Tropezones

Árboles inconformistas

La costumbre de abrazar árboles, cada vez más extendida

La costumbre de abrazar árboles, cada vez más extendida / pxhere

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Es curiosa nuestra relación con los árboles. Pese a los cambios de color del follaje o su desaparición temporal en las especies de hoja caduca, percibimos los árboles como presencias estáticas, permanentes. Lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta una longevidad de 400 o 500 años y un ritmo en su desarrollo casi imperceptible para el observador apresurado. Por eso la lectura del libro de Peter Wohlleben La vida oculta de los árboles ha sido para mí una auténtica revelación.

El autor nos descubre el tejido social de los bosques donde los árboles interactúan como una gran familia, apoyándose unos a otros, comunicándose entre sí, compartiendo nutrientes en caso de necesidad e incluso estableciendo una red de alerta ante peligros comunes. Pero veamos algunas de sus particularidades.

La solidaridad: los árboles no sólo se agrupan entre sí, repartiéndose la luz necesaria para la fotosíntesis precisa para su pervivencia, y el agua disponible para su crecimiento: su agrupamiento obedece a unos requisitos para conformar el bosque un pequeño ecosistema resistente a los embates de las agresiones meteorológicas. El apoyo solidario de los ejemplares más fuertes a los más débiles se produce transfiriendo nutrientes a través de sus raíces.

El árbol como buque nodriza de la biodiversidad: hasta qué punto un árbol puede convertirse en hábitat de la más insospechada fauna nos lo brindó un experimento en el Parque Nacional de Baviera, donde se sometió un roble de 600 años y 60 m de alto a una «desinsectación» masiva, con el letal resultado de 2041 animales muertos, de 257 especies distintas.

Peligros que acechan al árbol: los ataques atmosféricos, por ejemplo los rayos, afectan curiosamente más a los robles que por ejemplo a especies de tronco liso como las hayas, por cuya superficie mojada «resbala» la electricidad sin penetrar en la madera. Peligros sorprendentes son los pájaros carpinteros que consiguen perforar el tronco para hacer dentro unos nidos que los hongos se encargarán de pudrir, una vez abandonados. Otro enemigo inesperado es el muérdago, que consigue arraigar en la copa de los árboles, plantado ahí por defecar sus semillas algún pájaro. Su propagación dificulta que llegue la luz a las hojas de los árboles, impidiendo la necesaria fotosíntesis.

Migración de los bosques: los árboles no pueden desplazarse, pero los bosques cuidan de soltar sus semillas al viento cuando éste sople en la dirección conveniente a sus intereses. Con el calentamiento global preferentemente rumbo al norte, claro.

Misterio por aclarar: un enigma por resolver en la fascinante vida de los árboles es el siguiente: ¿Cómo demonios consigue la savia subir desde las raíces hasta la copa de los árboles? Las explicaciones tradicionales son la fuerza capilar y la succión creada por la transpiración de las hojas. La primera tal vez contribuya algo, pero no explica que el agua pueda ascender 100 m cuando la fuerza capilar no es capaz de superar los 10 m. La segunda supone que el vacío creado por la transpiración es suficiente para «chupar» hacia arriba el agua necesaria para reponerla. Pero tampoco dan los números. Y existe una tercera fuerza, ya como baza de emergencia, la fuerza osmótica, basada en el movimiento del agua de una célula a otra merced a la diferencia de concentración de azúcares entre ambas. Pero no da tampoco.

Pues me temo que el árbol se va a guardar su secreto, a menos que algún lector consiga iluminarnos. Aunque quedan advertidos: ni el chat de inteligencia artificial GPT se define.

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