Papel vegetal

Un gabinete que sólo puede traer desgracias sin fin para los palestinos

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

La nueva coalición de gobierno israelí anunciada por el incombustible primer ministro Benjamin Netanyahu sólo puede traer desgracias y conflictos sin fin para los palestinos que viven tanto en Israel como en los territorios ocupados.

La guerra de Ucrania está por desgracia opacando las noticias de Oriente Medio, pero incluso alguien tan poco sospechoso como Thomas Friedman, del New York Times, ha advertido al Gobierno de Washington del peligro de inestabilidad en toda la región.

Se trata en efecto del gabinete más sionista y radicalmente antiárabe de la historia del Estado de Israel con ministros ultras en carteras tan delicadas como las de Seguridad o la relacionada con las nuevas construcciones en las tierras ocupadas. Ministros como el próximo responsable de la policía, Itamar Ben-Gvir, un ex colono del asentamiento de Kiryat Arba, próximo a la localidad palestina de Hebrón, que fue acusado en su día de incitación al racismo y apoyo al terrorismo.

Ben-Gvir llegó incluso a amenazar al primer ministro laborista y Nobel de la Paz israelí Isaac Rabin poco antes de que éste fuera asesinado por un sionista fanático tras una manifestación en apoyo de los acuerdos de Oslo.

Otro ministro de la nueva coalición es Belazel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso, de extrema derecha, partidario de la total anexión por Israel de los territorios ocupados y que sólo lamenta que Ben Gurion no hubiese expulsado en 1948 a todos los árabes de tierras palestinas.

Smotrich sugirió recientemente que el nuevo gobierno tendría que tomar medidas legales contra ciertas organizaciones de derechos humanos que, en su opinión, representan una amenaza existencial para el Estado judío.

Avi Maoz, líder del pequeño partido de ultraderecha Noam, abiertamente anti-árabe y homófobo, que no quiere mujeres en las Fuerzas Armadas y es partidario de la separación de los sexos en los eventos públicos, controlará parte del sistema educativo nacional.

Mientras tanto, la situación es cada vez más explosiva en Jerusalén, la tradicionalmente conocida como ciudad de las tres religiones monoteístas, pero que los ultras israelíes buscan convertir en exclusivamente judía.

El Gobierno israelí quiere, entre otras cosas, ampliar un parque nacional ya existente a ciertas zonas del monte de los Olivos con el pretexto de volverlo más atractivo para el turismo.

Pero, según declaró al semanario Der Spiegel el abogado Daniel Seidemann, ese proyecto de parque temático forma parte de un plan «siniestro» consistente en rodear la Ciudad Vieja de colonias judías y continuar así la ocupación sionista de todo Jerusalén.

Como declaró ya en 2002 el mientras tanto fallecido rabino ortodoxo y diputado Binyamin Elon, «nuestro plan estratégico para la ciudad es un cinturón de continuidad judía que vaya de este a oeste», algo a punto de convertirse ya en realidad.

Dos organizaciones ultraderechistas de colonos –Elad y Ateret Kohanim- se han dedicado a vender a precios de saldo casas y terrenos en el corazón del Jerusalén árabe que fueron expropiados a familias palestinas.

Los colonos quieren, según Seidemann, incluso transformar el lugar adonde, según la Biblia, Jesús solía ir a orar, en un lugar de peregrinación solo para judíos, algo que está provocando ya también críticas de la comunidad cristiana de Jerusalén.

El patriarca católico de Jerusalén, el italiano Pierbattista Pizzaballa, se muestra profundamente preocupado por lo que sucede porque está acabando, si no ha acabado ya, con lo era décadas atrás, cuando él llegó a la ciudad santa, su principal característica: la pacífica coexistencia entre judíos, musulmanes y cristianos. Y todo ello mientras el mundo mira para otro lado.

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