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Radiografía del movimiento vecinal

Nueve investigadores de la ULPGC analizan los colectivos que cambiaron la capital de 1968 a 1987

Presentación libro 'Construyendo la ciudad futura' José Carlos Guerra

De las primeras asociaciones de vecinos en los 60 a la ‘Guerra del agua’ de los años 80, el libro ‘Construyendo la ciudad futura’ analiza los colectivos que cambiaron la capital de 1968 a 1987.

La participación ciudadana en el tardofranquismo y la transición fue un elemento crucial para la evolución de Las Palmas de Gran Canaria. La capital es hoy día lo que es, al menos en parte, gracias a esos hombres y mujeres que lucharon por mejorar su barrio, su entorno, sus condiciones de vida y avanzar en términos democráticos en una época en la que alzar la voz contra lo establecido todavía era motivo de detención. El libro Construyendo la ciudad futura. Movimientos urbanos en Las Palmas de Gran Canaria, obra coordinada por los historiadores del Centro de Estudios y Difusión del Atlántico (CEDA) Pablo Socorro y Juan Manuel Brito y en la que también han participado otros siete investigadores de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), hace una radiografía de los colectivos ciudadanos que propiciaron la transformación de la capital en el periodo comprendido entre 1968 y 1987.

«Con este proyecto hemos querido analizar la historia de los movimientos urbanos que han caracterizado a la capital grancanaria en el tardofranquismo y la transición», apunta Pablo Socorro. El libro fue presentado este jueves en el Castillo de Mata, Museo de Historia de la ciudad, precisamente con el propósito de poner en valor «la historia del presente»; aquella que hasta ahora no se había tenido en cuenta, pues habla de la memoria de la gente común, pero que fue «clave» en la transformación social de la dictadura franquista a la democracia.

 «Recuperar la voz» de aquellos que protagonizaron una época que vivió las mayores cuotas de participación ciudadana que ha vivido nunca el Archipiélago y que, según apuntó Socorro en la presentación, «erosionó» los cimientos del franquismo desde dentro -las asociaciones de vecinos tuvieron su germen en las de cabeza de familia que estableció la dictadura en los 60- y que terminó en la transición articulándose de manera política y evolucionando a movimientos feministas, ecologistas o pacifistas.

libro historia

libro historia LP/DLP

Para elaborar el libro, los investigadores han realizado unas 70 entrevistas a distintas personalidades que vivieron de primera mano todos estos cambios sociales. Consta de un total de siete capítulos firmados por Juan Manuel Brito Díaz, Daniel Castillo Hidalgo, Josefina Domínguez Mujica, Pilar Domínguez Prats, Juan Manuel Parreño Castellano, Gheorghe Pop Gil, Pablo Socorro Arencibia, Claudio Moreno Medina y Miguel Suárez Bosa. En la elaboración del mismo han colaborado el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo; precisamente al acto acudieron tanto el alcalde, Augusto Hidalgo, como el presidente de la institución Insular, Antonio Morales, además del concejal de Participación Ciudadana, Prisco Navarro.

La obra desgrana desde el nacimiento de las primeras asociaciones de cabeza de familia en la década de 1960 hasta las grandes manifestaciones portuarias de La Isleta, el movimiento ecologista de los 80 o el papel que jugó la mujer en estos cambios sociales que sacudieron los barrios durante dos décadas. «Se trata de una radiografía que retrata el papel que jugaron estos colectivos», añade Socorro, en busca de «una Canarias libre, justa y solidaria».

Las mujeres en los barrios fomentaron la construcción de guarderías y la alfabetización

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Y es que, la evolución de numerosos barrios de Las Palmas de Gran Canaria no se puede entender sin estos colectivos. De ahí el primer título de la obra, Construyendo la ciudad futura, «si algo caracteriza a estos ciudadanos es que pudieron imaginar lo que querían para mejorar sus barrio o su entorno sin esperar algo de los gobernantes», apuntó Socorro en la presentación, a la que acudieron algunos de los históricos dirigentes vecinales de la capital; protagonistas de un tiempo en el que fueron muchas veces los propios vecinos quienes «con sus manos» pavimentaron calles o construyeron locales sociales.

La etapa del desarrollismo franquista

En el primer capítulo, Josefina Domínguez Mujica, Juan Manuel Parreño y Claudio Moreno desgranan los cambios sociodemográficos que vivió la capital en la etapa del desarrollismo franquista, momento en el que el éxodo rural procedente del interior de la Isla y de Lanzarote y Fuerteventura llevó a la ciudad a crecer de manera desmesurada. Un proceso que se tradujo en la proliferación de barrios «que crecieron como hongos por lomos, laderas y barrancos», pero que en muchos casos carecían de los servicios más básicos; tales como parques, escuelas, una buena red de saneamiento o el asfaltado de las calles.

De ahí surgieron una treintena larga de barrios, principalmente entre Ciudad Alta y el Cono Sur y caracterizados por ser de viviendas sociales o de autoconstrucción; sin olvidar a otra treintena de localidades desperdigadas por la periferia con severas carencias. De Tres Palmas a Los Tarahales y de Los Hoyos a Casa Ayala. Y precisamente en base a estas carencias nacieron los primeros asociativos vecinales, donde Pablo Socorro realiza una inmersión en el periodo que abarca de 1968 a 1975. Tal y como reseña el historiador, estos permitieron sentar los precedentes de un movimiento democratizador de la población y, al mismo tiempo, modernizar los barrios donde vivían.

Manifestación tras el atropello mortal de Belén María, 1980. LP/DLP

Es en esta época en la que cobran protagonismo las asociaciones de los cabezas de familia o personalidades como Luis García Correa, histórico dirigente de Tamaraceite que llegó a ser concejal en el franquismo y asegura en el libro haber recorrido entonces «los 52 barrios de la ciudad». En este tiempo cobran importancia los centros parroquiales para realizar encuentros -en una época en la que las reuniones espontáneas eran ilegales- y el papel que jugaron sacerdotes como Simón Pérez o José Luis Álamo. Sin olvidar la primera federación de asociaciones del estado español, con sede en San Lorenzo y constituida en los 60, apunta Socorro.

Con la llegada de la transición varios de estos movimientos sociales terminaron por articularse políticamente. Estos dieron lugar a dos formaciones que marcaron el devenir de la izquierda nacionalista canaria y en la que tuvieron cabida distintas sensibilidades: Asamblea de Vecinos y Unión del Pueblo Canario (UPC). Esta última ganó las elecciones municipales de 1979, las primeras tras el retorno de la democracia. Con Manuel Bermejo al frente primero, protagonizaron «una etapa rupturista», tal y como la define Socorro, con el franquismo.

Y es que todo esta lucha vecinal dio pie a que numerosos barrios de la capital pasaron a contar por primera vez con colegios públicos, calles asfaltadas, una red de alcantarillado o un parque infantil. Un proceso de cambio en el que las mujeres también jugaron un papel relevante y que en el libro lo refleja Pilar Domínguez Prats. Fueron ellas las que, en una sociedad todavía profundamente machista, fomentaron la construcción de guarderías o la alfabetización de la mujer para favorecer la incorporación de estas al trabajo y comenzar a erradicar así la brecha entre hombres y mujeres.

La Guerra del agua en el Cono Sur, 1983. LP/DLP

El libro toma como «historias de vida» la de dos mujeres que participaron en el movimiento vecinal -más concretamente en La Isleta-, las de Ana Doreste y Dolores Reyes Rojas -conocida como Rojita- con sendas entrevistas. De hecho, en el barrio portuario se llegó a realizar en 1969, en plena dictadura, una encuesta sondeo por parte del Partido Comunista, dentro del trabajo de desarrollo comunitario, dirigida a las amas de casa.

La Isleta como foco de movilizaciones sociales. Los conflictos portuarios y la implicación que tuvieron en el barrio aparecen en el libro de la mano de Daniel Castillo. En especial el trágico suceso en una manifestación en el verano de 1980: el atropello mortal de la niña Belén María Sánchez Ojeda, hija del estibador Juan Sánchez y quien acompañaba habitualmente a las manifestaciones.

Activistas de Magec desplegaron en 1979 pancartas en Mesa y López para crear una rambla ajardinada

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De La Isleta al Cono Sur. Los barrios de Tres Palmas y San Cristóbal protagonizaron en el verano de 1983 la conocida como ‘Guerra del agua’. El conflicto, que narran Gheorghe Pop Gil y Miguel Suárez Bosa, comenzó después de que el Ayuntamiento cortara el agua a numerosos vecinos de estos barrios por impago. Y es que estos protestaban por las desorbitadas cuotas que debían pagar. Tras más de dos meses de lucha, con enfrentamientos con la policía incluidos, lograron que el Consistorio reculara y la factura cambiara para siempre. «Fue un conflicto de alta intesidad que ha pasado desapercibido», apunta Socorro.

Por último, de la mano del historiador Juan Manuel Brito, el libro recuerda los movimientos ecologistas de los 80. Así, desde 1979 proliferó un movimiento que abogó por el ecologismo urbano; como aquellos activistas de Magec que desplegaron pancartas solicitando la creación de una rambla ajardinada en la avenida Mesa y López. O la denuncia y el rechazo al paso del tráfico por Triana y Pérez Galdós, hoy peatonales pero entonces las calles más contaminadas de Canarias según un informe del primer gobierno autonómico.

Augusto Hidalgo destacó en su intervención que esta es «una pieza fundamental para comprender el movimiento nacionalista de izquierdas»; mientras que Antonio Morales resaltó el papel de estas asociaciones en ser «los protagonistas del cambio en barrios muy castigados por la pobreza, irritando así los cimientos de lo establecido». Además, invitó a hacer un estudio similar de otros municipios de la Isla. Porque tal y como apuntaron todos en el Castillo de Mata, la participación ciudadana y la necesidad democratizadora social está «más de actualidad que nunca ante la amenaza autoritaria» de ciertas corrientes políticas en auge.

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