Santa Brígida

‘Agustinito’, en La Caldera para siempre

Agustín Hernández, de 94 años, que da nombre al camino, reivindica la limpieza de Bandama

Homenaje a Agustinito de Bandama

La Provincia

M. Pino Pérez

El sendero de acceso al fondo de La Caldera de Bandama se llama desde ayer Camino de Agustinito, y además, se ha colocado un cartel de madera que explica a los visitantes que Agustín Hernández Torres fue el último morador y agricultor que trabajó en esas tierras, y también el conservador y guarda de este lugar, que ahora es un Monumento Natural.

A sus 94 años, algo abrumado por el homenaje y reconocimiento público a su labor como vigilante de la Caldera que le brindó ayer el Cabildo de Gran Canaria, Agustinito confesaba que “echa de menos esas bajadas y subidas del Caserío al Fondo“ que ya no hace “porque no puede”. Y es que se trata de un camino de unos tres kilómetros, entre ida y vuelta, con un desnivel de unos 235 metros, que ha hecho hasta varias veces al día desde que llegó a la Caldera en 1936, con sólo 9 primaveras, hasta el pasado año, en que ya contaba con 93. Ahora se vale de un bastón para andar, pero aún así se resiste a que le ayuden, porque prefiere ir “renqueando” a su ritmo.

Aunque Agustinito parece un hombre de pocas palabras, ayer supo decir las justas. “Hace falta limpiar el camino porque como está, no se puede tener”, denunció ante el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, y la consejera de Medio Ambiente, Inés Jiménez, nada más concluir el acto. El comentario arrancó una sonrisa al presidente insular y también al alcalde en funciones de Santa Brígida, Martín Sosa, responsable del área Urbanismo. También estaban en este homenaje otros ediles de la corporación de Santa Brígida, y el presidente

de la Asociación Sociocultural Amigos de Bandama, Alex Hansen, que junto a la de Drago de Sataute, han impulsado que la historia de este hombre quede para siempre unida a la del camino a La Caldera.

Con su cachorro , su rebeca a medio abotonar, y tras la mascarilla a la que obliga la pandemia, respondió a las preguntas de los periodistas interesados en escuchar los detalles de su curiosa vida, porque antes se había limitado a dar las gracias, levantando hacia todos los presentes la pequeña placa que le habían entregado. Desde un segundo plano, le miraban atentas, sin querer restarle ningún protagonismo, su hermana Lucrecia, y también su sobrina Loli.

Contó que cultivaba papas, calabazas, calabacines, y que “todo lo que plantaba se daba en esas tierras”, y que no sólo tuvo un burro, sino también un camello; que ha compartido charlas, pan y queso hasta con muchos excursionistas, y hasta con turistas extranjeros “con los que se ha entendido bien”; que cuidaba con esmero el sendero; y hasta no dudó en señalar que le molestaban mucho las pelotas que le caían desde el campo de golf de Bandama, y que fueron tantas las que llegó a acumular, que «un día las quemó todas».

Hasta bromeó sobre el porqué no se había casado o tenido hijos, y respondió: «que porque le tiene miedo a las mujeres».

El reconocimiento de ayer a este personaje de Santa Brígida que ha sido testigo a lo largo de su prolongada vida de la transformación del paisaje que evoluciona de agrícola a un espacio protegido es el segundo que recibe Agustinito este año. Hace apenas unos meses, el pasado mes de marzo, el Ayuntamiento le nombró Hijo Adoptivo, aunque merecía el de Predilecto, distinción que no se le puede conceder porque nació en Telde, desde donde llega junto a sus padres y sus ocho hermanos para trabajar en la tierra a cambio de poco más que comida. Una situación muy complicada la que se vivía en la isla a finales de los años treinta del pasado siglo.

Destacó ayer el presidente del Cabildo como la presencia de Agustinito en La Caldera ha contribuido a su mejor conservación porque la ha cuidado «con mimo» la mayor parte de su vida. «Incontables son las veces que ha cerrado y abierto la verja de hierro por la que se accede al camino de bajada a La Caldera, y es innegable que con su trato afable ha jugado un papel como guarda de su amada Caldera de Bandama», comentó Morales.

Aprovechó detalles, ya narrados en el pregón que leyó el geógrafo e historiador Hansen con motivo de las recientes fiestas patronales de San Antonio, que definen a Agustinito como el heredero y continuador de una larga saga de campesinos que comenzó en la prehistoria de Canarias, continuó con los trabajadores de Daniel Van Dame desde finales del siglo XVI y se prolongó hasta finales de 2020. Y esa retirada se produce porque el peso de los años obligan a este agricultor a interrumpir sus idas a venidas desde el caserío al fondo de la Caldera, y desde allá abajo otra vez a la casa.

«Agustinito ha sido un gran valedor, defensor y guarda de este paraje natural protegido, que es la Caldera de Bandama, y sin quererlo se ha convertido en el embajador cultural, etnográfico y turístico de Gran Canaria y por ende de Santa Brígida», señaló el alcalde en funciones de Santa Brígida, Martín Sosa. Añadió Sosa que es por esa labor que ha hecho a lo largo de tantos años, por lo que el municipio tenía esa deuda pendiente con este singular vecino, que «de forma tan desinteresada» ha sabido cuidar este paraje como si fuera su propia casa.

Recuperación agrícola

Por su parte, Alex Hansen, como portavoz de Amigos de Bandama y Drago de Sataute, aprovechó para lanzar varios mensajes al presidente del Cabildo. Así, se refirió al hecho de el homenajeado sea el último agricultor de La Caldera para reivindicar «como necesario» el uso agrícola, que ha quedado prohibido por las normas de conservación del Monumento Natural, para que se pueda «mantener una parte del patrimonio etnográfico del interior de este lugar». Insistió en que con la agricultura se podría armonizar la pervivencia del paisaje tradicional y el mantenimiento del espacio natural, «sin ignorar que ha sido utilizado por nuestra especie durante más de mil de años».

Asimismo, puso de relieve como el «carácter altruista y generoso» de Agustinito ha permitido una mejor conservación del patrimonio del Fondo, en tanto que «los visitantes se han encontrado con su mirada vigilante, su actitud observadora y hasta con la acogida en su casa o con su orientación si se perdían». Remarcó como hasta se encargó de abrír y cerrar cada día la cancela del camino, sin pedir nada a cambio. Sobre esto manifestó que esta ejemplaridad, indica la necesidad de que este espacio tenga una gestión particularizada donde «la guardería presencial se antoja imprescindible para su conservación» .

Suscríbete para seguir leyendo