In memoriam

María Libertad Juez Martínez

José Juan Ojeda Quintana

Eduardo Juez fue un querido amigo, con el que compartí los estudios de Bachillerato en el Instituto Pérez Galdós de la calle Canalejas. Apreciado por todos aquellos estudiantes del Instituto que llenábamos las aulas bajo la disciplina que imponía el Director y sacerdote Don Manuel Socorro. El cristiano hogar en que vivía estaba formado por sus padres, él, su hermano Alberto (en su lejana infancia estuvo a punto de ahogarse cerca de la Peña de la Vieja y desde entonces no pisó más la playa) y su hermana María Libertad, a quien la muerte la ha elegido para seguir laminando a la familia, tras su hermano Eduardo. Hay que ver como la vida se va configurando alrededor de una calle como en una película de Federico Fellini (La dolche vita). La calle era Galileo donde también vivía, todavía soltero, el que hoy es triste esposo de Libertad, Juan Francisco Espinosa López, también persona muy apreciado en el barrio. La calle empezaba desde la arena de la playa hasta llegar entonces de Norte a Sur a las amplias arenas de las Alcaravaneras, hoy desaparecidas. Tiene su historia: fue construida sobre solares propiedad de Manuel Apolinario Rodríguez (obtenidas en la Desamortización de Mendizábal y Madoz) y su esposa Antonia Placeres Rodríguez, a quienes heredó su magnánima hija Pino Apolinario Placeres. En la esquina que daba a la Avenida de las Canteras, vivía el médico Antonio Betancor, padre del desinteresado jesuita que ejerce su apostolado en Sudamérica. Subiendo se encontraba ‘El barril Rojo’ donde se reunía la juventud que formaban, entre otros los fallecidos Antonio Armas Fernández (Naviera Armas) y Jacinto Artiles. Sigo subiendo hasta la vivienda del gran poeta Arturo Maccanti, con sus hermanos Julio y Luis (su padre nació en Italia y trabajó en Italcable entonces entre la playa y la calle Portugal. Paso por delante de la casa de Manolo y Santiago Guerra, herrería de los hermanos Rodríguez y por la casa de Arístides, yerno del propietario del Restaurante famoso Juan Pérez y acabo frente a la casa de los Juez Martínez a escasos metros de las arenas y del Cuartel de la Guardia Civil.

Dice el Eclesiastés 12.7, que el espíritu abandona el cuerpo físico, incapaz de mantenerse y sostenerse bajo las leyes de este universo finito y vuelve a Dios. Decía Eduardo Quintana que la muerte no es un misterio para quien sepa algo de biología. Realmente, la muerte es el último paso de la vida, pero el primero en un nuevo mundo espiritual. Prefiero hablar de ella con el recuerdo de la Danza de la Muerte, que se bailaba en el siglo XIV, o admirando los cuadros de los pintores Hugo Simberg (La muerte cuidando de sus flores), Brueghel el Viejo (El triunfo de la muerte), Azrael (El ángel de la muerte) . Acabo con la expresión de mis condolencias para la familia Juez Martínez y sus descendientes.

Suscríbete para seguir leyendo