Análisis

El belén oriental de Agaete

El nacimiento de July González y Pedro Armas es un viaje de luz y color inspirado en los grandes pintores románticos europeos del siglo XIX y primera mitad del XX

Entrada de los Reyes Magos a Belén, según la interpretación de July González y Pedro Armas.

Entrada de los Reyes Magos a Belén, según la interpretación de July González y Pedro Armas. / La Provincia

José Antonio Godoy

En el Centro Cultural de la villa de Agaete se acaba de inaugurar un Nacimiento, una obra singular de la pareja de belenistas agaetenses July González Bermúdez y Pedro Armas Boza, maestro belenista. Este belén está documentado e inspirado en las escenas captadas e interpretadas por los pintores románticos europeos del siglo XIX y primera mitad del XX, aquellos que recorrieron Palestina, otros lugares de Oriente Medio y el norte de África para darle veritas a sus obras y a los que la historia del arte, independientemente de que practicaran otros estilos o como en el caso de Dominique Ingres, que nunca estuvo en aquellos espacios geográficos, los encuadró en la llamada corriente orientalista que tanto atrajo e inspiró a muchos artistas cautivados por los paisajes exóticos, las costumbres y tradiciones de aquellas poblaciones tan diferentes a las del continente europeo. Pintores fascinados por la luz y el colorido que fueron elementos definitorios de aquella corriente, destacando, entre los extranjeros, el francés Delacroix, el inglés Holman Hunt, el alemán Gustav Bauernfeind, el austriaco Hans  Makart y el ruso, Karl Briulov.

Mención aparte merecen los pintores españoles Mariano Fortuny, Josep Tapiró y Antonio Fabrés, quienes, por motivos de vecindad, frecuentaron Marruecos quedando prendados de su pintoresquismo, que no sólo no ha pasado desapercibido para nuestros belenistas sino que, antes bien, les ha guiado en su obra, pues la escena del vendedor de tapices visible en el belén, está claramente inspirada en la obra de Fortuny del mismo nombre.

Como buenos artistas artesanos y a sabiendas de que su público (que lo tienen), espera de ellos que le sorprenda cada año, Pedro y July dedican un tiempo considerable a documentarse y mucho más tiempo aún a desarrollar su propuesta, por lo que no es de extrañar que una vez pasada La Rama de Agaete en el mes de agosto, comiencen a desplegar la creatividad que les caracteriza y con la que un año más vuelven a impresionarme muy gratamente, porque aunque hemos crecido juntos y he visto muy de cerca su crecimiento en la construcción de sus belenes, nuevamente me cautivan y me sorprenden. Los belenes de July y Pedro son siempre nuevos y distintos pero siempre están construidos a escala y con perspectiva arquitectónica y siempre incluyen nuevas figuras, modeladas por ellos mismos, también a escala, que aportan realidad y vida a la instalación y que siempre responden a cada una de las escenas.

Tal es así, que cuando hace unos años concibieron el nacimiento para el palacete Rodríguez Quegles, en Las Palmas de Gran Canaria, a partir del vocablo Belén cuya etimología procedente del hebreo Beth-Lehem, significa Casa del Pan, y en solidaridad con otras culturas en las que el mijo, el millo (maíz) o la harina de arroz sustituyen al trigo, no sólo construyeron una instalación de dieciséis metros cuadrados con la que los belenistas recrearon su visión artística a partir del relato bíblico del nacimiento de Jesús, sino que siendo amigos y coincidiendo con una de mis estancias en Alemania, allá que me fui a la ciudad de Ulm a visitar el Museo del Pan para proporcionarles fotografías de los grabados medievales que se exhiben en aquel recinto, de la misma manera y por las mismas razones que me desplacé a la ciudad de Sulz del Neckar, también en el estado de Baden Württemberg , de donde procede y tiene un pequeño museo el pintor alemán más importante dentro de la corriente orientalista como es Gustav Bauernfeind, mencionado anteriormente.

«Si existe una escena definitoria de que estamos ante un belén orientalista, es el derroche creativo en torno a la escena de la curtiduría»

Y si en aquella ocasión y apoyándose en el proceso de elaboración artesanal del pan como base de la alimentación de la civilización occidental, orientaron el relato hasta llegar al pan de vida que supuso para la fe católica el nacimiento de Cristo, centrando la escenografía en una trilla bajo la cual estaba el Misterio como pan vivo, y frente a ésta, los campos de trigo y la panadería comunal, en otra propuesta posterior, inspirada en la arquitectura bereber de las aldeas del Atlas marroquí, además del trabajo minucioso que les supuso a nuestros belenistas imitar los colores y las texturas del terreno mediante la mezcla de tierras recogidas en diferentes lugares y el estudio de la arquitectura doméstica de aquellos pueblos, ahora serán las plantaciones de vides y un lagar bien visible, el centro de atención como símbolo de la producción del vino y que junto con aquel pan de vida, son dos símbolos sagrados desde los tiempos de Abraham, recogidos por San Lucas en sus evangelios: Tomando el pan, dio gracias, lo partió y lo dio, diciendo: Este es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía. Asimismo el cáliz, después de haber cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.

Los proyectos de la pareja belenista agaetense conllevan un proceso artístico basado principalmente en el reciclaje de materiales y en la creación de otros a partir del uso de productos como las resinas para los efectos acuáticos, la espuma de poliuretano y el poliestireno expandido con los que configuran el paisaje, más todo lo que con su mirada belenista selectiva van recogiendo durante el año y transformando mediante acciones de marquetería y modelado principalmente, previa documentación bibliográfica y las visitas a las zonas y museos que exhiben la tradición belenista española entre las que destacan Murcia con las figuras de Zarcillo, el pueblo de Olot en Cataluña, con su Escuela Pesebrista creada por el escultor Ramón Amadeu, considerado el padre del belenismo catalán o el Museo de Belenes de Málaga.

Ruta de los museos de las cunas

Igualmente han recorrido nuestros belenistas la Alsacia francesa, El Tirol austriaco siguiendo la ruta de los krippenmuseum (museos de las cunas) y visitado el Bayerische Nationalmuseum (Museo Nacional Bávaro) en Munich, donde se exhibe la mayor, más extensa y con más alto valor artístico colección de belenes del mundo.

Respetuosos con la arqueología bíblica, Pedro Armas y July González han ido desechando de sus nacimientos o utilizando en su justa medida, elementos arquitectónicos como las típicas cúpulas que fueron elementos posteriores introducidos por los árabes, recuperando las azoteas como estancias y espacios privilegiados para la convivencia familiar y lugar donde cenar y dormir gracias a la benignidad del clima, destacando escenas al aire libre como pudieran ser el mercado de abastos, el zoco con su vida social, los talleres artesanales, el cortejo de los Reyes Magos, la tradicional escena de la Anunciación a los pastores y hasta la reproducción de una fuente que existe en Jerusalén, en la que según la concepción de la pareja belenista, «además de ser el lugar público de abastecimiento de agua, en el que se encuentran las mujeres, también es un espacio privilegiado al ser el único momento del día en el que pueden hablar entre ellas con total libertad».

Postal de la curtiduría, inspirada en la ciudad de Fez, Marruecos, del belén de July González y Pedro Armas-

Postal de la curtiduría, inspirada en la ciudad de Fez, Marruecos, del belén de July González y Pedro Armas- / La Provincia

Visitar el belén realizado por el matrimonio belenista agaetense para el Ayuntamiento de su pueblo es centrarse con detenimiento en las escenas interiores, en las que a veces, por no decir en la mayoría de ellas, hay que alongarse para captar la riqueza de los detalles que las integran sin que ninguno de ellos esté situado al libre albedrío, como sucede con los talleres artesanales de alfarería y cestería, la carnicería, los caldereros o la venta de frutas, de la misma manera que sorprende la vida que cobra a pesar de su estatismo, la escena del encantador de serpientes en plena calle, o la mujer que lanza el cesto atado a una cuerda desde lo alto de su casa al vendedor de melones, cuyo burro ocupa el centro de la calle.

Por momentos me parece percibir los olores a nuez moscada y a curry, a canela y a jengibre, al hanout marroquí, a cúrcuma y a hinojo, que emanan de la venta de especias, de la misma manera que evoco los olores a incienso de olíbano y de mirra con los que se perfumaba en mis años de infancia y adolescencia la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en Agaete, durante la liturgia de adviento y el nacimiento de Jesús la Nochebuena en aquellas Misas del Gallo, equivalentes a los sahumerios que hacían nuestras abuelas en las casas con otro tipo de plantas y fragancias, que además de las propiedades aromáticas se les suponían otro tipo de atributos asociados con la salud.

l último ingrediente de la Navidad en aquel Agaete de mi infancia llegó en 1959, cuando se incorporó a la tradición la ronda de villancicos

Para disfrutar de todos los guiños e insinuaciones que los belenistas hacen a quienes visitan el Nacimiento hay que fisgonear sin sonrojo para descubrir qué sucede detrás de las celosías, mirar una y otra vez con detenimiento las calles angostas en las que a pesar del ajetreo de transeúntes y de las diversas acciones mercantiles y de trueques que tienen lugar en ellas, la perfecta armonía que sin trampantojo alguno genera el trazado arquitectónico y los diferentes planos a escala al igual que las figuras, acaban transmitiendo la conciliación y la paz que se respira cuando te paras hasta quedarte embelesado, pensando en cómo han logrado July González y Pedro Armas tal equilibrio.

Los colores de Sorolla

Pero si existe en mi opinión una escena definitoria de que estamos inequívocamente ante un belén orientalista, es el derroche tan creativo como didáctico desarrollado por la pareja belenista agaetense en torno a la escena de la curtiduría, que así se llama al taller en el que se curten y trabajan las pieles y que sin lugar a dudas está inspirada en los famosos talleres de la ciudad de Fez en el vecino Marruecos; una actividad comercial asociada a la cultura árabe al amparo de la cual surgieron unas instalaciones conformadas por grandes cubetas de piedra o noques, cuya paleta de colores es impresionante, los bombos y los secaderos de las pieles, entre las acciones que se corresponden con las fases a seguir para realizar el proceso del curtido de pieles de camello, cordero, buey y cabra, siguiendo la tradición artesana de la que surgieron las profesiones de peleteros, cortadores, curtidores y teñidores de cueros y pieles.

Aquellas cubetas rebosantes de tintes de colores de las curtidurías que suscitaron el interés de los pintores llamados orientalistas, son las que ahora inspiran a nuestros belenistas sin olvidar la luz mediterránea y los colores que irradian de los cuadros de Sorolla tan inspiradores como las condiciones de vida rural no tan bucólicas, con esos rostros y miradas perdidas del campesinado centradas en los bancales de trigo al estilo de pintores realistas como Millet y Julien Dupré.

No podían faltar en el paisaje del belén orientalista las palmeras que no sólo forman parte del conjunto de plantas propias de aquellas latitudes, sino que además son un indicativo de un posible lugar en el que encontrar agua, dátiles, cobijo y descanso bajo su sombra y que según cuentan los belenistas, a tenor de la leyenda, parece que fue así como sucedió en el momento de la Huida a Egipto, en el que además de matar el hambre a la Sagrada Familia «aparecieron tres ángeles que llevaron de aquel ejemplar, una palma al paraíso que con el tiempo se reconoció iconográficamente como la palma del martirio que portan las imágenes de iglesia, además de ser junto con las ramas de olivo, la flora dominante en la entrada de Jesús en Jerusalén».

Con palmas y olivos en el pensamiento debido a la ausencia de la pareja belenista por motivos de salud, con música celestial surgida de los violines de su nieto Izan Falcón Armas y de Beatriz Nuez Sánchez (también de Agaete), con los villancicos del grupo Los Parranderos del Valle, un chocolate caliente y bollería propia de la Navidad, con los que la concejalía de Cultura, Patrimonio Histórico y Fiestas agasajó al público que abarrotaba el Centro Cultural de la Villa se inauguró el Belén Orientalista de July y Pedro, la noche del 13 de diciembre (día de Santa Lucía), en la misma fecha en la que en mis años de infancia sembrábamos el alpiste y la avena, que junto con la flora autóctona y las plantas acuáticas que crecían en los humedales del Agaete agrícola de entonces, le daban el toque verde al belén familiar.

Años en los que el árbol de Navidad comenzó a instalarse de manera tímida en los hogares de Gran Canaria influenciados por el turismo, destacando entre todos el abeto natural que, procedente de Noruega, se colocaba cada año en el paseo de las Canteras y que junto con el Nacimiento del parque de San Telmo, marcaron tendencia al ser los dos iconos navideños más importantes en la década de los años 50 y 60 del siglo pasado en Las Palmas capital, quedando para las iglesias de la ciudad y de los pueblos el belén como manifestación artístico-religiosa católica, porque el árbol de Navidad y la corona de Adviento, eran dos elementos que ni se olían al estar asociados con la liturgia de las iglesias surgidas del protestantismo.

De igual manera pero a la inversa, era en los campos y en las familias adineradas de la capital, sobre todo las que tenían fincas de las que recibían las viandas según la temporada, como en el caso de Agaete, donde en la cena de Nochebuena no faltaba una buena sopa y carne de baifo con un embarrado, que así llamaban las abuelas al adobo, y que nunca supe de pequeño la razón por la que al llegar en aquellos coches de hora (los amarillos), a la calle Bravo Murillo en Las Palmas de Gran Canaria, con destino a los barrios de Vegueta y Triana, pasaban a llamarse cabrito, descubriendo años después que no creo que fuera por haberlo parido una cabra sino porque lo de baifo en aquel entonces era un vocablo de campurrios que se decía.

Y de postre las truchas, esos dulces que también pasaron a mejor vida cuando siempre fue el recurso de los no tan ricos, porque en las casas siempre había unas batatas (boniatos) a mano que se cocinaban con matalaúva para que cogieran el sabor del anís, a las que después de escurrir una vez guisadas y hechas puré (escachadas), se le añadía canela, rayadura de limón y azúcar, quedando las pasas para añadírselas antes de doblar lo que actualmente llaman obleas que se compran en los supermercados, mientras que en aquella época se preparaba la masa madre con harina, agua, una pizca de sal y aceite y venga a darle que te pego con una botella que hacía de rodillo sobre el poyo de la cocina (actual encimera), hasta alisarla y que estuviera tan fina como para que después de freírlas no se quedaran incomestibles como la suela de un zapato. Lo de espolvorearlas con ¿azúcar glass? que decían las recetas de cocina de algunas revistas es del otro día para acá como quien dice, porque en aquella época se cogía la botella multiuso y a machacar el azúcar hasta que se asemejara al polvo anunciado en aquellos magazines.

Hubo casas en las que las madres con vocación de reposteras como la mía, hacían un licor casero de naranja para lo que montaban una especie de laboratorio en la cocina con botellas, alcohol, coladores de franela, cáscaras de naranja traídas del Valle de Agaete y puestas a macerar con tiempo de antelación y esencia de naranja para regular el sabor comprada a través de algún chófer o cobrador de los coches de hora en la Droguería Espinosa, en Las Palmas capital.

El último ingrediente de la Navidad en aquel Agaete de mi infancia llegó en el año 1959, cuando en la madrugada del 16 de diciembre se incorporó a la tradición navideña y hasta la actualidad, la ronda de villancicos a cargo del coro parroquial dirigido por don Tomás Martín Trujillo, que recorría durante los nueve días que se celebran las Misas de la Luz, las calles del casco urbano de la villa marinera cantando villancicos acompañados de instrumentos musicales, despertando a la vecindad para que asistiera a las misas que vivió mi generación - a la que pertenecen Pedro y July, el matrimonio belenista- recordando el mural gigante y colorista, (obra de Pepe Dámaso), que cubría el retablo del altar mayor de la iglesia de la Concepción, ante el cual se hacía el nacimiento.

Un mensaje de acogida

De aquellas tradiciones que nos transmitieron las generaciones que nos precedieron, conjuntamente con el sentimiento de pertenencia y arraigo a un pueblo llamado Agaete y del desarrollo de sus capacidades artísticas, surge el belén orientalista de July y Pedrito, que en esta ocasión y debido a los conflictos bélicos que se vive en el mundo y particularmente el que está teniendo lugar en tierras bíblicas, han pretendido que su nacimiento «sea un mensaje de denuncia y acogida a las personas migrantes, que por una razón u otra se juegan la vida buscando un futuro mejor, como lo hicieron aquella pareja de Belén en Nochebuena».

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