Salud

El consumo de comida rápida en niños y adolescentes aumenta del 3 al 22%

Un estudio liderado por investigadores de la ULPGC advierte del descenso en la adherencia a la dieta mediterránea entre los 8 y 16 años, principalmente en Canarias y Andalucía

Puesto de frutas y verduras en el Mercado de Altavista, en la capital grancanaria.

Puesto de frutas y verduras en el Mercado de Altavista, en la capital grancanaria. / Andrés Cruz

María Jesús Hernández

María Jesús Hernández

En los últimos 20 años se ha disparado el consumo de comida rápida entre niños y adolescentes en España, pasando del 3 al 22%, y se ha reducido de forma considerable la ingesta de pescado y legumbres. Así lo recoge un estudio nacional, liderado por investigadores del Instituto Universitario de Investigaciones Biomédicas y Sanitaria (IUIBS) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) que concluye con datos negativos en cuanto a la adherencia a la dieta mediterránea en los menores de 8 a 16 años, siendo Canarias y Andalucía las regiones donde más ha descendido.

El informe, publicado en la revista científica Nutrients el pasado miércoles, 17 de mayo, ha tenido como objetivo analizar las diferencias en términos de adherencia a la dieta mediterránea en las últimas dos décadas en niños y adolescentes residentes en España, comparando las muestras enKid (1998-2000) y PASOS (2019-2020); e identificar los factores o condiciones que podrían influir en estos cambios, indicó Lluis Serra Majem, rector de la ULPGC e investigador principal de esta parte del estudio que promueve la Gasol Foundation, junto con Estefanía Herrera-Ramos, Laura Tomaino, y Almudena Sánchez-Villegas por parte de la ULPGC.

Los investigadores detectan un descenso importante en el hábito de desayunar entre los menores de 8 a 16 años

Entre los resultados del estudio destaca una mayor afluencia por parte de niños y adolescentes a establecimientos de comida rápida (fast food) más de una vez a la semana -«antes sólo era el 3% de los menores entre 8 y 16 años, y ahora es el 22%»-, y el consumo de bollería y repostería comercial, «hábitos que contribuyen a alejar a los niños y adolescentes de la dieta mediterránea», junto con una reducción significativa en el consumo de pescado, legumbres y frutas. Por el contrario, se ha visto mejora en la ingesta de aceite de oliva y frutos secos, y un menor consumo de dulces y golosinas.

Frutas y verduras

«Los menores que toman una fruta todos los días, han bajado del 87 al 72%, y respecto a los que toman una segunda fruta, antes ascendían al 57% y ahora al 51%; mientras que los vegetales pasan del 69 al 65% actualmente». La diferencia en la ingesta de pescado es otro de los puntos negativos de este informe, según señaló el doctor Serra, de forma que el global de niños y niñas que lo toman regularmente, al menos dos o tres veces a la semana, ha bajado 20 puntos porcentuales, de un 82,5 al 62,2%. Tampoco hay buenos resultados con las legumbres, otro producto estrella de la dieta mediterránea, que ha pasado de estar en el menú, al menos una vez en semana, en el 90% de las dietas de niños y adolescentes, al 70%.

Los investigadores también han detectado una pérdida del hábito de desayunar, pasando del 96% en la década del 2000 a cerca del 88%, y en esta primera comida del día, la bollería o pastelería crece del 12% al 32%.

Entre los productos que pierden más protagonismo en la mesa figuran el pescado y las legumbres

Respecto a los valores positivos, Serra Majem señala el aumento en el consumo de pasta y arroz de un 33 al 49%; y se mantiene sin modificar la ingesta de granos o cereales para el desayuno (gofio, pan...). Sube también el consumo de frutos secos, dos o tres veces a la semana, que pasa del 42% al 52%; y mejora el uso de aceite de oliva, del 74% al 91%; así como la toma de dos yogures o queso a diario, que sube del 45% al 78%; y la bajada del 34 al 21% en la ingesta de dulces «varias veces al día».

El estudio, en el que participaron numerosas entidades científicas y universitarias del país, concluye que los hábitos alimentarios se están deteriorando entre los menores españoles. Además, advierten de la urgencia de asegurar una dieta de calidad, y aconsejan emprender medidas «contundentes» para promover el consumo de alimentos saludables, sostenibles y no ultraprocesados, como los disponibles en un Dieta Mediterránea, no sólo a nivel científico y académico, sino también gubernamental. «Debemos adoptar medidas para frenar el acceso de los más jóvenes a establecimientos fast food. Este incremento de la comida rápida es devastador, y el hecho de que vayan más de una vez a la semana indica un patrón en erosión significativo, al igual que el consumo de bebidas azucaradas y de dulces, muy significativo para la obesidad. Hemos mejorado en algunos aspectos, pero todavía queda mucho por hacer para educar en el patrón completo de dieta mediterránea», concluyó el investigador Lluis Serra Majem.

En noviembre de 2010, la UNESCO declaró la Dieta Mediterránea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por ser uno de los principales modelos de dieta saludable del mundo. Incluye alimentos especialmente beneficiosos para la salud, como verduras, frutas, legumbres, cereales, pescado, frutos secos y aceite de oliva virgen extra; y está limitada en azúcares y libre de grasas trans. Numerosos estudios han demostrado que un alto grado de adherencia al patrón dietético mediterráneo se asocia a un menor riesgo de eventos cardiovasculares, diabetes tipo 2, cáncer y otras enfermedades no transmisibles.

Hacia la soberanía alimentaria

Lluis Serra Majem, experto internacional en nutrición y dieta mediterránea, pone el acento en la necesidad de potenciar esta dieta, no sólo como patrón, sino como sistema alimentario. «Se trata de un conjunto de alimentos que, juntos, confieren un nivel de salud muy alto, pero que deben producirse en el entorno local». En este sentido destaca a Canarias, cuyo ecosistema favorece la producción de todos los alimentos de la cesta mediterránea, incluido el aceite de oliva y los frutos secos. «Alimentos como los frutos secos, todavía los importamos de California, Chile o Irán, y no somos capaces de aprovechar las nueces y almendras que se producen en nuestro entorno. Debemos mejorar la soberanía alimentaria porque claramente, es una asignatura pendiente en nuestro sistema alimentario», concluyó. | M. J. H.

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