Las Torres: el barrio que comenzó bloque a bloque

El historiador David Naranjo recopila en un libro los hechos y la evolución histórica de Las Torres a través de las vivencias de sus vecinos más longevos

Hasta principios del siglo XX los Altos de Guanarteme eran terrenos más bien baldíos. El auge del Puerto de La Luz, de la agricultura de exportación y, curiosamente, de las telecomunicaciones, propiciaron que aquellos lomos comenzaran a poblarse así. Nació así un barrio cuyos vecinos lo levantaron bloque a bloque: Las Torres. «Tuvieron que costearse sus propias aceras o incluso las infraestructuras básicas más necesarias tuvieron que costearlas de su bolsillo», apunta el historiador David Naranjo, quien ha recopilado en un libro los hechos y la evolución histórica de esta zona de Las Palmas de Gran Canaria.

La necesidad de recuperar y aunar en una publicación la historia de Las Torres nace de la mano de Inmaculada Reyes Naranjo, vecina del barrio. «Ainiciativa particular decidió ahondar tras la cuarentena en la historia de la central de telecomunicaciones que originó el topónimo del barrio», señala Naranjo. A partir de ahí, entra en contacto con asociaciones de vecinos y mayores de la zona y deciden así recopilar todo en un libro para presentar el proyecto a la concejalía de Ciudad Alta

Así es como nació el libro 'Estudio y análisis de los hechos históricos que conformaron el devenir del barrio de Las Torres'. La obra de Naranjo comienza desde el primer poblamiento de las Islas. Y es que en las inmediaciones de Las Torres, principalmente en las paredes del barranco de Tamaraceite, existen varios asentamientos aborígenes. Esta zona pertenecía al cantón de Atamariaseid o Atamaraseid. De este pasado quedan yacimientos como las cuevas de la Luna o la del Calabozo.

«El centro de telecomunicaciones fue el origen del topónimo del barrio», indica Naranjo

Tras la conquista, todos estos lomos formaron parte del extinto municipio de San Lorenzo. Los conocidos como Altos de Guanarteme permanecieron casi despoblados hasta el siglo XX. La década de 1930 arrancaría con dos construcciones que serían un hito en la historia del barrio. Por un lado, la puesta en marcha de una estación de telecomunicaciones cuyas antenas aportarían el topónimo de Las Torres; y por otro, la inauguración de un campo de fútbol que a inicios de la dictadura se reconvirtió en campo de concentración.

Según relata Naranjo, Transradio adelantó a LA PROVINCIA en enero de 1930 la compra de un terreno de 14.000 metros cuadrados a «400 metros a la izquierda del camino a Tamaraceite». Allí se instalaron tres altas torres tubulares descritas entonces como «cañas de bambú», se trataba de dos mástiles de 75 metros de alto cada uno y un tercero de 54. El primer telegrama oficial se envió el 24 de noviembre de ese mismo año, a las 11 de la mañana.

Un viento huracanado terminaría por derribar una de las torres de 75 metros en 1936. «La instalación del centro de telecomunicaciones fue el desencadenante directo del origen del topónimo actual del barrio», reseña Naranjo en el libro. El historiador recoge así las vivencias de varios vecinos mayores, quienes relatan que «el señor Carratalá le decía al técnico, oye vete a la torre alta, porque hay un cable que se rompió o vete a la torre baja y de ahí vino el nombre de Torres Altas y Torres Bajas». Según estos, anteriormente el primero se llamaba Llano del Polvo y el segundo Hoya de la Gallina.

El otro símbolo del barrio en sus orígenes fue el fútbol. El primer campo fue el desaparecido Bellavista, inaugurado en 1931 ante la saturación del Campo España en la capital. Este espacio terminaría por convertirse «en un lugar de horror y desesperación de cientos de presos políticos». Así, en 1940, en dictadura, se clausura el campo de concentración de Gando y los reclusos son conducidos al nuevo centro de Las Torres-Guanarteme, el cual estaría operativo un año hasta la puesta en marcha de la cárcel de Barranco Seco.

«Siguiendo un eje cronológico», apunta Naranjo, toma a partir de los años 50 importancia la agricultura. Las plantaciones de la zona alta eran de los Betancores, y las de la zona de baja de Eufemiano Fuentes. Predominaban principalmente los cultivos de plátaneras, pepinos y pimientos. Sería también en esta etapa cuando nace la granja de pollos en cuyo logo publicitario había dos torres.

Se produce «una primera arribada de gente que vino de La Isleta ante la dificultad de encontrar una vivienda económica», apunta Naranjo. Y es que los pequeños terrenos estaban a precios muy bajos. A estos se sumarían, indica, el éxodo rural, «las gentes de las medianías y cumbres». «Era un barrio dormitorio del Puerto que era donde había trabajo», señala, en industrias como las que había en Guanarteme.

ADN de las medianías

«Llevaban el ADN de las medianías, muchos tenían en patios o en las azoteas animales», cuenta Naranjo en base a las vivencias de los vecinos entrevistados. De hecho, alguno recuerda cómo le vendían el queso que hacían con la leche de su cabra a los empleados de la estación de telecomunicaciones. Algunos vivieron en chabolas al principios, otros en precarias viviendas de autoconstrucción.

Aquellos primeros vecinos se encontraron con un barrio que había que levantar de cero. Calles sin asfaltar y sin equipamientos básicos. Según relatan los vecinos mayores en el libro, para salir de casa e ir a trabajar o al cine «teníamos que llevar dos zapatos», unas alpargatas para evitar el barro o el polvo y otros para cambiarse cuando llegaban a la parada de guagua -que estaba en la antigua carretera general de Guanarteme a Tamaraceite-, «donde había una piedra» y allí las dejaban para recogerlas a la vuelta.

Para salir de casa, los vecinos llevaban dos zapatos, unas alpargatas para la tierra y los buenos

La falta de higiene, de centros recreativos, colegios o médicos fueron algunas de las preocupaciones vecinales entonces. Tampoco tenían agua corriente en las casas, que traían desde algún estanque cercano. Hubo una época en la que el colegio más cercano estuvo en el Lomo Apolinario, aunque después pasaría a jugar ese papel La Feria. Barrio este último del que les separaba un vertedero ilegal que cruzaban a pie. La construcción del alcantarillado no se aprobó hasta 1979. 

Ante esta disyuntiva nacieron movimientos vecinales para demandarle al Ayuntamiento mejoras, tal es el poder que tuvieron -ellos mismos diseñaron calles e hicieron obras junto a técnicos municipales, que se les llamó «concejales de distrito», cuenta el historiador. Mención especial a las mejoras que lograron en la etapa de Juan Rodríguez Doreste en la alcaldía en los 80.

El libro recuerda también figuras como la Juanito el alemán, quien tuvo «el único coche para una urgencia». Además del «elemento transformador» que fue el fútbol, sobretodo entre la juventud del barrio. También hay mención especial al radiotelegrafista José Luis Carratalá, quien dio un pregón en las fiestas del barrio en 1987 basado en su paso por la central de Transradio -que estuvo operativa hasta los 70- y a su muerte donó una importante información que sirvió de fuente para la elaboración del libro.

Esta obra, apunta Naranjo, «habría que trabajarla en colegios del barrio». El historiador reseña que en Las Torres existe «un proceso de desarraigo» acelerado en los últimos 15 años a raíz del rápido crecimiento con nuevas urbanizaciones. «Muchos vecinos nuevos no saben bien donde viven y dicen que eso es Siete Palmas, el Negrín o Las Ramblas», indica. Nuevas denominaciones que, por ejemplo, reforzó el Centro Comercial Las Ramblas, «que al principio iba a llamarse El Tanque porque se construyó dentro del estanque de los 60 escalones», aclara. Al final, la cuestión es que el legado de ese barrio de autoconstrucción no se pierda para siempre.

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