Rikitrí, Gudelj y el influjo de la UD Las Palmas

Los colores amarillo y azul formaban parte de una taberna cuyo dueño, presidente de una peña del Celta, guarda por su pasión desde niño por el equipo isleño

Rikitrí, Gudelj y el influjo de la UD

Rikitrí, Gudelj y el influjo de la UD / LP/DLP

Rikitrí es en realidad Argimiro Rodríguez Carbadillo, presidente de la peña del Celta que lleva como nombre su apodo y tesorero de la federación. Hasta hace un año y cuatro meses regentaba un bar que rezumaba fútbol y que contenía todo objetos relacionados con el fútbol, también de la UD Las Palmas, equipo por el que siempre tuvo simpatía. Desde el local de los grupos en Balaídos, rememora sus vivencias.

Hace un año, cuatro meses y 20 días que cerró para siempre uno de los lugares más emblemáticos de Vigo, la taberna Rikitrí, llamada así en honor a Argimiro Rodríguez Carbadillo, hoy tesorero de la federación de peñas del RC Celta de Vigo y presidente desde 1992 del grupo de seguidores celestes que lleva el mismo nombre que el bar que rezumaba fútbol por todos los lados. Bufandas, banderas, cuadros con las distintas plantillas del equipo a lo largo de las décadas, recortes de periódicos, una estatua del mítico Valdo Gudelj... son sólo ejemplos de lo que podía verse en las paredes o en cualquier pequeño hueco libre del lugar. Gran parte de aquellos recuerdos permanecen guardados en cajas en un local de Balaídos, también los que tienen que ver con la UD Las Palmas.

El nativo de Mos, localidad pontevedresa ubicada a unos 10 kilómetros de la ciudad, se hizo con la taberna centenaria en noviembre de 1986 y la abrió en febrero del año siguiente tras unos meses de reformas. 37 años después, el 31 de diciembre de 2022, cerró sus puertas de forma definitiva por peligro de derrumbe en el edificio, hoy demolido. Comenta Rikitrí que «la idea» de lo que luego resultó ser el bar «se fue creando poco a poco». El fútbol tomaba cada vez más protagonismo, hasta el punto de que en 1992, cinco años después de la apertura, se creó una peña con su nombre; era el momento de la conversión de los clubes en sociedades anónimas y había que ayudar en la bñusqueda de dinero.

«Estas cosas empiezan por uno y luego ya son incontrolables», asegura. Se refiere a la primera vez que alguien llevó una bufanda al local y lo que en principio pasó por anécdota se convirtió en tradición continuada en el tiempo. «Cuando venían los equipos aquí tenía una bufanda del Celta para cambiar, porque evidentemente no pude ir a todos los viajes. No es comprar una bufanda, sino tener una bufanda con algún significado», matiza.

Tonono, el mejor

En una ocasión que no recuerda le cayó en la manos la de la UD –posteriormente un banderín–, club al que guarda una especial simpatía tal y como explica con emoción: «Soy futbolero desde niño y entre mis primeros recuerdos del fútbol hay muchos de Las Palmas. Es un equipo que quedó grabado. Recuerdo a la Unión Deportiva por el fútbol que tenía. Hay un jugador... A mí Tonono... Creo que es difícil encontrar un central que tuviese la calidad en la salida de balón que tenía Tonono. Aquel fútbol te encantaba, ver a Germán, a Guedes, a Castellano... Era un cosa tremenda, espectacular».

Rikitrí, Gudelj y el influjo de la UD

Rikitrí, Gudelj y el influjo de la UD / Pablo Fuentes

No era para menos: aquella generación de jugadores amarillos logró las mejores clasificaciones históricas, culminadas con el tercer puesto en la temporada 1967-68 y el subcampeonato en la siguiente. «Aquella UD Las Palmas jugaba el mismo fútbol que aquel Celta de Europa, de Mostovoi. Un fútbol bonito, de toque, de calidad, precioso. Los años del Celta de Europa fueron espectaculares, de disfrutar con el fútbol», recuerda con cierta nostalgia por lo que tiene ahora, un equipo que lucha por la permanencia.

Rikitrí recuerda especialmente un viaje a Liverpool, el primero de la última era por Europa (1998) y donde ganó el Celta con un gol de Revivo (0-1). «Teníamos el concepto de que la afición inglesa venía aquí, destrozaban, rompía... Yo flipé en Liverpool, quedé alucinado con el trato. Todo Anfield nos apludió. Sin embargo, en Marsella fue lo contrario, duro. También recuerdo en Milán, donde nos clasificamos. Viajé a Praga también.».

Nadie pensaba entonces que un equipo humilde cuyo objetivo casi siempre era permanecer en la categoría podía llegar tan lejos. Pero la ambición, el origen de una buena gestión, pudo con todo. «Cada vez es más complicado porque tienes que tener calidad, y la calidad cuesta mucho dinero», lamenta. Pero el recuerdo le permite soñar. El que guarda de la eliminatoria de semifinales de Copa del Rey contra el Tenerife en el curso 1993-94 es uno de los mejores. En la ida, en Balídos, el Celta pareció haber resuelto (3-0). Gudelj había hecho un doblete. En la vuelta, en el Heliodoro, el equipo de Jorge Valdano se puso 2-0, pero el delantero bosnio apareció para sellar el empate con otro par de goles y dar el pase a la final.

Una noche grande

«El recuerdo más grande fue Gudelj celebrando aquellos goles. Fue una vivencia espectacular. Pero luego fue el recibimiento en Peinador –aeropuerto de Vigo–. Aquella noche en Vigo creo que no durmió nadie. Fue una noche grande. De la final mañana –por hoy– hace 30 años. El 20 de abril del 94 perdimos la final del Calderón. El Zaragoza tenía buen equipo, pero el Celta estuvo a punto», relata. El cuadro celeste perdería en la tanda de penaltis después de un fallo de Alejo ante un imberbe Cañizares y del gol definitivo del Paquete Higuera.

Gudelj, en aquellos años, era el ídolo local, y como tal su silueta de cartón era venerada más que nada en el bar Rikitrí. «Mucha gente me la pedía, me decía: ‘Cuando cierres Rikitrí me la das’. No, eso sigue ahí, permenece, porque lo que significó y significa –es el delegado actual– es mucho, es muy querido en Vigo y sigue siendo un símbolo para mucha gente».

Suscríbete para seguir leyendo