CRÓNICA PARLAMENTARIA: Pleno del Parlamento de Canarias | A vista de guirre

Contar con los dedos

Los principales partidos de la oposición se han quedado sin líderes en el Parlamento

Torres es ministro y Román Rodríguez no fue elegido

La consejera de Turismo, Jéssica de León (derecha), habla con Migdalia Machín y Mariano Hernández Zapata.

La consejera de Turismo, Jéssica de León (derecha), habla con Migdalia Machín y Mariano Hernández Zapata. / María Pisaca

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

La oposición parlamentaria está flojita. De la misma manera que el fresco rozagante de los nuevos gobiernos termina evaporándose la garra de la oposición va perdiendo uñas. La oposición del PSOE y de Nueva Canarias venía de cuatro años de ejercer el poder desde el convencimiento, además, de que otros cuatro años serían casi inevitables. En los primeros meses la nueva oposición todavía no ha terminado de metabolizar la derrota. Desde su bancada ironiza, lanza sarcasmos, aplaude fieramente a los suyos, se ríe (educadamente o no) de las ínfulas de los recién llegados a la moqueta del poder. Pero llega un momento espantoso en que se dan cuenta no solo que están en la oposición, sino que van a seguir ahí cuatro años enteritos. Y en esa certidumbre quedan atrapados como un mamut en un bloque de hielo.

Lamentablemente, por lo demás, los dos principales partidos de la oposición se han quedado sin líderes en la esfera parlamentaria. En mala hora se fue Ángel Víctor Torres a ser ministro en Madrid. Dada la situación política nacional Torres apenas puede ejercer como ministro de Política Territorial - no forma parte del núcleo sanchista que controla y ejerce la interlocución con nacionalistas vascos y catalanes - y se resigna a ser ministro de Memoria Democrática, es decir, a participar en homenajes, inaugurar lápidas y presentar libros sobre las víctimas y represaliados del franquismo. Por cierto, no estaría mal que también se recordara y dignificara a los represaliados, torturados o asesinados por partidos y sindicatos de izquierdas, por ejemplo, entre el verano de 1936 y el otoño en 1937 en Madrid, aunque no lo esperaría: como la memoria del amante, del charcutero o del filatélico, la memoria democrática es muy selectiva. La imprudente decisión del fundador de NC, Román Rodríguez, de presentarse por la lista regional, lo llevó a perder el escaño, y ese fracaso se ha aprovechado por un poderoso sector de la organización como argumento o excusa para jubilar al expresidente del Gobierno y redefinir la estrategia política de NC para los próximos años. Aunque el grupo parlamentario se mantiene muy activo bajo la dirección de Luis Campos la procesión de la Santa Muerte va por dentro. Es muy difícil hacer una buena labor de oposición en la Cámara cuando te están haciendo una serpenteante oposición en el partido.

Y es que, además, la oposición socialista está intentado levantar a peso un relato que tiene muy escaso contacto con la realidad. El Gobierno de coalición entre CC y el Partido Popular sería “un barco a la deriva, un gabinete sobrepasado por los acontecimientos, un equipo que carece de unidad y objetivos comunes”. Pues no.

Quien parece a la deriva es el grupo parlamentario socialista, que duda entre la colaboración y el apocalipsis guiado por un encallecido aparatista del PSOE, Sebastián Franquis, entre cuyos valores no están ni la brillantez táctica, ni la oratoria brillante, ni el carisma incandescente. Ayer los mismos socialistas no le aplaudieron ya nada, pero nada de nada, y aunque parecían hastiados de Fernando Clavijo, en realidad lo estaban mucho más de su portavoz. “Usted no toma ninguna medida para mejorar la situación de la gente, para como usted dice repartir mejor los ingresos del turismo”, insistía como profeta de su antiquísimo testamento el señor Franquis, que descubrió al personal que “la vida de la gente se cambia aprobando leyes en ese parlamento”, un aserto que seguro está incluido en algún lugar de las obras completas de Norberto Bobbio. Clavijo no se mostró conforme. Recordó algunas leyes socialistas que resultaron, a su juicio, un fiasco, y le recordó a Franquis el decreto ley de vivienda, el anteproyecto de ley de vivienda vacacional, la reciente conferencia con los presidentes de cabildos y representantes de la Fecam, los grupos de trabajo que empezarán a reunirse la próxima semana, los informes técnicos que se ultiman para batallar en Bruselas para limitar la compra de vivienda en Canarias por parte de no residentes. Franquis callaba como dando por perdido su combate quincenal con el presidente del Gobierno, que se mostró más agrio en sus críticas hacia los socialistas que en los últimos meses. “Todo lo contrario, señor Franquis, este Gobierno ni se resigna ni se va a resignar a que las cosas ocurran, como ocurrió con el anterior, que nos dejó abiertas y sin solucionar varias crisis: la energética, la hídrica, la de La Palma, la de la vivienda”. Ante las jetas crispadas de los socialdemócratas el presidente les espetó que no podía pedirle a su gabinete que solucionara en nueve meses lo que el PSOE solo supo empeorar en cuatro años.  

Después de algunas preguntas coquetas para su lucimiento de los socios gomeros y herreños Nicasio Jesús Galván reconvino a Clavijo por soltar cosas como “democratizar la riqueza que proviene del turismo” porque eso son cosas de rojos que ahuyentan a la inversión y fragilizan la seguridad jurídica. El presidente le tranquilizó y estuvo a punto de jurarle que no era marxista leninista, ni siquiera neomaltusiano, y Galván le respondió con la sonrisa de novia de Chucky que le caracteriza en los grandes momentos parlamentarios. Por cierto, que un par de horas después la compañera de Galván, su señoría Paula Jover, le preguntó a la consejera de Presidencia y Justicia, Nieves Lady Barreto, que opinaba sobre la supuesta propuesta del Gobierno de Pedro Sánchez para cambiar las mayorías necesarias contempladas en la ley para elegir a los miembros del Consejo General del Poder Judicial.

Barreto no expresó opinión alguna al entender que esa pregunta no podía incluirse en la de control al Gobierno canario. ¿Cómo llegó entonces a incluirse en el orden del día? Jover se mostró estupefacta por la indiferencia de la consejera cuando era obvio que estamos a punto de convertirnos en Venezuela. A ver si la Mesa toma nota e incluye arepas de mechada y reina pepiada junto a los bocadillos y pastitas que ofrece a los periodistas y otras almas perdidas por los pasillos de la Cámara. Supondría una aportación de Vox realmente indiscutible al debate parlamentario. Por supuesto, Luis Campos volvió a agarrar la pancarta del pasado día 20 para exigir medidas ya. Que menos que una ecotasa. O una moratoria de autorizaciones a las viviendas de alquiler vacacional, aunque Clavijo le recordó que eso depende de cabildos y ayuntamientos, no del Gobierno autonómico. Para Campos, por supuesto, el Gobierno estaba sobrepasado, confuso, rodeado, a punto de entrar en la agonía. Vamos, como Román Rodríguez poco más o menos. Más adelante, Manuel Hernández Cerezo demostró de nuevo que nunca será Iñaki Lavandera, al preguntarle a la consejera de Hacienda, Matilde Asian, si está de acuerdo no con subirle a los turistas el IGIC por pernoctar en territorio canario.

El pobre Hernández Cerezo cometió además el error de mostrar su ignorancia afirmando que si compras tus vacaciones en Canarias en una oficina de Berlín no pagas IGIC. Asian le explicó casi maternalmente que no es así, que el IGIC se paga siempre en toda pernoctación, y que la decisión de esa o cualquier otra medida (impuesto, tasa, etcétera) sería fruto de los análisis y debates que el Gobierno estaba desarrollando con otras administraciones públicas. La consejera de Hacienda, simplemente, opta por no pronunciarse antes de finalizar ninguno de esos debates. Es muy sencillo. Hernández Cerezo sonrió como cuando le ataca un ataque de lumbago, aunque en su caso le afectara al cerebro.

La sesión se cerró con un episodio entre cómico y patético. Los diputados se hicieron un lío al votar a los integrantes del Consejo Consultivo, la Audiencia de Cuentas, la Diputación del Común y el Comisionado de Transparencia. No solo se confundieron sino que, al intentar arreglarlo, se confundieron aún más, ante el pasmo de la Mesa, que también se lió, bloqueando absolutamente la situación. En un momento determinado el cronista estuvo convencido de que nunca más pisaría la calle, que a partir de entonces tendría que dormir todas las noches en el edificio de Teobaldo Power en una cama hecha con copias de las dietas de sus señorías, que algunos años más tarde terminaría casándose con una diputada socialista o con un diputado de Nueva Canarias, que ahí, sobre las alfombras apolilladas, y mientras seguía dirimiéndose la votación, fallecería octogenario y babeante sin volver a disfrutar nunca de la luz del sol y abroncado por un ujier por haber perdido treinta años atrás la identificación. Entonces desperté aterrorizado. Los diputados habían contado con los dedos de las manos y pudieron deshacer el error. Una vez más la democracia parlamentaria había vencido.