Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Una nueva vida para el bar Chichi

El restaurante de Luis Doreste Silva llega alimentando a los palmenses más de cuatro décadas

Hace seis meses la hermana del anterior propietario reabrió el negocio

De izquierda a derecha, la contable Miriam Falcón Alemán; la propietaria, María Margarita Alemán y el anterior dueño Cayetano Alemán.

De izquierda a derecha, la contable Miriam Falcón Alemán; la propietaria, María Margarita Alemán y el anterior dueño Cayetano Alemán. / José Pérez Curbelo

María Margarita Alemán, la más pequeña de una familia de quince hermanos, salió del colegio a los doce años para atender a su abuela enferma. Fue entonces cuando aprendió a cocinar los platos tradicionales canarios siempre a la vera de su madre. Empezó a trabajar en todas las profesiones y recaló en la hostelería como ayudante de cocina. Hace seis años se convirtió en la propietaria del Chichi restaurante, que lleva alimentando a los palmenses desde hace 42 años en la calle Luis Doreste Silva en Las Palmas de Gran Canaria.

En un principio estaba regentado por Ricardo, al cual sus amigos lo llamaban el Chichi, y así surgió el curioso nombre, que admite la dueña, a veces lleva a error y bromas por su connotación sexual. Pero, después de nueve años, fue traspasado a Cayetano Alemán, que tomó las riendas desde 1990 junto con un cuñado al formar una sociedad. Hace seis años se separaron y quedó Alemán al frente del negocio, hasta la pandemia de Covid-19, una época muy dura ya que no pudo lidiar con la crisis y cerró el establecimiento para jubilarse. Su hermana María Margarita Alemán trabajó con él en la cocina durante seis años, y cuando el bar cerró tomó la decisión de continuar ella con el negocio. «Los primeros meses han sido un pánico que no veas, pero ha tenido una aceptación tremenda, de tal forma que ha revivido el local porque estaba medio muerto ya», explica Alemán.

La nueva propietaria añadió nuevos platos para que el menús revitalizara. «La carne de cabra, la ensaladilla, mis tortillas son famosas, mi garbanzada, platos de cuchara, potaje de perro de toda la vida, conejo en salsa, hígado, las lentejas, cosas que ya muy poca gente hace», enumera. «Vas por ahí y lo único que encuentras es ensalada y hamburguesa y aquí siempre hay un plato de cuchara como si comieras en tu casa», defiende. Los postres son los platos favoritos de preparar de Alemán: «El flan de toda la vida, el arroz con leche, las natillas, la tarta de queso», comenta.

El exterior del restaurante.

El exterior del restaurante. / José Pérez Curbelo

No solo la carta cambió, también el aspecto del local, que se ha vuelto más luminoso y diáfano. En 16 días y con sus propias manos y las de su hija y sobrino la nueva empresaria consiguió llevar a cabo una remodelación que le dio un aire fresco. «La gente me dice que si es más grande, pero en realidad lo que hice fue quitar las cosas de viejos, o sea, era un restaurante de hace 33 años, con colores de madera del año la pera, también había ahí una máquina de tabaco, que decidí que no quiero vender tabaco aquí y la quité», detalla.

Alemán destaca la frescura de los productos que hacen que cada plato este envuelto en un gran sabor. «Todo eso se corta sobre la marcha, no es una cosa que lo tenga elaborado, yo hago un potaje de lentejas, y se acaba al día», hace hincapié. Además del precio asequible, que a pesar de la inflación ha decidido no subir porque muchos de sus clientes son pensionistas, que en muchas ocasiones van a comer todos los días. «También vienen por la atención», explica Alemán, para ella, la clientela es como una familia, y por ello, las paredes del local están llenas de fotografías de clientes asiduos, que dan un aspecto hogareño al lugar. «Al final vienen y te cuentan su vida personal y te tratan como a uno más y yo igual con ellos», destaca.

Una gran familia

El ambiente familiar también se respira en el aire por los propio trabajadores, ya que Alemán contrató a su hija y a su hermano para que también formaran parte del negocio. «Mi hija que había estado trabajando en italiano en Fuerteventura se vino porque estudió económicas y sabe mucho, por lo que vino a ayudarme unos meses y la verdad es que ha sido mi pilar, porque me lleva la contabilidad, y yo me dedico a cocinar», cuenta.

El esfuerzo ha dado sus frutos, ya que la dueña asegura que algunos días tiene todas las mesas reservadas antes de la hora de comer, además, empezó a abrir los sábados y consiguió una gran aceptación, y afirma que si todo sigue su curso para septiembre contratará a otro empleado.

Alemán que trabajó durante mucho tiempo como ayudante en restaurantes de alta cocina, se dedicó a hacer lo que a los chefs menos les gustaba, es decir, los postres o las recetas más tradicionales. Por ello, convirtió aquellos platos infravalorados en su marca de identidad, para devolver a los paladares de sus clientes los sabores de toda la vida, los de aquellos platos que recuerdan al hogar.

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