El gran siniestro del edificio Flex

El inmueble de Las Palmas de Gran Canaria, que el pasado domingo sufrió un incendio, fue pasto de las llamas el 15 de noviembre de 1974, cuando era fábrica de colchones

El incidente destapó las carencias de recursos que tenía entonces el Cuerpo de Bomberos de Las Palmas de Gran Canaria para actuar en edificios de gran altura

Foto del incendio de la fábrica de Flex, ocurrido el 15 de noviembre de 1974 en Las Palmas de Gran Canaria.

Foto del incendio de la fábrica de Flex, ocurrido el 15 de noviembre de 1974 en Las Palmas de Gran Canaria. / BOMBEROS LPA

El edificio Flex, donde el pasado domingo se incendió una vivienda sin provocar daños personales, ya sufrió otro siniestro en 1974 cuando albergaba la fábrica de los conocidos colchones. La magnitud del fuego y el humo fue entonces tan grande a causa de la gomaespuma de los jergones que en la extinción del inmueble, situado en el paseo de Chil esquina con Salvador Manrique de Lara, tuvo que intervenir hasta el Ejército y usar las cubas de agua que se utilizaban para la limpieza de la ciudad porque los recursos del parque de Bomberos no eran suficientes. El incidente, que no provocó daños humanos pese a su aparatosidad, reveló que Las Palmas de Gran Canaria no estaba preparada para sofocar fuegos en edificios de gran altura. Tras el mismo, el Ayuntamiento encargó la compra de un vehículo escalera y dos camiones cubas para incrementar los recursos del Cuerpo municipal de Bomberos.

"Si sus colchones están anticuados, deséchelos y adopte el elástico Flex. El aire de su interior se renueva automáticamente y proporciona un descanso perfecto. Es el único colchón español de muebles entrelazados". "Su trabajo intelectual exige lucidez. Su descanso exige el supercolchón Gran Flex". Estos eran algunos de los eslóganes publicitarios que la empresa Flex utilizaba a mediados de los años 50 del pasado siglo para vender sus productos en una España en el que la mayoría de los ciudadanos dormía aún en camastros hechos con vellón de lana de oveja. La primera fábrica de somieres metálicos nació en 1925 en Zaragoza al amparo del taller de Antonio Beteré Salvador y, pese a la Guerra Civil, logró expandirse en las dos siguientes décadas, especialmente gracias a la publicidad, tal y como recuerda la web de la empresa. Pero también con el empuje del desarrollismo español que provocó la emigración de miles de trabajadores del campo a la ciudad y la consiguiente expansión urbanística.

Marca popular

Pocas marcas han calado tan profundamente en el subconsciente colectivo de varias generaciones como la popular Flex, que llegó a introducir un medallón de garantía en sus colchones para autentificar su producto a mediados de los 60 ante el peligro de fraudes. El ascenso de la empresa, cuyo logo era entonces un cisne, fue tan meteórico que llegó a fabricar hasta muebles "con la misma calidad que sus colchones", mientras alimentaba la publicidad de la marca con el cambio de los jergones de lana por las colchonetas. En la década de los 70 la empresa contaba ya con quince centros de fabricación por toda España. Doce de ellos en la Península y tres distribuidos entre Mallorca, Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

La empresa se instaló en la capital grancanaria en 1943 y llegó a demostrar la resistencia de sus colchones, construidos con hilos de acero y triángulos invertidos, con una apisonadora de 5 toneladas de peso en la misma fábrica que el 15 de noviembre de 1974 fue casi pasto de las llamas. El Eco de Canarias daba cuenta de esta forma de la calidad del modelo multielástic el 11 de enero de 1973 y anunciaba también la posible construcción de una segunda fábrica, que nunca se llevó a cabo. La aparición de nuevos marcas de colchones en nuestro país y los cambios estratégicos de la empresa redujeron la fabricación a dos centros -Madrid y Salamanca- con la llegada del milenio.

El primer incendio del edificio Flex se originó pasada las tres y media de la tarde. El inmueble, de ocho plantas, en el que había varios apartamentos para empleados, originó columnas de humo de gran densidad de 200 y 300 metros de altura que se veían a gran distancia en la ciudad, según se narraba el día después en el Diario de Las Palmas, periódico del grupo Prensa Ibérica.

Más recursos para bomberos

Al parecer, el fuego se originó en la planta octava y descendió hasta los niveles cuatro y tres. Los trabajadores de la fábrica intentaron sofocarlo, pero las llamas se propagaron rápidamente lo que obligó a llamar al Cuerpo de Bomberos de la ciudad, que lo apagaron con gran dificultad dado las planchas de gomaespuma que había en el inmueble y que provocaron una densa humareda. Para su extinción, que duró toda la noche, fue necesario hasta la ayuda del Ejército, cuyo cuartel de la Aviación estaba a escasos metros en el mismo paseo de Chil y de las cubas que se utilizaban para la limpieza de las calles. Finalmente, se logró extinguir el incendio sin daños personales, pese a que algunos trabajadores se habían tirado por las ventanas a las lonas instaladas por los bomberos al no poder extinguirlo. El siniestro afectó al 80% del inmueble e incluso se habló de demolerlo, algo que no ocurrió.

Página del Diario de Las Palmas del 16 de noviembre de 1974 dando cuenta del suceso en el edificio Flex.

Página del Diario de Las Palmas del 16 de noviembre de 1974 dando cuenta del suceso en el edificio Flex. / LA PROVINCIA/DLP

El incendio de la fábrica Flex provocó, sin embargo, que vecinos y autoridades se dieran cuenta de que Las Palmas de Gran Canaria no estaba preparada para sofocar incendios en edificios de gran altura. La ciudad estaba en plena expansión y las casas terreras habían dado lugar a bloques de gran altura, pero los recursos del Cuerpo de Bomberos, constituido entonces por medio centenar de profesionales dividido en cuatro turnos; uno de ellos de retén, no contaba, sin embargo, con las herramientas adecuadas.

En una entrevista al entonces jefe del cuerpo Domingo Martín Martell publicada en el mismo diario el 22 de noviembre de 1974 se hacía referencia a todas las necesidades del cuerpo, que poco tiempo después estrenaría el Parque de Bomberos de Las Rehoyas. La ciudad solo contaba con un coche de pronto socorro, uno con una cuba de 5.000 litros y otro de 3.000 mezclado con espuma, así como una ambulancia y un coche de transporte de material. Ese mismo año, los bomberos habían tenido que asistir a 340 salidas, 125 de ellas a domicilios particulares.

Tras el incidente, el más grave que ocurrió ese año en la capital, la Corporación, que entonces presidía Fernando Ortíz Wiot aprobó al año siguiente la contratación de un vehículo escalera y de dos camiones cubas destinados a la extinción de incendios en edificios de gran altura.

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