Tropezones

Abuso de poder

Una española acusa a Plácido Domingo de acoso en el programa "Salvados"

Una española acusa a Plácido Domingo de acoso en el programa "Salvados"

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Forma casi parte del imaginario popular el paradigmático funcionario atrincherado tras su ventanilla admitiendo instancias y demandas. Con cara de pocos amigos, se dedicaba a regañar al solicitante, reclamándole la consabida «póliza de tres pesetas». Eran unos tiempos en que dichas instancias debían ir encabezadas por un «Ilustrísimo Señor» y rubricadas por un humilde ruego que al destinatario de la petición «Guarde Dios a V.I. muchos años de vida». Porque no se trataba de facilitarle al administrado los trámites cotidianos, sino hacerle sentir el peso de sus obligaciones e invitarle a asumir la insignificancia de su ser ante el mastodóntico andamiaje del estado y su omnímodo poder

Claro, me dirán que situaciones como esta son afortunadamente secuencias del pasado, congeladas para siempre en Plácido u otras cintas de Berlanga.

Pues no.

No negaré que funcionen diligentemente ciertos sectores de la administración, ni pondré en duda que en algunas instituciones vaya imperando un enfoque no de enfrentamiento al ciudadano sino de ayuda y colaboración.

Pero el espíritu obstruccionista, enemistoso, obstaculizador porque sí, sigue desgraciadamente vigente, y con el agravante de los inmensos avances brindados por el progreso, y con el arma definitiva a disposición del sistema en el poder: el tiempo.

Les daré algunos ejemplos: a mí personalmente uno de los negociados del Ayuntamiento de mi ciudad me robó diez años de mi tiempo, para terminar legalizando un garaje, al que por ley tenía derecho y al que debía haber accedido en cuestión de meses.

Otro técnico superior conocido mío cree oportuno concertar una cita con un consejero a cargo de un departamento de su competencia por un tema pongamos que conflictivo para la administración. Aquí es de nuevo el manejo de los tiempos el que boicotea una y otra vez el necesario encuentro: el tosco «vuelva Ud. mañana» ha sido sustituido por los sofisticados «el consejero está en un curso, el consejero está de baja, el consejero teletrabaja 3 días esta semana, o está de viaje, o está de vacaciones», o al final se remite al interesado a un funcionario de menor nivel sin capacidad de decisión.

Pero no crean que el abuso de la autoridad se circunscribe a nuestras fronteras: en cierta ocasión quise denunciar una actuación arbitraria de la Jefatura de Costas a una de las grandes instituciones europeas, el Tribunal de Estrasburgo, garante, entre otros capítulos, del derecho a la propiedad. El procedimiento es engorroso y sobre todo incierto, pues si al final consigues que la comisión técnica admita a trámite la reclamación, ésta faculta a un solo magistrado, anónimo por definición y con plenos poderes para ejercer de semáforo y dar curso o no a tu demanda, decisión que es firme y no admite ni réplica ni recurso.

Aquí también hube de desistir, para no verme desposeído, además de mis legítimos derechos, de mi tiempo, mi dinero, y mi salud.

Y se me ocurren gran número de casos que por instinto de conservación me tendré que abstener siquiera de enumerarles.

Pero hay días, qué quieren que les diga, en que echo de menos al primitivo matón de ventanilla.

Por lo menos la tenía abierta… aunque luego te fulminara sin piedad.

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