Medio siglo tirando del Polígono Cruz de Piedra

El Polígono de Ciudad Alta vive su 50 aniversario

Formado por 1.404 pisos de protección, en sus inicios los vecinos soportaron las carencias de un barrio que estaba en pañales

El Polígono Cruz de Piedra nació a comienzos de la década de 1970. Medio siglo después, sus vecinos relatan años en los que ha tocado tirar del carro. Provenientes en su mayoría de poblados de chabolas e infraviviendas, tuvieron que lidiar con la falta de servicios básicos; una época en la que las tiendas eran camioncillos, en la que la escasez estaba a la orden del día y en la que un vecino intentó meter un burro en el ascensor.

«Cuando llegamos no había ni agua ni luz en las casas», recuerda Ovidio Montesdeoca. Su familia fue la primera en entrar a vivir al conocido como «bloque de los guardias» del Polígono Cruz de Piedra, «aunque mi padre no era del cuerpo, se la dieron allí». Les tocó un doceavo piso, por lo que con el ascensor quieto sin energía eléctrica que lo impulsara no quedaba otra que subir a pie. Era 1973 y el barrio estaba prácticamente en pañales; los duros comienzos de una barriada que nació totalmente de la nada y con una población proveniente de sectores altamente vulnerables -más de la mitad de chabolas o casas muy precarias de la capital-.

El Polígono Cruz de Piedra celebra estos días su 50 aniversario. Serían los entonces príncipes de España, Juan Carlos y Sofía, quienes cortaron la cinta inaugural el 10 de marzo de 1973. Entregaron las escrituras a varias familias, aunque por aquel entonces la mayoría llevaban adjudicadas meses. Sobre plano, el nacimiento de este barrio de Las Palmas de Gran Canaria se fraguó durante más de una década. El Ministerio de la Vivienda levantó 26 torres de la nada en una parcela que pertenecía a los Betancores junto a Las Rehoyas y que hasta mediados de los años 60 estuvo tapizada de plataneras.

Con una superficie de 140.000 metros cuadrados, el Ministerio entregó 1.404 viviendas sociales a lo largo de poco más de un año. Los primeros en llegar, en febrero de 1972, fueron los vecinos del desaparecido barrio de Las Tenerías, quienes fueron expropiados para permitir la construcción del polígono de San Cristóbal y el tramo sur de la Avenida Marítima. No obstante, la función principal del barrio era alojar a familias procedentes de chabolas y dar respuesta a la tremenda emergencia habitacional que existía en la capital a raíz de la explosión demográfica que vivía en ese momento.

Pertenecientes a la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, en un principio estaban pensadas para personas sindicadas. En su lugar, a lo largo de los meses siguientes llegaron familias procedentes de las barriadas de infraviviendas y chabolas de La Punta, El Confital y Los Rodeos -todas en La Isleta-; El Rincón; y los Albergues y las ultrabaratas -un grupo de casas sumamente precarias situadas entonces en la cornisa de Schamann-. Con todo, hoy sigue siendo uno de los barrios más vulnerables de Las Palmas de Gran Canaria.

Dragados y Construcciones fue la empresa encargada de levantar los edificios, a razón de dos viviendas por día por el sistema de prefabricadas, según la prensa de la época. Para cuando llegaron sus primeros vecinos, no tuvieron suministros básicos durante un año al menos, «teníamos que impulsar el agua con una manivela en un aljibe detrás del edificio», señala Montesdeoca, entonces un niño de ocho años. Y es que en el barrio apenas había nada. De todos los servicios -parques, galería comercial, iglesia, colegios, zonas deportivas- que prometieron las autoridades franquistas tan solo llegó la guardería Bambi en el primer año. Para el resto tuvieron que esperar, incluso, más de una década.

Camioncillos en los solares

La librería que regentan Marta Ruíz y Francisco Artiles en la galería comercial del barrio abrió en 1986. «Mis padres fueron los segundos en hacerlo en estos locales después de la ferretería», apunta ella. Los vecinos del Polígono Cruz de Piedra tuvieron que esperar 13 años para poder hacer sus compras básicas sin desplazarse a otras partes de la ciudad. «Lo que sí habían eran camioncillos en los solares», explican varios vecinos; a alguno de estos, con guasa, lo llamaban «El Corte Inglés».

En la retina de muchos todavía están las furgonas que regentaban Claudio o Norberto, donde vendían fruta, verdura o lo que se terciera. Una de las paredes de la panadería del barrio está decorada con fotos de la época, «recuerdo casi todo lo que sale ahí», apunta Jacinta García Galván, dependienta en el local de la galería comercial, «varios camioncillos repartidos y cada uno vendía a su zona». En su caso, su familia vino de las chabolas del Confital.

Polígono Cruz de Piedra en los años 70

Polígono Cruz de Piedra en los años 70 / LP/DLP

A falta de equipamientos, los vecinos improvisaron una zona para jugar al fútbol o la petanca en el gran solar de tierra donde ahora están los comercios, «había hasta una cantina de chapa», aclaran. Al otro lado, el Antonio Rojas, campo municipal que ocupaba el gran espacio donde deberían ir uno de los colegios planeados para el barrio y el instituto. Este último lleva hoy el nombre de Simón Pérez, el carismático primer párroco del Polígono y quien defendió su construcción junto a los vecinos.

Según un estudio realizado por estudiantes de la Escuela de Asistentas Sociales en 1975, la población infantil de entre 0 y 14 años ascendía a casi el 50% del barrio. En una misma casa podían vivir, además de los padres, de ocho a diez hijos, «mi suegra tuvo 11», puntualiza Desiré González, quien nació un mes después de recibir la casa sus padres. Además, los ingresos mensuales que los técnicos calcularon oscilaban entre las 8.000 y las 12.000 pesetas -entre 650 y 950 euros de hoy si se ajusta la cantidad a la inflación habida desde entonces-.

«Lo único solucionado es el problema de la vivienda, y no de modo total puesto que resultan muy pequeñas para algunas familias numerosas», precisa el estudio, incluso, «muchas de ellas han sido cambiadas por no poder pagar la renta». Renta que ascendía a una media de 900 pesetas mensuales, según el tipo de piso. «El barrio no ofrece recursos para la integración humana», subraya, en relación a la falta de todo tipo de recursos básicos y al escaso nivel económico y de estudios de muchas familias, teniendo en cuenta el origen de muchas de estas.

Una casa digna

No obstante, para muchas familias haber conseguido una casa digna, a pesar de todos los inconvenientes, era todo un logro. Según el estudio el 58% de las familias provenían de poblados de chabolas. De hecho, cuando entregaron las llaves en diciembre del 72 LA PROVINCIA describió las imágenes de alegría y de llanto que se vivieron en La Punta -hoy dentro del Puerto, en la Zona Franca- puesto que por fin accedían a un piso. No obstante, el estudio de 1975 resaltaba que «estas personas no están acostumbradas a vivir en bloques».

Jacinta García, vecina de Cruz de Piedra de toda la vida.

Jacinta García, vecina de Cruz de Piedra de toda la vida. / Juan Castro

«Dicen que uno intentó meter en el ascensor hasta un burro que tenía en la chabola», resalta González, «aquí muchos eran feriantes, mis abuelos por ejemplo, que venían de arriba de los Albergues». Cada familia hacía lo que podía, varios llegaron a montar pequeñas tiendas en sus propias casas, «a uno de ellos iba a comprarle de niña, tenía la fruta y la verdura en su propio salón».

20.000 pesetas de entrada

La construcción del Polígono Cruz Piedra fue una de las mayores promociones de vivienda de promoción pública de los años 70. En total, 1.404 pisos que supusieron una inversión de 106,5 millones de las antiguas pesetas. El coste de cada vivienda fue de unas 400.000 pesetas. Los adjudicatarios, provenientes de familias desfavorecidas, de bajos recursos, tuvieron que dar una entrada de 20.000 pesetas y, a partir de ahí una renta mensual de unas 900 pesetas durante 50 años. Si ajustamos el precio a la inflación acumulada desde 1973, las casas costaron un equivalente a unos 47.000 euros. En la actualidad, un piso en el Polígono en las inmobiliarias rondan entre los 80.000 y 110.000 euros, con dimensiones de 80 a 90 metros cuadrados. | A. V.

El nacimiento del barrio coincidió con el despertar del asociacinismo vecinal. Tantas carencias había, que un vecino era el que prestaba la Virgen para las fiestas, que se celebraban -y se celebran aún- en septiembre. Montesdeoca recuerda especialmente las de 1976, «por lo de los paracas», apunta. «Todo empezó en los cochitos, pasó algo con la novia de uno y este le pegó a un paracaidista; al rato vino toda la tropa en peso, hasta algunos superiores y se pusieron a dar palizas y a pegar tiros al aire», relata, «al final llegaron los grises y dieron por todos lados».

Luego la droga se expandió y se dejó sentir con fuerza, «aquí la policía ni entraba», los taxistas se lo pensaban y las noticias de robos y peleas se multiplicaban en la prensa. A finales de los 80 y principios de los 90 se hicieron varias marchas «Por la salud», además de lemas como «menos edificios y más zonas verdes». Hoy, «el barrio ha cambiado a mejor, mucho mejor», resaltan en la librería, opinión que repiten por cada rincón del Polígono.

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