Medio Ambiente

La diocalandra y los hongos eliminan más de 800 palmeras en los últimos siete años

Una investigación ensaya un tratamiento natural contra el picudín, el insecto que enferma a la mayoría de las palmas. La edila Gemma Martínez cree que las instituciones deben trabajar de forma conjunta en la erradicación de la plaga

Palmeras en el barranco Guiniguada.

Palmeras en el barranco Guiniguada. / Andrés Cruz

Las Palmas de Gran Canaria ha perdido en los últimos siete años un total de 865 palmeras afectadas, en su gran mayoría, por la plaga Diocalandra frumenti Fabricius, un insecto también conocido como el picudín de la palmera, que se ha convertido en su principal enemigo. Las va minando poco a poco y propicia la entrada de hongos como el Fusarium Canariensis y Thielaviopsis Paradoxa, cuyos efectos son letales para los ejemplares atacados.

Una investigación en marcha desde principios de este año experimenta en métodos de lucha biológica para erradicar al picudín, una plaga que los expertos creen que afecta gravemente a la práctica totalidad de las palmeras de la capital.

En la ciudad hay censadas este año un total de 22.699 palmeras, según los datos facilitados por la Concejalía de Desarrollo Estratégico, Sostenibilidad y Energía, una cifra que refleja que en los últimos siete años han desaparecido un total de 865 ejemplares, lo que supone una pérdida anual media de 113 palmas, desde 2017, ejercicio en el que se censaron 23.564 en los espacios municipales de la capital.

La responsable del área, Gemma Martínez Soliño, advierte que desde el Ayuntamiento «sólo se pueden poner parches» para luchar contra un problema que excede el ámbito municipal, por lo que plantea la necesidad de impulsar una labor conjunta entre el Consistorio, el Cabildo de Gran Canaria y el Gobierno canario.

El Gobierno canario ensaya en estos momentos en la capital una posible vía de tratamiento contra la Diocalandra, a través del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), investigación en la que participa como colaboradora externa la ingeniera agrónoma Carina Ramos. Participan también el Cabildo de Gran Canaria y la Universidad de Göttingen.

El ensayo arrancó en marzo pasado, con la colaboración del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria a través de la concesionaria del servicio de mantenimiento de parques y jardines FCC, y se ha centrado en las palmeras del paseo de Chil, que están siendo sometidas a un tratamiento biológico con un producto a base del hongo Beauveria bassiana. Las esporas del hongo entran en contacto con la cutícula del insecto, germinan y penetran en su cavidad interna, atacando los tejidos grasos y los órganos y provocando, finalmente, su muerte.

Se trata de un insecticida natural, que ha mostrado una elevada eficacia en pruebas de laboratorio y se está comprobando su en condiciones reales de campo.

 «Elegimos el paseo de Chil», explica la investigadora Cristina Ramos, «porque reúne las condiciones que necesitamos para el ensayo. Se trata de una avenida en la que las palmeras están alineadas, todas tienen el mismo porte de altura y todas tiene una alta infestación, que permite colocar las trampas en altura lo que impide que cualquier curioso acceda con facilidad a ellas. También permite trabajar con la plataforma elevadora con comodidad sin entorpecer el tráfico ni molestar a los viandantes».

Según Ramos, los resultados que se obtengan este año «van a condicionar si seguimos o no el próximo año, aunque la intención es continuar». 

Tratamientos

Hasta el momento, se han aplicado dos tratamientos y «sabemos que se necesita un tercero porque a día de hoy no observamos una mejoría en el estado de las palmeras. Las capturas de este gorgojo siguen siendo altas y todavía no hemos visto los efectos. Por esa razón, el ensayo debe continuar, al menos, durante un tiempo más», señala.

El área de Parques y Jardines está barajando también la posibilidad de poner en marcha una experiencia piloto para reproducir el ensayo del paseo de Chil en Las Coloradas. «Este barrio es como una isla dentro de otra isla, un área delimitada con palmeras afectadas por Diocalandra. Los resultados que se obtengan podrían extrapolarse a otras zonas de la ciudad, de Gran Canaria o de otras islas», porque el insecto afecta a las palmas de todo el Archipiélago, salvo El Hierro y La Graciosa

La vía química es otro método que se está investigando para combatir la Diocalandra, mediante la endoterapia, que se ha ensayado en La Gomera.

La Diocalandra es un pequeño gorgojo de entre seis y ocho milímetros de longitud, que procede del sureste asiático y llegó a la isla con el tráfico comercial de material vegetal destinado a la jardinería. 

 Se detectó por primera vez en Maspalomas en 1998 y en los últimos veinte años las diocalandras se han ido extendiendo por toda la franja costera grancanaria, de sur a norte y también ha ido ascendiendo a las zonas altas de la isla y ha afectado también a los palmerales naturales, debido principalmente a la existencia en la isla de corredores de palmeras, unido a la mala gestión de los residuos de poda afectados por esta plaga y a que la atención de las administraciones estuvieron centradas durante años en la erradicación del picudo rojo de la palmera.

Los daños de estos insectos son producidos, explica Ramos, por las larvas durante su alimentación. Van excavando galerías en el raquis de las hojas verdes y provocan la seca prematura y el colapso de los ejemplares.

Estos insectos constituyen la vía de entrada de los hongos, que son letales para las palmas, generando oquedades en el interior de los ejemplares, que no son fácilmente detectables.

Según la Concejalía de Desarrollo Estratégico y Sostenibilidad, a la gran amenaza que constituyen las plagas y los hongos se añaden otros elementos que afectan a la salud de las palmeras.

Trasplantes

«El principal es el estrés relacionado con el entorno urbano y los trasplantes», señalan. Y es que si normalmente es complicado que prospere el trasplante de una palmera si esta se encuentra enferma, la supervivencia se vuelve una misión casi imposible.  Un ejemplo de ello es que de las 30 palmeras trasplantadas por las obras de la metroguagua a lo largo de este año, 19 no han prosperado.

En este mandato se está actualizando el protocolo de trasplantes, a instancias de la Concejalía de Desarrollo Estratégico, Sostenibilidad y Energía, en colaboración con Urbanismo y Movilidad, que son las áreas que se encargan principalmente de estas labores cuando las obras, como las de la metroguagua, lo requieren.

Desde la unidad de Parques y Jardines aclaran que «las palmeras que entran en zona de obra deben ser mantenidas por la encargada de dicha actuación y, si el trazado requiere de un trasplante, también corresponde a la constructora tanto el trasplante como el mantenimiento del ejemplar durante los seis meses posteriores. Al finalizar ese plazo o la obra, el mantenimiento de los ejemplares vuelve a Parques y Jardines».

La indicación general que hay en la actualidad, señalan las fuentes, es que «se debe trabajar por conservar los ejemplares de palmeras y, por tanto, replantar cuando se pierde alguno», aunque aclaran que el recambio no es una acción inmediata.

«Para poder replantar una palmera, se debe tener en cuenta el tipo de afección que tenía el ejemplar, si fue, por ejemplo, talado por hongo de suelo o de la estípite, porque eso varía el tiempo que debe esperarse para ocupar el alcorque». Además, el tocón debe secarse antes para facilitar la acción.

Gemma Martínez Soliño destaca que ha asumido el reto de «impulsar el reconocimiento del protagonismo que las infraestructuras verdes deben tener en nuestra ciudad. Las palmeras y el arbolado», sostiene, «no pueden pensarse como elementos meramente estéticos y sustituibles, sino como protagonistas esenciales de la ciudad y su futuro, en línea con la agenda urbana, que nos marca como un objetivo prioritario la renaturalización del municipio».

La edila es consciente de que ello implica «un cambio de mirada que requiere de mejor planificación, mayores recursos y mucha pedagogía», en el interior del Ayuntamiento, «revisando los protocolos y la coordinación entre servicios» y en el exterior, «con la ciudadanía y el resto de las administraciones, porque hay muchas necesidades comunes con otros municipios e islas y debemos trabajar de forma conjunta». Martínez Soliño se muestra convencida de que «todavía estamos a tiempo de cuidar como se merece nuestro patrimonio verde».

Suscríbete para seguir leyendo