La perrera de Bañaderos cierra sus puertas a los canes de la capital grancanaria. La causa no es otra que los más de 15.000 euros que les debe el Ayuntamiento. Los últimos ejemplares -nueve de un total de 27- entraron el martes en el albergue insular.

La dirección del centro ha decidido tomar esta medida tras seis meses sin recibir un euro del Ayuntamiento, aunque la concejala de Salud Pública, Inmaculada Medina, aseguró el miércoles que no se había pagado porque hasta el 11 de mayo la Asociación Albergue de Bañaderos "no había presentado las facturas". Ajenos a la burocracia y a los líos entre administraciones, unas 600 mascotas, entre perros y gatos, esperan ser adoptados.

"Recibiremos las mascotas que traigan los ciudadanos y los casos excepcionales, pero no aceptaremos los animales del servicio de Recogida diaria del Ayuntamiento hasta que no nos paguen", indicó la directora del albergue, María Rosa González. El Albergue insular de Bañaderos recoge las mascotas de 19 municipios menos las de Agüimes y Mogán. Según la directora del centro, todos los municipios tienen "actualizados" sus pagos.

Normalidad

La perrera, a la espera que se resuelvan sus diferencias con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, sigue funcionando con normalidad y los animales atendidos a la espera de ser adoptados. Marcos García Marrero aprovechaba el miércoles pasado su día libre como auxiliar en un centro de día para llevarse a casa una nueva mascota. "Tengo tres, una de ellas adoptada hace nueve meses, pero entre tanto perro tienes que venir varios días para ver antes de elegir. Hay que ver su carácter, cómo se comporta con los demás para que haya buen feeling con los que ya están en casa", comentaba.

Respecto a la situación por la que atraviesa el centro, era contundente. "Si los perros no estuvieran en el albergue, estarían en la calle así que le sale bastante económico al Ayuntamiento", apuntaba.

En las puertas del centro, Nala, una perrita de color negro, gemía asustada a los pies de sus dueños, Carmen García y Juan Vega, antes de pasar consulta veterinaria. "La hemos traído para que la revisen porque se quitó una grapa. La esterilizamos esta semana no sólo para que tenga crías sino para evitar que muera de cáncer", señalaba Carmen.

Nala fue adoptada hace un año porque al pequeño de la familia, que tiene 16 años, se "le antojó un cachorrito". Por 60 euros se la dieron vacunada y con el chip incorporado por si acaso se pierde.

La llegada de Nala a la familia no ha supuesto ningún gasto extra a pesar de estar en tiempos de crisis. "Siempre están las marcas blancas. Un saco de 20 kilos de pienso sólo nos cuesta ocho euros", subrayaba Carmen.

Nala se marchaba afortunada a los pocos minutos de pasar consulta. No tenía la misma suerte un labrador blanco. Sus dueños le dejaban en el centro.