Reseteando

Aplatanamiento cultural

Edificio Fyffes, en Las Palmas de Gran Canaria

Edificio Fyffes, en Las Palmas de Gran Canaria / José Carlos Guerra

Javier Durán

Javier Durán

La dinámica de no saber bien qué destinos adjudicarles, más allá del recurrente complemento barrial o la modernez periclitada de la vaporosa factoría cultural, somete a Fyffes y al excine Guanarteme a sendos concursos para ver por dónde se tira. La insensatez fue tan elocuente que le dieron a los consultores un par de semanas para idear algo justo y útil. La genialidad llevó a los arquitectos a protestar y se dispuso la marcha atrás. Quedó claro, no obstante, que con dinero en la cartera la cultura es algo parecido a hacer ruedas de churros. Frente a estas correrías con el aliento al límite, el aletargamiento del Museo Néstor, una rehabilitación sumida en las entrañas burocráticas del poder urbanístico, que en este territorio se asemeja al frío glacial con que te miran los del Grupo Bilderberg. Ya va para un quinquenio (o más, quizás) la incautación de esta pinacoteca. La posibilidad de que algún día se proceda a su reinauguración se enfanga cada vez más. Creo que no les interesa. No sé cuál es el motivo. Para animarlos, lo siguiente: el otro día en Fitur los mandamases recibieron una distinción por incentivar Canarias como destino para el turismo LGTBI. Una hospitalidad que debería traducirse en el cuidado del pintor simbolista, homosexual durante sus años en el extranjero y encerrado en el ropero a su vuelta a Gran Canaria. Un referente, por tanto, de la represión por su tendencia sexual. Y pese a este asunto de evidente secuestro artístico, todavía algunos ejemplares de la polinesia política olfatean y emplean pasta para la propuesta de que LPGC camine hacia la capitalidad europea de la cultura. Sin más.

Entre los deméritos para alcanzar ese trono, la decadencia acumulativa o muerte en vida del Museo Canario, cuya ampliación acabada yace por los tiempos de los tiempos a la espera del dinero para su remate final. La dirección de la institución trata de liquidar la venta al Cabildo de una finca del legado del doctor Chil para hacer acopio, pero los enredos burocráticos no hacen más que retrasar una y otra vez la operación. La manzana se pudre, pero ello no es óbice para meter el gusano de Patrimonio de Humanidad para una Vegueta en descomposición, con el espasmódico logro de existir y convivir con una autovía, una guiniguanada que nos metieron y se quedó.

Pero si existe algo que demuestra el aplatanamiento que corroe a LPGC es la finalización de su Catedral. Desconozco, con sinceridad, el tiempo que lleva una de las alas del templo sin el punto y final. No vamos aquí a remover el caldero de sus valores, pero son los que hacen a la sociedad civil responsable de su finalización, y no solo a los que profesan el catolicismo. Gracias al arquitecto Salvador Fábregas pude conocer su proyecto de terminación de la Catedral, que circuló por los despachos como un fantasma. Al maestro le hicieron el caso que merece la cortesía y la edad.

De paso, felicitaciones a la Fundación CajaCanarias de Tenerife por el homenaje musical a Guillermo García-Alcalde, celeridad bien avenida en Gran Canaria, donde todavía repasan la pintura mate de la Fundación Alfredo Kraus. Y lo mismo por su interés por la saga canariona de los Millares Sall (Manolo, Totoyo, Agustín, José María, Jane...), cuyos herederos llevan a Santa Cruz una representación inédita de sus creaciones. No hay pleitismo ni nada por el estilo: solo un atisbo de mortificación por la receptividad de algunos frente a la laxitud tropical de otros.

Algunas de las querencias aquí manifestadas, hundidas en sus respectivas miserias, son, paradójicamente, de las más aceptadas (o lo eran) por el turismo cultural. Un factor que pone en evidencia la disponibilidad de los políticos para llevarnos a la ruina, y decir luego lo contrario.

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