Fiestas del Pino 2023

Con lágrimas a los pies de la Virgen

Desde la madrugada la villa recibía peregrinos llegados de los cuatro puntos cardinales del archipiélago

Hacia el mediodía ya superaban las 7.000 personas

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Desde primeras horas de la mañana e incluso de madrugada, salían desde los cuatro puntos cardinales del archipiélago peregrinos para rendir visita a la Virgen del Pino, para rogarle por sus penas o para cantarle a la imagen «y poner flores a su vera», en un arranque de la víspera del Día Grande lleno de colorido desde el Castañero Gordo hasta los pies de la basílica de la patrona de Gran Canaria. 

Virgen del Pino, todos los que están de visita para verte, hoy han venido a traerte elogios con sumo afán, y como también me dan la oportunidad, quisiera poner flores a tu vera y antes de que estar de regreso, darte un abrazo y un beso del pueblo de La Gomera.

Teror, cuatro horas antes del inicio de la romería y ofrenda a la patrona de Gran Canaria ya era fiesta. Las campanas del mediodía tañían sobre miles de personas, quizá siete u ocho mil, según las cuentas a ojo a esa hora del alcalde de la villa, Sergio Nuez, que llegaban a los pies de la imagen desde los cuatro puntos cardinales ya no solo de Gran Canaria, sino de las ocho islas del archipiélago, como ocurría con Verónica Pérez, de solo 11 años, y que le iba a cantar estos versos de arranque en representación de la isla colombina acompañada de su madre, Leogracia Clemente, y que partían a primeras horas de la mañana de Vallehermoso para descubrir un Teror en plena ebullición.

La marea, por momentos, resultaba impactante, con cientos, miles, de personas pasando por la ‘meta volante’ del Muro Nuevo, arramblando por la calle Real de la Plaza abajo, ya con la basílica a la vista, donde una Virgen del Pino, anotaba promesas sin parar.

Con lágrimas a los pies de la Virgen | | ANDRÉS CRUZ

Con lágrimas a los pies de la Virgen | | ANDRÉS CRUZ / Juanjo Jiménez

Como las de Guadalupe Hernández y Pedro Betancor, de punta en típico, llegados desde San Lorenzo, de Siete Puertas, ambos de 72 años, y que se confiesan unos incondicionales de la cita con la patrona, de «toda la vida», pero que en esta ocasión con un ruego muy especial «para nuestra hija, que todo lesalga muy bien y la ayude», susurraba Guadalupe con la voz entrecortada, mientras el bueno de don Pedro se secaba las lágrimas de los ojos.

Por hijos e hijas, por padres y madres, por penurias, enfermedades, apuros..., decenas de peregrinos se añusgaban con solo atisbar la imagen de la Virgen ataviada con su Manto de los Pinos desde la cancela de Las Ánimas.

Más animosa, pero con la procesión por dentro, llegaba a las diez menos cuarto de la mañana Melisa Cordero a la iglesia tras salir caminando a las siete y media de la mañana desde la capital, justo a tiempo para beber agua, coger resuello y disfrutar de la misa de las diez. Después de la eucaristía le compraba una figura de la Virgen a su madre «que está malita, y una velita que la encenderá mañana», por este viernes que es el día grande de la patrona.

Con lágrimas a los pies de la Virgen

Con lágrimas a los pies de la Virgen / Juanjo Jiménez

Pero no todos era un penar, al contrario, para confortar a esos cientos de peregrinos otras cientos de personas trajinaban desde la madrugada para tenerlo todo a punto para la ofrenda a una patrona que se prestaba a recibir toneladas de productos para los más desfavorecidos. Como Rosa Bravo de Laguna, que arrancaba desde el pueblo sureño a las seis de la mañana y que no recuerda faltar, salvo en tiempos de pandemia, a la cita con la Virgen. Llegaba desde Mogán con una fiesta de mango, plátano y aguacate, «el oro de Canarias», joyas de una huerta mimada por su familia, pero sobre todo por «mi hermano Pepe, que ya no está con nosotros desde hace solo tres meses», y que veía en toda esa fruta que explotaba en colores sobre la carreta municipal la impronta imborrable de su hermano.

Y justo detrás varaba La Barca, la misma que desde hace decenas de años, - éste será el último para pasar a erigirse en monumento en una rotonda de Mogán-, ‘patroneada’ por Fabiola Cabrera y que junto con un equipo formado, entre otros, por su marido Lito Rivero, la joven Marta Torres, de 15 años, llevan días preparando el pescado fresco que entregarían unas horas después a los pies de la Virgen, un tesoro de 230 kilos de bonito, seis kilos de morena pintá, otros tantos de sardinas y pulpo, y un contundente atún de 24 kilos de peso.

Tras una mañana de plegaria se hacía la hora del jilorio. Las tiendas, chiringuitos y tenderetes improvisados despachaban bocadillos de chorizo y Clípper de fresa a destajo, pero también las cocinillas ambulantes que de un tiempo a esta parte proliferan junto a las carretas que esperan su salida desde el Castañero Gordo, como la de Domingo Suárez, de la villa de Agüimes, ahí apostado con su mesa de campaña, su botella de butano calentando plancha para unas hamburguesas de cochino negro que, de solo verlas, mitigaba todas las penas y con las que, ahora, sí, la fiesta echaba andar.