San Bartolomé de Tirajana

Los vigías del agua de San Bartolomé de Tirajana

Un equipo de seis personas busca y repara las fugas en 300 kilómetros de tuberías en San Bartolomé de Tirajana.

Casas y hoteles consumen 32 millones de litros diarios.

José Campos trata de localizar una fuga  de agua en un tramo de acera en Las Burras, en San Bartolomé de Tirajana, con ayuda de un geófono.

José Campos trata de localizar una fuga de agua en un tramo de acera en Las Burras, en San Bartolomé de Tirajana, con ayuda de un geófono. / Juan Castro

Son las 06.15 horas de la mañana de un día cualquiera cuando José Campos llega a su puesto de trabajo y conecta un complejo sistema de información que, en cuestión de segundos, comienza a arrojar en un monitor cientos de datos en tiempo real sobre el servicio de abastecimiento de agua en San Bartolomé de Tirajana. Analiza el caudal que entra y sale en los distintos sectores para identificar la existencia de una fuga a fin de actuar de inmediato y que la pérdida de agua sea la menor posible. Y de un vistazo es capaz de observar toda la red de distribución del municipio, un entramado de más de 300 kilómetros de tuberías geoposicionadas con aplicación de alta tecnología que cada día mueve 32.000 metros cúbicos de agua, esto es, 32 millones de litros en una localidad turística y, además, la más extensa de Gran Canaria.

Por la izquierda, Daniel Simón, responsable de abastecimiento, y Jaime Planells, director de zona sur de Canaragua.

Por la izquierda, Daniel Simón, responsable de abastecimiento, y Jaime Planells, director de zona sur de Canaragua. / Juan Castro

Como responsable capataz del rendimiento técnico hidráulico de Canaragua, la empresa concesionaria de la gestión del agua en San Bartolomé de Tirajana, José Campos coordina a un equipo de seis personas integrado por Claudio Navarro, Francisco Ramírez, Luis Miguel Cerpa, Alejandro Campanario y Andrés Noda que, a sus indicaciones y geófono en mano, rápidamente se echan cada mañana a la calle para localizar el escape de agua, un recurso escaso y costoso, en tiempo récord, en una media de tres horas. «Cuando analizo los datos y veo una diferencia anormalmente alta entre la cantidad de agua que entra en un sector y la que han consumido los abonados, eso significa que hay una fuga», señala Campos.

Sectorización

Las fugas constituyen un problema con importantes implicaciones ambientales y económicas, sobre todo en largos episodios de sequía como los que vive Gran Canaria. Pero, ¿cómo se localiza una fuga a lo largo de 300 kilómetros de tuberías y en un territorio de 333 kilómetros cuadrados? Con tecnología, en la que la compañía ha invertido más de dos millones de euros en los últimos años. La aplicación de esa tecnología permite dividir toda la red en 33 sectores que a su vez se dividen en 108 subsectores, distribuidos en barrios o incluso largas calles, con el objetivo de acotar al máximo la búsqueda. Y todo está monitorizado con sensores y contadores. Con el geófono, los técnicos deben tirar de oído para escuchar dónde está la fuga y repararla. Registran alrededor de 120 averías mensuales.

«Cada metro cúbico de agua que se nos va por las redes es dióxido de carbono que se va gratis a la atmósfera», señala Jaime Planells

El control del agua es básico para no perjudicar al medio ambiente, y no solo por la pérdida gratuita de este recurso, sino porque producir agua desalada en las dos plantas de Las Burras y Morro Besudo implica consumir energía eléctrica procedente de fuentes fósiles. «Cada metro cúbico de agua que se nos va por las redes es CO2 que se va gratis a la atmósfera» y el problema medioambiental es doble, relata Jaime Planells, director de la zona sur de Canaragua.

Para producir un metro cúbico de agua son necesarios 4 kilovatios/hora de energía; monetarizado, significa que producir un metro cúbico de agua, trasladada a uno de los 33 depósitos distribuidos por la geografía municipal y apta para el consumo, cuesta 1,20 euros. Con esas cifras, y para reducir la huella de carbono, la compañía ya proyecta la construcción de dos parques de energía fotovoltaica para el autoconsumo en las plantas desaladoras de agua.

José Campos observa el geófono con el que localiza las fugas de agua.

José Campos observa el geófono con el que localiza las fugas de agua. / Juan Castro

Por tanto, ¿se puede prevenir la rotura de tuberías? Sí. La particularidad de la red de abastecimiento de San Bartolomé de Tirajana es que está conformada por tuberías de más de 40 años, por lo que el control de las presiones es clave para tratar de evitar roturas que provoquen grandes pérdidas de agua. La media en esta localidad es de un 10% de agua perdida, según explica por su parte Daniel Simón, responsable de abastecimiento en este municipio.

La concesionaria va a construir dos plantas solares para hacer que la producción de agua sea más sostenible

La concesionaria no dispone de planes de inversión para renovar la red de tuberías, pero cada vez que se rompe una se propone la sustitución de las redes de fibrocemento y polietileno actuales, un material más frágil, por otras de PVC. Los puntos de mayor concentración de fugas están en Castillo del Romeral, Salobre o El Tablero. En la zona turística, donde Meloneras se alza con el mayor volumen de agua suministrado diariamente, con 2.500 metros cúbicos, las averías son puntuales porque aunque la red es antigua, las válvulas de presión permiten controlar los caudales y con ello las roturas.

«La importancia de reparar las roturas no solamente es hacerlo bien y a tiempo, sino dejar trazabilidad de toda la información que es valiosa para tomar decisiones en los siguientes años», añade Jaime Planells, por eso a futuro «tendremos que tecnificar aún más todos los procesos».

Una plantilla de 70 personas forma parte de la compañía de gestión de aguas en San Bartolomé de Tirajana para garantizar que el agua salga por los grifos de 35.000 abonados en condiciones óptimas. Y que no se pierda por el camino. Ellos son los vigías del agua en Maspalomas.