Medio Ambiente | Investigación

Los jardines, campo de ensayos

Los palmerales de la ciudad sirven de laboratorio para erradicar el picudín

El ICIA estudia en los ejemplares del paseo de Chil la eficacia de un hongo natural

Un vehículo de FCC instala una trampa en un ejemplar del parque Doramas durante un ensayo pasado. | | CARINA RAMOS

Un vehículo de FCC instala una trampa en un ejemplar del parque Doramas durante un ensayo pasado. | | CARINA RAMOS / Lourdes S. Villacastín

Los parques y jardines son espacios de esparcimiento y ocio pero también laboratorios para la investigación científica frente a plagas tan importantes como la Diocalandra Frumenti Fabricius, un pariente del picudo rojo conocido como picudín por su menor tamaño y principal plaga de la palmera canaria, todo un símbolo del territorio e identidad del Archipiélago, tras erradicarse en 2016 su familiar Rynchophorus ferrugineus.

Desde 2014 el Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) utiliza los palmerales de los parques de Don Benito Pérez Galdós, Doramas, el paseo de Chill y el Pambasso, entre otros espacios, como lugar de ensayo para combatir a este pequeño insecto con el apoyo del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y la colaboración de Fomento de Contratas y Construcciones (FCC), encargada del mantenimiento y conservación de los espacios verdes de la ciudad.

La Diocalandra Frumenti Fabricius es un pequeño gorgojo de unos 6-8 milímetros de longitud, originario del sureste asiático, que apareció por primera vez en el sur de la Isla a finales de los 90. Los daños que provoca en las palmeras los hacen las larvas que, al alimentarse y excavar en las hojas verdes, provocan que estas se sequen prematuramente acelerando su colapso. Actúan además como vector en la propagación de enfermedades fúngicas en los ejemplares y facilitan la entrada de hongos fitopatógenos, también letales para las palmeras.

La ingeniera agrónoma Carina Ramos, actualmente colaboradora externa del ICIA, lleva desde 2016 estudiando el control del picudín, temática sobre la que desarrolla su tesis doctoral bajo la dirección de Estrella Hernández, investigadora del organismo autónomo del Gobierno de Canarias, adscrito a la consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca.

«El picudín de la palmera llegó a Maspalomas con el tráfico comercial de material vegetal destinado a jardinería, procedente de zonas afectadas. Gran Canaria fue la primera isla infectada del Archipiélago, pero la Diocalandra Frumenti está ya en todas a excepción de El Hierro y La Graciosa», explica la experta sobre cómo ha logrado colarse el insecto.

«Las condiciones climáticas de nuestro territorio son idóneas para el establecimiento y dispersión del gorgojo. Pero, en concreto, los palmerales de Gran Canaria sufren una gran presión de la plaga, detectándose la presencia del picudín en numerosos puntos de la isla y registrando altos índices de capturas por trampa, con valores que han llegado a superar los 500 adultos por trampa y semana», indica Carina Ramos.

El temor es que el picudín acabe con los palmerales naturales situados a una cuota más alta del litoral, visto que ya ha colonizado la costa y que está subiendo en altura. De ahí la importancia del estudio en los jardines de la ciudad.

«El ICIA inició la búsqueda de un sistema de monitoreo desde cero, con la dificultad añadida de contar con una escasa información al respecto», indica la agrónoma. A lo largo de estos años se han llevado a cabo numerosos ensayos para encontrar un sistema de trampa adecuado con atrayentes y con un elemento retentivo que permitiera la detección del picudín. «A día de hoy, tanto la trampa como la feromona atrayente se encuentran disponibles comercialmente», añade.

FCC colabora con maquinaria y personal en instalar trampas y realizar otras peticiones

Para lograr que una trampa funcione se han hecho previamente un sinfín de ensayos, practicando a la trampa diseñada numerosas modificaciones para buscar la más óptima para atrapar al insecto. «Desde qué color poner que les atraiga, la altura a la que hay que colocar la trampa en la palmera o la distancia respecto al siguiente ejemplar, el número y posición de orificios de ventilación hasta pulir el sistema de trampeo. Es un trabajo que ha supuesto nueve años de investigación», puntualiza.

No todos los espacios valen para ver si funciona o no una trampa. La investigadora explica que para seleccionar una zona de jardín se usan varios parámetros. El principal es que exista un número mínimo de palmeras para poder establecer un diseño con criterio científico, al igual que ocurre con los placebos en la investigación clínica. Además, se buscan palmeras con similares características en porte y nivel de afectación. «Las trampas están impregnadas en su interior con un insecticida, de ahí que se busquen ejemplares de porte medio o alto para evitar también que los curiosos puedan acceder a ellas», dice.

Las palmeras del paseo de Chil son hoy campo de operaciones para poner a prueba el Beauveria bassiana, un hongo entomopatógeno utilizado como insecticida natural en diversas plagas, y que ya tuvo éxito con la extinción del picudo rojo que afectó a las islas. En el laboratorio ya se ha validado su eficacia, pero ahora hay que salir a la realidad y conocer si opera en condiciones reales de campo.

Para llevar a cabo este tipo de ensayos en condiciones reales, Carina Ramos cuenta con la ayuda de FCC, que aporta los vehículos con plataformas elevadoras y personal especializado en trepa y poda en altura, ya que el uso de trepolines está prohibido por el daño que provocan al ejemplar, salvo autorización expresa del Cabildo.

«Agradecemos el esfuerzo de FCC y el Ayuntamiento por destinar una pareja de operarios y un vehículo cada vez que realizamos una evaluación de ensayo, como hicimos durante dos años consecutivos en Ciudad Jardín en que no se cortaron las hojas de los ejemplares», cuenta la investigadora, conociendo el impacto que supone para los vecinos el ver una palmera seca y considerar que es por falta de mantenimiento.

La ingeniera subraya que la validación de los ensayos no tienen siempre resultados inmediatos. «Los ensayos que han demostrado buenos resultados en condiciones óptimas de laboratorio, luego en el campo puede mostrar resultados mediocres».

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La investigación sobre el picudín rojo arrancó casi al unísono de que FCC detectara daños severos en ejemplares de la capital y decidiera contactar con la Unidad de Protección del ICIA en busca de una solución. La empresa de mantenimiento de parques y jardines de la ciudad ya colaboró en 2012 con el Cabildo insular de Gran Canaria para tratar de controlar al insecto. El picudín entró por el Sur de la Isla a finales de los 90 y, aunque tiene poca capacidad de vuelo, logró ir distribuyéndose por la Isla debido a los corredores existentes de palmeras canarias que se plantaron hace décadas para embellecer las vías, así como por la mala gestión a la hora de eliminar los residuos de la poda. Palmerales emblemáticos como los de Arteara, Aserradero, Ayagaures o Gambuesas, entre otros, están ya afectados por el insecto. En 2021, había en la ciudad 23.139 palmeras, unos 3.000 ejemplares menos de las que se contabilizaban hace ocho años, producto de su desplome o tala por la existencia de hongos e insectos. De ahí la necesidad de que se investigue cómo acabar con él. | L. S. V.

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