para tener ingresos", exclama ante la incertidumbre de cómo va tener que afrontar el cese de su actividad laboral.

Eso sí, al menos es una de las personas en el Paseo que más concienciada se muestra con las medidas preventivas contra el Covid-19. "Aquí tengo mi kit de antiséptico, me mantengo a una distancia de los clientes y ya a partir de mañana -por hoy- me quedaré en casa", añade la artesana.

Por tanto se abre un nuevo camino de comportamiento entre la ciudadanía, en la que ya hoy, las calles tendrán que estar menos concurridas si el civismo y la responsabilizada se apodera de ellas.