CRÓNICA PARLAMENTARIA

Pero cómo te odio, izquierderecha

Esta izquierda y esta derecha coinciden en pisotear los valores liberales de diálogo, tolerancia, crítica argumentada, colaboración y respeto de la democracia parlamentaria

El diputado del grupo Popular, Juan Manuel García Casañas (i), y los diputados del grupo Socialista Canario, Manuel Jesús Abrante (d) y Rosa Bella (c), instantes previos al comienzo de la última jornada del pleno del Parlamento de Canarias donde se debate el estado de la Nacionalidad Canaria.

El diputado del grupo Popular, Juan Manuel García Casañas (i), y los diputados del grupo Socialista Canario, Manuel Jesús Abrante (d) y Rosa Bella (c), instantes previos al comienzo de la última jornada del pleno del Parlamento de Canarias donde se debate el estado de la Nacionalidad Canaria. / Miguel Barreto

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

El debate de nacionalidad (sic) dedica su tercera y última jornada a un tedioso intercambio de cromos policromados que llaman propuestas de resolución. Son cosas -planes, programas, comunicaciones- que los partidos piden que haga el Gobierno autonómico pero que, al no tener carácter vinculante, el Gobierno se toma a beneficio de inventario. Al igual que existen gentes capaces de discutir sobre su escudo heráldico o la sexualidad de Bárbara Rey, los diputados se toman muy en serio estas insignificancias: las estudian, las bostezan, las reformulan, las negocian o transan, las aceptan o las rechazan. Allá por el medioevo de nuestra asamblea se votaban las propuesta una a una, pero este ejercicio sádico ha sido sustituido por una votación en bloque. Hasta el diputado más lerdo (es un decir) entiende que todas las propuestas de la mayoría son aprobadas y la mayoría de las de la minoría son suspendidas.

No es propósito del cronista desentrañar el fútil destino de estas naderías parlamentarias. Las más arrinconadas fueron, como era esperable, las presentadas por Vox. Los ultras estuvieron realmente pesados e incongruentes ayer en la tribuna de oradores. Una de sus diputadas advirtió que en estos ocho meses de legislatura habían sido insultados. Otra que agradecía el talante de sus señorías durante estos ocho meses. 

Propuestas idiotas

Sus propuestas siempre me sorprenden no por malvadas, sino por idiotas. Por ejemplo, que la Comunidad Autónoma devuelva las competencias en materia de sanidad, educación y ordenación territorial entre otras -Nicasio Galván las llamó creativamente «competencias troncales»- al Gobierno central. En una temprana reseña crítica, Borges señaló que los que dicen que el arte no debe propagar doctrinas, «suelen referirse a doctrinas contrarias a las suyas». 

A don Nicasio y sus compis les molesta que se adoctrine a los niños en las escuelas españolas porque encuentran esas doctrinas -educación sexual, respeto a otras culturas, valores democráticos- abominables, no como las suyas, que son las buenas. Por cierto, el único rifirrafe de la jornada, casi del pleno, tuvo lugar cuando la portavoz socialista Nira Fierro puso en su sitio las monsergas de Galván sobre el aborto, las mujeres victimizadas y demás ocurrencias voxísticas, y lo llamó «terrorista de los derechos de las mujeres». Sinceramente es una frase un poco críptica. Bastaría con haber empleado vocablos como «reaccionario» o «ultraderechista». Galván se irritó, pidió la palabra y se hizo un embrollo pequeñito, como sus pies de geisha. Pero también parecía un poquito satisfecho de su minuto y medio de notoriedad.

El PP aprovechó de nuevo para arremeter contra el PSOE por el caso Koldo y derivaciones. El señor Casañas, al que le suelen encargar estas casquerías, estuvo a punto de convertir a Koldo García en un primo de Ángel Víctor Torres y a Torres en un profesional de las triadas chinas. La investigación ordenada por la autoridad judicial es lo suficientemente grave como para que el PP se invente una novela de terror gótico y parlotee, como hizo ayer Casañas, sobre una «trama de corrupción socialista en Canarias» relacionada con la compraventa de material sanitario durante los meses más graves de la pandemia. Nada, hasta el momento, autoriza hablar siquiera de una «trama de corrupción socialista en Canarias». El PP se equivoca, pero lleva haciéndolo muchos años, y debe ser difícil cambiar.

Intervención equivocada

También se equivocó Nira Fierro en su intervención: una gran y fosforescente requisitoria contra las derechas que gobiernan mal, que solo gestionan para los ricos, que tienen podridas las entrañas, que mienten, ocultan, tergiversan, encanallan, vomitan, roban, destruyen, gandulean, corrompen, manipulan y, cuando les quedan cinco minutos, odian. La izquierda construye, dialoga, dignifica, imparte justicia, fomenta derechos, trabaja sin descanso, reconoce las diferencias, ama la cultura, propulsa la prosperidad, articula la democracia. La derecha detesta a la gente y la vampiriza. La izquierda es la gente, simplemente. 

Me temo que este discurso puede galvanizar al núcleo de tus electores, pero tiene poco atractivo presente y ningún interés futuro entre los ciudadanos. Porque no deja de ser puro material publicitario basado en un maniqueísmo tan satisfecho como pueril. Así no es la política, así no es el parlamentarismo, así no es el espacio público en una democracia, así no es la vida.

Ese tipo de discurso, en el que Fierro parece estar cómoda, elimina de un plumazo a la mitad -como mínimo- de los agentes políticos como fuerzas deslegitimadas ideológicamente en la democracia representativa. No presenta adversarios, sino enemigos. Respeta la pluralidad en las izquierdas, pero no fuera de ellas. Caricaturiza la Historia y la reduce a historietas. Podría ser un reflejo especular del discurso cargado de furia, hiel y desprecio que amplios sectores de la derecha española dedican al sanchismo. 

Esta izquierda y esta derecha coinciden en pisotear los valores liberales de diálogo, tolerancia, crítica argumentada, colaboración y respeto entre los partidos que debe caracterizar a la democracia parlamentaria. Se enraízan discursos polarizantes, excluyentes, esencialmente falsarios. Tal vez a Fierro le convendría leer a líderes socialistas incluso anteriores a Jerónimo

Saavedra, como Indalecio Prieto: «Yo soy socialista a fuer de liberal... Yo no soy socialista más que por entender que el socialismo es la eficacia misma del liberalismo en su grado máximo y el sostén más eficaz que la libertad puede tener»

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