ANÁLISIS

La emblemática factoría de la playa de Las Canteras

La familia del armador asturiano Cipriano Escobio de Juan regentó una conservera en La Puntilla que dio trabajo durante décadas a muchos isleteros

Vista de la zona de La Puntilla en la década de 1950 con la factoría a la izquierda de la imagen.

Vista de la zona de La Puntilla en la década de 1950 con la factoría a la izquierda de la imagen. / FEDAC

Miguel Rodríguez Díaz de Quintana

Al conmemorarse por estas fechas un siglo de la existencia de la popular factoría de conservas de pescado portuaria que llevaba el nombre de Escobio, S.A. situada a orillas de la playa de Las Canteras, nos trae el recuerdo de que hace cien años esa industria era uno de los pocos epicentros de la economía alimenticia de la mayoría de las familias de Canarias. Si en la otra parte del istmo la subsistencia familiar giraba en torno a los cambulloneros, las gabarras y los depósitos de carbón, en el entorno de la playa del Arrecife la vida de los ciudadanos de aquella zona portuaria se movía alrededor de la gran enlatadora de pescado hoy desaparecida.

En Gijón, la familia del armador don Cipriano Escobio de Juan y sus hermanos tenía establecidas varias fábricas de conservas de pescado que recibían el nombre registrado de Reina de los Mares. La gran prosperidad de la industria asturiana permitió la expansión a otros mercados nacionales y, al conocer los Escobios las excelentes condiciones de las radas y costas grancanarias les parecieron idóneas para abrir en nuestra isla una sucursal.

Tras varios viajes de reconocimiento, la zona elegida por los gijoneses fue la entonces llamada caleta de la Puntilla, pues era por donde podían entrar los barcos de pesca. Allí podrían carenar sus propias naves, y la flota contaría con el abrigo y la vigilancia necesaria. Tras la decisión, los Escobio levantaron la fábrica de conservas de pescado en aquel litoral playero. En 1917, en plena Guerra Mundial, cuando la efervescencia de los submarinos alemanes intranquiliza a los habitantes de la isla, la industria quedó inaugurada. Desde el mismo instante que comenzó la andadura y empezó a envasarse el pescado que era capturado por sus propios barcos, la empresa dio trabajo a muchos isleteros en una de las épocas más angustiosas de nuestra historia. En los momentos de mayor producción la nómina de empleados sobrepasaba los 500 operarios, la gran mayoría del cercano barrio portuario.

Si en la otra parte del istmo la subsistencia tenía que ver con los cambulloneros, en el entorno de la playa la vida se movía alrededor de la gran enlatadora

En el laborioso proceso del enlatado de las sardinas, atún, corvina y otros peces se separaban las partes más próximas a la cabeza, llamadas ventrechas, las cuales luego eran aprovechadas por el propio personal de la fábrica y vecinos de los alrededores como un inmejorable y nutritivo alimento. Entonces no importaban los problemas del mal olor que continuamente reinaba en el amplio sector. Para los vecinos del barrio lo importante era mimar la factoría de los Escobio que tantas necesidades estaba solucionando a las familias de aquella extensa feligresía obrera.

Desde la misma fecha fundacional es el responsable del negocio el hijo mayor de don Gumersindo, Cipriano Escobio González, entonces un muchacho de 27 años de edad, quien en medio de tanta prosperidad, unos años después, cuando el joven armador regresó de un viaje que había realizado a la isla de Tenerife donde también se desarrollaban las relaciones mercantiles, falleció a consecuencia de un grave accidente. Murió en el Asilo de San José de las Canteras el 25 de enero de 1929. El luctuoso suceso dejó desconsolada a la familia y a la sociedad grancanaria en donde el joven armador contaba desde su llegada un gran aprecio. El inesperado suceso originó que se trasladasen a la isla deudos del difunto para seguir llevando las riendas del negocio y no colapsar la actividad ni dejar a tanto trabajador en el paro. Asume la responsabilidad un tío del fallecido del mismo nombre y poco después los hermanos del desaparecido, Andrés y Antonio Escobio González, también se incorporan como armadores a la saneada empresa familiar

En esta segunda etapa la factoría introduce mejoras en su organización como la de proporcionar clases prácticas de formación para sus empleados. Otras de las características que popularizaron los Escobio fueron el deporte náutico y el fútbol. Del primero organizaban en las fiestas patronales del 29 de abril la travesía a nado desde la Peña de la Vieja a la ensenada de la fábrica, entregando al que cubriera primero los 1.400 metros del recorrido un trofeo donado e instituido por la empresa. En cuanto al fútbol, y como integrantes de las juntas directivas del cercano Real Club Victoria, los Escobio fundaron un equipo que llevaba el propio nombre de la factoría.

Vista de la zona de La Puntilla en la década de 1950 con la factoría a la izquierda de la imagen. | | FEDAC

Una de las latas de conservas de Escobio producidas en Gran Canaria. / LP/DLP

Otra de las características que sobresalían de la empresa en la sociedad grancanaria fue la solidaridad que a manos llenas distribuyó en la ciudad. No hay que olvidar que la gran actividad de la fábrica se desenvuelve en los años de grandes carencias y adversidades. La población necesita de constantes ayudas, y de la factoría continuamente salían donativos tanto en dinero como en alimentos. De los almacenes de La Puntilla se despachaba diariamente pescado gratis para los comedores de los obreros de Carga Blanca, así como a otros comedores infantiles e, incluso, fueron miles de kilos de pescado los que se donaban semanalmente a la cercana casa asilo del doctor Apolinario en la misma orilla de las Canteras. Independientemente de estas entregas, también eran puntuales contribuyentes en las campañas de Navidad y Reyes, y en cuantas colectas se organizaban para recaudar fondos en metálico y en alimentos.

Mientras todo esto ocurría, la flota de pesquería y veleros de cabotaje de la empresa conservera iba aumentando. La mayoría de sus barcos se bautizan con los propios nombres de la familia, el Cipriano, el Virginia González, el Andrés Escobio. Incluso uno llevaba el nombre de Canarias. El último barco adquirido es el Ascensión de Jesús que provenía de otra factoría que cerraba la actividad definitivamente. La flota no solo salía a faenar a la cercana costa africana, sino que llevaban en sus barcos pescado en hielo a la Península, La factoría de Escobio era entonces una de las pocas empresas que contaban con refrigeración. Como es de suponer, en muchas ocasiones los barcos atraviesan peligros marítimos, accidentes, conatos de incendio, embarrancamientos, hurtos en sus balandros y hasta robos de mercancías. Como anécdota de esta historia la prensa de la época informó, con todo lujo de detalles, acerca de un percance que ocurrió el 11 de enero de 1946, al atrapar la brigada de investigación criminal a dos individuos, a José Betancor, alias el Verga, y a Enrique Andrés, alias el Castrao, que solían sacar clandestinamente de los almacenes de la fábrica latas de atún que luego vendían a bajo precio al comerciante de Tenoya, Sebastián Sánchez, siendo posteriormente recuperada la mayoría de lo robado por la policía y devuelta a sus legítimos propietarios. En ocasiones, la desprendida y humanitaria empresa enviaba luego a las familias de los reos ingresados en prisión un lote de sus productos para que a los inocentes hijos de aquellos pobres hombres no les faltaran alimentos.

La gran actividad de la factoría fue apagándose a lo largo de los años sesenta. Definitivamente son las décadas en que también desaparecen los dos últimos armadores propietarios del negocio. Andrés Escobio González, que es el padre de la reconocida y sensible artista Elvireta Escobio Ramón, falleció víctima de un fulminante síncope cardíaco, a los 63 años de edad, en mayo de 1967, mientras que su hermano Antonio también dejó de existir en nuestra ciudad en diciembre de 1993.

Con el tránsito definitivo de los últimos responsables del negocio y el nostálgico derribo de la emblemática fábrica de la Puntilla, se cierra con añoranza una de las páginas mercantiles más señeras y recordadas de Gran Canaria.

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