Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Bar El Campesino, un oasis de comida típica en Las Palmas de Gran Canaria

El bar El Campesino, más conocido como Ca’ Colacho, lleva desde 1962 sirviendo las recetas tradicionales canarias que reconfortan los paladares gracias a los recuerdos

Bar El Campesino en Las Palmas de Gran Canaria

C. T.

Donde ahora hay mesas y sillas, platos y cubiertos y cazuelas llenas de caldos, antes había parejas que bailaban en los conocidos bailes de Taifa que organizaba Agustín Rodríguez. Su hijo Nicolás Rodríguez al volver del cuartel abrió una peluquería en 1948 en esa misma casa, que es una de las más antiguas del barrio capitalino Montequemado. «Él era barbero, pero hacía de todo, también era el practicante del pueblo, ponía las inyecciones», cuenta su hijo Nicolás Rodríguez, que regenta el bar El Campesino, más conocido como Ca’ Colacho desde 1975 en el mismo hogar de sus antepasados. 

Además de barbería, era un lugar de encuentro para todo el barrio, un espacio de tertulia y reunión. Los jóvenes se pelaban y acicalaban para visitar a sus novias y después de verlas se dirigían nuevamente a la peluquería para charlar y jugar a las cartas.

Seis años después incorporó una tienda de aceite y vinagre con un bodegón mientras seguía cortando el pelo en la parte de atrás. «Antes no había supermercados ni había nada estamos hablando de hace muchos años, él empezó con el bodegón y la tienda y desde niño estoy aquí porque le ayudaba, venía del colegio, a mí esto me gustaba y le echaba una mano a mi padre», cuenta Nicolás Rodríguez, popularmente conocido como Colacho. «A mí siempre me han llamado así desde niño, si me dicen Nicolás ni miro porque no estoy acostumbrado», explica entre risas. 

Su padre colocó una hilera de cajones para que Colacho, que tenía tan solo ocho años, llegara a la barra. Después del colegio se dirigía religiosamente a la barra para servir las copas y tapas a los clientes. Aceitunas, papas, sardinas, chorizo de Teror, ropavieja, era la comida que servían para acompañar las bebidas. En 1962 el negocio fue dado de alta como bodegón, pero después de que Nicolás padre se retirara, Colacho siguió con el negocio familiar y lo cambió a bar cafetería, por lo que eliminó la tienda de aceite y vinagre. 

Nicolás Rodríguez, el fundador del negocio familiar.

Nicolás Rodríguez, el fundador del negocio familiar. / ANDRES CRUZ

Sobrevivir a los nuevos tiempos

«Es de los pocos bares de pueblo que quedan, casi todos han desaparecido todo lo que montan son bares de comida fusión y a los clientes todavía les gusta lo tradicional y buscan estos sitios», comenta. Las recetas son las de su madre, las de toda la vida que ha perpetuado sin cambios. El plato de papas locales bañadas en un majado de ajo de aceite de oliva virgen extra y perejil es la especialidad que enamora a cualquier paladar, así como los chipirones, la carne de cerdo a la plancha, las costillas, y la comida de caldero. Son sus platos estrella, por los que han conseguido la fidelidad de sus clientes. 

Aunque Colacho hace hincapié en que lo más importante, en realidad, es crear vínculos con las personas. «Muchos clientes me han visto crecer porque por aquí pasa mucha gente, haces amistades y te haces medio psicólogo. Hay gente que te viene con problemas y tienes que procurar que el rato que esté aquí no se acuerden», detalla. «Yo siempre le digo a mi hijo, que hay que tratar a la gente bien, porque vienen aquí que esto está en el culo del mundo, te dejan 200 bares atrás y yo tengo clientes de Moya, Gáldar, que vienen aquí una vez al mes», añade.

Su hijo, Armide Rodríguez trabaja en el bar familiar desde que cumplió los 17 años, es la tercera generación que se adentra en el negocio. «Mi hijo para mí es mi mano derecha, yo ya delego mucho en él», asegura Colacho. 

Las tres generaciones han dado vida a la casa verde en la que tantas historias han tenido lugar. Si las paredes hablaran contarían historias de amor, desamor, familiares, cómicas y tristes de los miles de clientes que al calor de un buen plato de cuchara y la sonrisa cálida de los dueños se sinceran. El cariño que transmite la familia ha sido el éxito del negocio, y eso se nota desde la carretera que dirige al local. La placa Nicolás Rodríguez Santana, el padre de Colacho, da nombre a la vía donde se ubica el mismo bar a petición de los propios vecinos del barrio en su honor.

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