La revolución verde de las azoteas impulsada por vecinos y nómadas en Guanarteme

Una bióloga y un consultor ponen en marcha el primer huerto comunitario en un 'coworking'

A Talleres Palermo, situado a dos calles de Las Canteras al final de Mesa y López, hace un buen puñado de años que no acuden carpinteros de las medianías para cortar las tablas de sus muebles o de sus ataúdes, sino nómadas digitales, foodies, cinéfilos, curiosos varios, amantes de la música y, desde el pasado mes de agosto, una treintena de hortelanos que han convertido la azotea del histórico establecimiento industrial en un huerto urbano.

Es, según el portugués J. Méndes, el único espacio internacional de coworking con huerto comunitario propio, al menos con las características de convivencia y de autogestión que imperan en la azotea más verde de la ciudad, con una veintena de mesas de cultivos, mariposario, fuente y sistemas verticales de jardines. Un pequeño vergel comestible en donde se mezclan vecinos y nómadas digitales como el propio Méndes, que está especializado en organizar eventos relacionados con la sostenibilidad y el teletrabajo colaborativo.

Crear comunidad a través de las plantas es, precisamente, uno de los objetivos de Ekohood, la marca creada por la madrileña Eva Cancelo y el alemán Thorsten Pieper para llevar esta revolución verde a las azoteas de los barrios y a los balcones de las casas canarias, dos espacios tradicionales en los hogares isleños susceptibles de sumarse al carro de la biodiversidad para promover desde ellos el cambio que necesita la capital grancanaria, tan vinculada a una playa urbana maravillosa como sitiada por el cemento de sus nuevos edificios.

Imaginación y reciclaje

Por eso sorprende subir a la azotea de Talleres Palermo y encontrarse entre los edificios de Guanarteme con una fuente hecha con palets reciclados, o con varios sistemas de jardines verticales en los que crecen aromáticas de todo tipo, sin olvidar un mariposario hecho con puertas antiguas de cristal o una compostera grande y mesas de cultivo, construidas también con materiales procedentes de otras industrias, como las cajas de transporte industrial o los palets mencionados.

Esa mesas en altura, algunas con código QR para explicar lo que está plantado a los visitantes, entre ellos los nómadas que acuden a teletrabajar a la cafetería de Palermo, son perfectas para crear un microbosque comestible que crece al vaivén de las mariposas y del borboteo del agua.

Sorprende ver lo recto y lo sano que crece el kale, o cómo se aprovecha el espacio que dejan las habichuelas y los tomates para que se desarrollen a sus pies las lechugas o las acelgas, por citar algunas de las combinaciones más exitosas logradas por los hortelanos, todo con el correspondiente acolchado para proteger el suelo y regar lo menos posible para ahorrar agua.

Los vecinos que han conseguido ese pequeño oasis no solo vienen del Puerto o de Guanarteme, sino también de La Minillla y hasta de Escaleritas. Llegan, saludan y se ponen a trastear en la tierra. Unos recolectan la lechuga por hojas para hacerse una ensalada, otros riegan, abonan o revisan todas las plantas en busca de plagas. Hay que estar alerta porque no se permiten remedios químicos. En la azotea de Palermo todo crece en modo ecológico, siempre con el asesoramiento de Cancelo, que lo mismo prepara una infusión de cola de caballo para ahuyentar los hongos de los tomates o te recomienda a un bichito que se come a otro bichito. Es «la madre de plantones», como la llaman con cariño huerteros y alumnos. Porque en Ekohook también se imparten talleres para cultivar la ecología y la sostenibilidad, entre ellos la clásica introducción para iniciarse en el huerto urbano, la creación de jardines verticales, la elaboración de comida vegana o alternativa y la preparación de semilleros.

Y es que la colaboración comunitaria y el intercambio de experiencias con los alumnos es, quizá, el mayor atractivo del proyecto junto al placer de meter las manos en la tierra, explica Lydia Quintana, que es una de las primeras vecinas de la zona en lanzarse al cultivo de la verdura en la azotea de Palermo.

Quintana vive justo enfrente de uno de los edificios que dan al espacio de coworking. Desde que vio movimiento no se lo pensó y se apuntó al proyecto. «Solo el cambio visual ha sido tremendo. Antes el espacio estaba repleto de maderas y algo descuidado, pero ahora es todo más saludable, con mucho verde y un ambiente tirando a hippie en el que resulta muy agradable ver a la gente trabajar», opina la vecina.

Luego hace una pausa y aconseja a Rocco Putignano, otro nómada digital, en este caso italiano, cómo combatir el pulgón que amenaza la salud de sus bellas lechugas, en este caso a base de un preparado de hojas de tomate. Más allá Eva Cancelo imparte un taller de semillas, mientras el resto de compañeros sigue trasteando en sus huertos o se toma un descanso a la sombra de la pérgola, como hacen las hermanas Ana y Caridad Hernández Sánchez, o las jóvenes Maribel Sáez y Paula Chicote, que vienen de la parte alta de la ciudad y se han hecho amigas gracias a esta iniciativa comunitaria, porque «no todo va a ser de supermercado y aquí las fresas saben más ricas», comenta a coro la pequeña congregación para explicar de dónde proviene tanta motivación hortícola. Todos pagan 30 euros al mes por su espacio, el agua y el asesoramiento permanente de Cancelo.

Es, claro está, el momento de abrir la cerveza y degustar los aperitivos traídos de casa para compartir. Porque es sábado y la azotea está en plena ebullición solariega. La mayoría aprovecha ese día para atender sus verduras... Madres, padres, hijos, hermanos, solteros, mayores, gente de aquí y de fuera... Todos suelen coincidir en algún momento de la semana. El espacio, de hecho, comienza a quedarse pequeño para acoger a nuevos entusiastas, aunque Cancelo y Pieper esperan expandir pronto el proyecto a nuevas azoteas, tanto de particulares, asociaciones o empresas que quieran empezar a comprometerse con la sostenibilidad.

Ella es investigadora marina experta en el cultivo de algas; él, tras dejar la fuerza aérea alemana (Luftwaffe), se ha hecho un hueco el mundo de la logística, donde sigue trabajando de consultor. Ambos se conocieron en Taliarte, donde Cancelo ha llevado varios programas sobre la espirulina. Ahí conectaron y decidieron luego crear Ekohood. «Necesitamos más azoteas como ésta porque esta ciudad necesita más jardines», lanza Pieper, cuyo proyecto Pulmón Verde triunfó en el concurso Greenweekend Canarias 2021.

Se trata de crear jardines verticales móviles y vermicomposteras a pequeña escala, tanto para acercar la jardinería a los isleños como para reducir la huella de carbono en las urbes, todo ello con el uso de materiales reciclados, como enseñan en Talleres Palermo desde agosto, siempre con una base científica y técnica y, sobre todo, a partir de la necesidad de reconectar con la naturaleza y difundir la importancia de la biodiversidad en los barrios. «Ese es nuestro lema y lo queremos extender a más vecinos, a empresas y espacios públicos», asegura el alemán.

Cada kilo de materia orgánica que se mete en una compostera permite ahorrar otros 2,5 en emisiones de CO2, destaca Pieper. ¿Se imaginan el beneficio comunitario de montar una en casa? No, ¿verdad? Mejor pasen por Palermo y vean los cursos de Ekohood o, mejor todavía, anímense a cultivar un huerto en su azotea.

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