Reseteando

Un rey emérito sin pastillero

El rey emérito sale a navegar

El rey emérito sale a navegar

Javier Durán

Javier Durán

Sanxenxo, 2023. ¿Será real la figura del emérito Juan Carlos I a bordo del velero Bribón a sus 85 años? He llegado a creer que la movilidad de su «tren superior» (brazos), en clara ventaja sobre el «tren inferior» (piernas), es sólo producto de la inteligencia artificial. Sí, una combinación de algoritmos bien elaborada en Emiratos. Los entrecomillados de arriba los utilizo por provenir de los razonamientos de un especialista en vela, al que se le interroga sobre la movilidad del monarca para una regata y por su papel en la misma. Desconozco si hay un caso similar al de él, de tripulante competitivo a una edad en la que abunda más la preocupación por el modelo de taca taca, y no por la comodidad del banco que debe acoger las egregias posaderas. Los españoles no le pueden agradecer su ejemplo de transparencia fiscal, ni tampoco el descontrol de su becerril libido, pero sí el servicio de su experiencia como regatista longevo. Dos pinceladas al respecto: la resistencia de su maltratada osamenta demuestra que el dinero público alarga la flexibilidad más reacia. Súper Sánchez, lejos de hacerle luz de gas, debería traérselo de Abu y llevarlo en su caravana electoral como fetiche de la vejez hiperuniversal a la que aspira su gobierno. Y segundo, más allá de los quiromasajistas, el buen rollito y calor humano que le ofrecen sus amigos de Sanxenxo, una prueba inestimable de que la soledad hay que atacarla para frenar la degeneración mental de tantos mayores que transitan por la vida sin memoria. Los que empezamos a padecer alguna tendinitis o una lumbalgia debemos acercarnos a la vera de su velero, aunque sea sobre un trozo de madera, y gritarle cual náufragos que se agarran a la última oportunidad: ¡Majestad, majestad!, ¿qué pócima desciende por su garganta en la hora en que la vida alcanza la grisura? No sé si estas escenas de vela deportiva son de carne, hueso y músculo borbónico, o bien son cortezas y filamentos inaprensibles de la inteligencia artificial. Si es así, rozar el infinito sin el pastillero, a bordo del último palacio, es una distinción a socializar. Todos la queremos.

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