San Juan contado por ellas

Un grupo de vecinas del risco de San Juan graban un podcast, de la mano de la Fundación Farrah, en el que cuentan historias del barrio

Las mujeres de San Juan hacen un podcast

C. T.

«Esto para mí es como una terapia», afirma Caya rodeada de un grupo de vecinas de toda la vida del barrio de San Juan. Llevan varios meses acudiendo tres veces por semana a la biblioteca del colegio Alcorac Henríquez; todo comenzó con un curso de iniciación a la informática impartido por la Fundación Canaria Farrah, continuó con un taller para aprender a manejar móviles y, al final, han terminado de tertulia, poniendo en común las vivencias propias. Testimonios que, tras darle una vuelta a la idea inicial, se ha convertido en un podcast cuyo primer capítulo ya está disponible en la plataforma Spotify.

San Juan contado por ellas es el nombre que han escogido para el podcast. «Empezaron siete en los talleres y ya van por 14», resalta Patricia Izquier, trabajadora social de Farrah. El boca a oído hizo de las suyas. «Al final encontramos un espacio en el que ellas pudieran expresarse libremente», señala. En realidad, «la idea era recoger testimonios para diseñar una ruta turística por el barrio, con participación, como la que ya hemos hecho en San Nicolás», explica Alessandra Biolcatti Álamo, guía y colaboradora de la Fundación.

«Encontramos un espacio en el que ellas pudieran expresarse libremente», indica la trabajadora social

«Ellas aportaron historias y diseñamos dos rutas», indica la guía. La primera, recorre la parte alta del barrio en dirección a la Batería de San Juan, mientras que la segunda parte hacia la parte baja, en dirección a la ermita del mismo santo y pasando por el parque de la Finca de Dominguito. Las vivencias fueron tan enriquecedoras que al final decidieron aúnar todo esto en un podcast por episodios. Un trabajo en el que ellas serían las protagonistas que contaran la historia del barrio.

Comienza así una nueva sesión, «en septiembre vamos a enseñarles a utilizar un micrófono y hacerlo todo más profesional por así decirlo», apunta Biolcatti. En lo que la tertulia arranca, algunas aprovechan para enseñar fotos antiguas que han traído de casa. También han pasado por allí viejos recortes de periódico con noticias del barrio que evocan tiempos pasados de lucha vecinal. Otras deciden sacar aguja e hilo del bolso y darle al ganchillo.

Procedentes de los campos

«Vivo en el barrio desde los 60», resalta María, con su mechón blanco. «Yo también», añade Pino González. Llegó desde su Tejeda natal para trabajar en la ciudad. La mayoría de las participantes del taller viven en la parte alta del antiguo Lomo de Santo Domingo, una zona que a mediados del siglo pasado eran solares y se pobló con el éxodo rural procedente de los campos y de otras islas.

Gloria López Arocha, una de las recientes incorporaciones al taller, señala que ella sí nació en el barrio. «Pronto fuimos a la casa de mi abuelo, en la calle Arocha», el nombre actual de la vía no es casualidad y viene de esta familia. «Arriba en ese entonces eran todos solares, a él le decían el pastor, porque tenía un chiquero, gallinas y cabras», tal era así, que, resalta, vendía leche por las casas y hacía la matanza en Navidad. Además, «con un burro iba con una carretilla vendiendo estiercol».

Eran tiempos en los que «se trabajaba muy duro», recuerdan todas ellas. La vida para muchas era prácticamente solo eso. «Los materiales para hacer las casas se bajaban por la ladera, por medio de las tuneras de indias, las levantábamos piedra a piedra», resalta Gloria, quien recuerda como para bajar al colegio su madre le metía en la cartera «un trapito» para limpiar los zapatos que acumulaba al bajar la ladera hasta Vegueta.

«Arriba había apenas dos casas», cuentan. La del pastor y la del Marfea, «que es como llamaban a un señor y que le da nombre ahora ala calle», apuntaron. «A la entrada había soldados que impedían el paso a las baterías y solo les dejaban pasar a ellos», resalta Gloria. En la zona, todavía recuerdan los barracones previos al colegio actual del barrio, donde estudiaron sus hijos mayores, y la capilla que antecedió a la iglesia en estas mismas instalaciones militares ya en desuso por ese entonces.

Los taxis ni querían entrar

Eran los años 80. «El barrio mejoró mucho», afirman. Gloria aprovecha para enseñar una foto que le pasaron en la que se ve a su madre esperando la guagua, el mismo día que inauguraba la ruta a la parte alta del barrio, todo un acontecimiento. Se acababa de inaugurar la carretera por la que tanto lucharon, «se formaban colas de hasta hora y media», resaltan ellas en el primer capítulo del podcast, ya disponible en Spotify con el nombre Un viaje al pasado. «La carretera que había era estrecha y de doble sentido, una locura», señala Gregoria Quintana. Los taxis ni querían subir el risco.

Las vecinas recuerdan el cuando en las fiestas se hacía un concurso de disfraces «y elegían a la mejor bruja»

El barrio había crecido mucho por ese entonces. «Llegué con 16 años de Tejeda a trabajar en la fábrica de La Favorita», señala Pino. Eran los años 60 y 70. «Empezó a venir toda la gente del campo», añade otra de las vecinas durante la sesión de la semana. Venía también de Tejeda, era una familia de nueve hermanos. «Compramos un solar donde había cabras y allí fabricamos», cuenta.

Eran tiempos en los que el trabajo apenas les dejaba un pizco de tiempo para el disfrute. Aún así, alguna logró escaparse a las otrora de mayor empaque fiestas de San Juan, las del barrio. «Venía montón de gente y se disfrazaban de bruja en un concurso», explican entre varias. «A la mejor bruja les daban un premio», y a continuación seguía la verbena, la escala en Hifi o los shows variados. Estrella, una de las que participa en el podcast, llegó a coronarse en el certamen sanjuanero.

«Todo eso se ha perdido», lamentan. «Falta que los jóvenes se impliquen más», indican varias. Precisamente, sienten que este taller es una forma de expresarse, «una terapia», repiten varias. Gloria, por ejemplo, perdió a varios familiares y la tertulia le ha servido como vía de escape. Esta se ha convertido en una forma de socializar y de disfrutar tras todos esos años en los que trabajaron duramente. «En teoría no íbamos a seguir en agosto y ellas pidieron seguir», resalta Izquier. 

«Siempre ha sido todo consensuado», añade la trabajadora social del proyecto, que cuenta con financiación del Cabildo y el Ayuntamiento, «empezamos en octubre del año pasado con informática y fueron ellas las que decidieron aprender a manejar mejor un móvil; van expresando ellas mismas lo que quieren hacer». Entre niños y mayores, Farrah ha atendido a unas 191 personas en los barrios de La Paterna, Arenales, El Batán y Ciudad Alta.

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