Lo deslizó antes varias veces y en 1988, año de la publicación de la novela 'El delantero centro fue asesinado al atardecer', Manuel Vázquez Montalbán lo hizo carne en forma de letra: el Barça es el ejército simbólico y desarmado de Cataluña, una nación sin estado.

Este domingo, 1 de octubre -fecha marcada en rojo por el independentismo catalán-, casi 30 años después del lanzamiento del libro protagonizado por Pepe Carvalho, el club azulgrana decidió asumir ese rol: con el referéndum convocado por la Generalitat para certificar la desconexión de España en marcha y con enfrentamientos, en las calles de la comunidad autónoma, entre ciudadanos y fuerzas de seguridad del Estado, amagó con plantarse y no disputar el partido contra la Unión Deportiva Las Palmas -correspondiente a la séptima jornada de la LaLiga Santander- como medida de protesta ante la situación excepcional que se vive en la región. El partido, garantizada la seguridad por los Mossos y con LaLiga, el árbitro y el conjunto amarillo empeñados en que se jugara, se celebró a puerta cerrada por decisión del FC Barcelona.

Sin un alma en las gradas del Camp Nou, con cerca de cien mil personas alrededor del coliseo azulgrana marchando en orden para buscar un bar con televisión para seguir el encuentro y el eco de los gritos de los futbolistas como banda sonora -el fútbol sin público es como un jardín sin flores-, el Barça utilizó el escaparate del fútbol para poner en el mapa el conflicto catalán. Así lo admitió, minutos después del pitido inicial, Josep Maria Bartomeu -presidente del club azulgrana- en las tripas del estadio. "Hemos querido", afirmó el dirigente catalán, "de esta forma que el mundo entero vea como estamos sufriendo y cuál es la situación de Cataluña. Estamos muy preocupados, como todos los catalanes, por la falta de libertad y de expresión que estamos sufriendo". El jerarca 'culé', incluso, admitió que "solicitamos que la Liga de Fútbol Profesional aplazara el partido. Ante su negativa optamos porque se jugara a puerta cerrada". Esa decisión ha generado un cisma en la directiva de Bartomeu: Carles Vilarubí, vicepresidente del Área de Relaciones Institucionales e Internacionales presentó su dimisión.

Sólo cuando retumbó el himno del Barça y los dos equipos saltaron al terreno de juego -a las 16.12 horas- se despejaron todas las dudas alrededor de la disputa de un partido que, a lo largo del día, cayó de lleno dentro del tablero político. Una multitudinaria 'cacerolada', a las 8.00 de la mañana, marcó el inicio de una jornada salpicada de tensión, problemas, sueños, propaganda, golpes, reproches y división. Las colas, alrededor de los colegios establecidos por la Generalitat para votar, dibujaban junto a la lluvia un panorama en las calles más sosegado que el que se distribuía en las redes sociales, el lugar por el que se asomó la Unión Deportiva Las Palmas a las 11.00 horas para anunciar lo que había negado -en boca de su director general, su director deportivo y su director de comunicación- en la víspera: que jugaría con una bandera de España bordada en su camiseta tras recibir el visto bueno de la LaLiga.

El gesto del club grancanario, vestido en una nota de prensa como intención "para testimoniar sin estridencias nuestra esperanza en el futuro de este país y en la buena voluntad de quienes convivimos en él en busca del mejor entendimiento", enrareció el ambiente. El Barça decidió anular el almuerzo entre las directivas, en las redes sociales aficionados de la UD recriminaron a la entidad grancanaria politizar su camiseta y, de repente, se empezó a hablar de la posibilidad de aplazar un encuentro cuya seguridad estaba garantiza -por los Mossos- desde el pasado jueves.

A las 13.10 horas, en las taquillas del Camp Nou, se despachaban localidades para el partido contra la Unión Deportiva y los empleados -a pesar de los rumores- garantizaban tanto la disputa del duelo como la entrada al estadio. Entre los numerosos aficionados presentes en la zona, además de una cifra alta de turistas en busca de una experiencia en clave 'culé', destacaban grupos de aficionados de Las Palmas que se habían desplazado desde Canarias hasta Barcelona para presenciar el choque. Así lo atestiguaban Himar, Alejandro, Carlos o Pablo, que se acercaron a los enviados de prensa de Gran Canaria para preguntar por la última hora sobre la posibilidad de aplazamiento del encuentro.

Todos, los de la UD Las Palmas, los del Barça y los turistas, se quedaron fuera del Camp Nou -la entidad azulgrana inició de inmediato los trámites para la devolución del coste de las entradas-. Después de mantener un pulso con LaLiga, el rival y el árbitro en busca de un aplazamiento -con la decisión de la Federación Catalana de Fútbol de suspender todos los partidos previstos para la tarde del domingo como bandera-, el Barça anunció a las 15.49 horas que el duelo se disputaría a puerta cerrada.

En ese escenario, a la Unión Deportiva, le tocó vivir otra vez una jornada histórica en tierras catalanas. Fue el adversario del Barça el 6 de septiembre de 1976, día en el que Joaquim Maria Puyol se convirtió en la primera persona que narró un partido en catalán tras la dictadura franquista. El 30 de octubre de 1977 fue testigo del regreso de Josep Tarradellas al palco del restadio 'culé' tras su exilio. El 11 de septiembre de 2013 jugó en la Nova Creu Alta ante el CE Sabadell una eliminatoria de Copa del Rey mientras en las calles 250.000 personas formaban una cadena humana en favor de la independencia. En 2015 superó al Girona en Montilivi en la víspera del referéndum del 9N. Y el 1 de octubre de de 2017, este domingo, en un Camp Nou de aspecto fantasmagórico -sin aficionados y aturdido por los gritos de los futbolistas los golpes al cuero del balón-, le tocó jugar contra el Barça de Vázquez Montalbán: el ejército simbólico y desarmado de Cataluña, una tropa que le pasó por encima casi sin querer.