Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Tatono, el bar de peregrinación futbolística

El bar de Alcaravaneras fue fundado por Antonio Santana y sus dos hijos

Los caracoles, las albóndigas y la ensaladilla son algunos de los platos estrella de la casa

En los extremos de izquierda a derecha los propietarios Antonio y Manuel Santana, y en el centro el cocinero Bárbaro.

En los extremos de izquierda a derecha los propietarios Antonio y Manuel Santana, y en el centro el cocinero Bárbaro. / José Carlos Guerra

En el bar restaurante Tatono dos imágenes en blanco y negro coronan el lugar, a un lado Antonio y al otro Manuel Santana, ambos hermanos y futbolistas de la UD Las Palmas cuando el equipo fue fundado. Detrás de la barra parece que el tiempo no ha pasado porque son, a su vez, Manuel y Antonio Santana los que atienden a los clientes y despachan las comandas, aunque no se parecen en nada a las fotos colgadas. Son los dos hijos de Antonio, que desde 1986 regentan el negocio en Alcaravaneras, conocido por la calidad de su comida y por haber sido un lugar de encuentro futbolístico durante los años de funcionamiento del Estadio Insular.

En 1966 Antonio Santana al dejar el deporte profesional decidió abrir un bar llamado Tatono en el barrio de San Nicolás en el que también trabajaba su hijo Antonio. Por su parte, Manuel tenía su propio bar en la plaza Farray. Santana regentó El Jonte durante dos años hasta que a finales de los 80 padre e hijos abrieron juntos un nuevo Tatono cerca del Estadio Insular. A día de hoy sus hijos siguen al frente después del fallecimiento del padre hace algunos años.

«Lo único que nosotros sabíamos hacer era servir copas, y desde que abrimos el negocio la cocina fue muy importante», explica Antonio. Tras el fallecimiento de su padre, los hermanos vivieron una época muy complicada para sacar a flote el bar, eran ambos muy jóvenes y no tenían la experiencia suficiente para continuar por su cuenta. «Mi padre fue siempre tan protector, que no se preocupó nunca en pensar que un día él no iba a estar y que a nosotros nos iba a dejar con un negocio, y así fue», lamenta Antonio. Carmen García jugó un papel crucial en esta etapa, en la que a pesar del dolor por la muerte de su marido se convirtió en administradora de la empresa y ayudó a sus hijos a salir adelante para que siguieran con el trabajo que habían comenzado.

Pero lo esencial lo tuvieron que aprender por su cuenta a base de prueba y error. «Mi madre me dijo una vez que yo no aprendí a cocinar gracias a nadie, aprendí por la necesidad tan grande que teníamos, porque fue tanto lo mal que lo pasamos por tener un negocio abierto y seguir sirviendo comida, que alguien por ahí me ayudó del cielo», detalla Manuel.

Las albóndigas, la ensaladilla rusa o los caracoles son algunas de las especialidades de la casa que cuentan con la misma receta que antaño cuando empezaron con su padre. «Hemos seguido la misma línea, eso es lo que nos ha hecho mantenernos», opina Manuel. «Este es un sitio donde la gente viene a comer», aseguran ambos.

Los primeros clientes que tuvieron fueron los trabajadores de discotecas que al salir de su jornada laboral estaban hambrientos e iban al Tatono a recuperar fuerzas. «Hay que agradecer a esas personas que fueron los primeros clientes del local, que mantenían el bar durante la semana porque durante la mañana venían de trabajar y les apetecía comer. No venían beber, venían comer», expresa Manuel.

Durante los 37 años que lleva abierto el Tatono sus dueños sufrieron la perdida de su padre, pero la crisis por la pandemia también fue un duro golpe para el negocio. Estuvieron once meses cerrados sin ningún tipo de ingreso. «Algunos pensaban que no volveríamos a abrir», comenta. Fue uno de los momentos más complicados que han vivido porque la pandemia les obligó a «empezar de cero». «Fue lo nunca visto, lo pasamos muy mal», añade Manuel.

Estrellas de la UD Las Palmas

Al estar el bar tan cerca del Estadio Insular los días de partido era un punto de reunión de los aficionados, eran días intensos, con una gran afluencia de gente hasta el punto en que en esos momentos en el bar no cabía un alfiler. «Era una ayudita buena porque un día de fútbol era bueno, pero hace 20 años de eso y la clientela sigue respondiendo, son fieles», comenta Antonio. Muchos jugadores de la UD Las Palmas también eran clientes del bar y muchos siguen siéndolo. Los más asiduos eran Felo del Rosario Otegui, Germán Dévora, Juani Castillo o Castellano, entre otros.

Muchos jugadores siguen pasando por el bar para tomar algo y comer. «Era un ambiente que acogía una gran afición, en los días de partido importante dos días antes la gente de los campos ya estaba por la zona», recuerda Antonio. «Los jugadores vienen a comer porque les gusta mucho la ensaladilla rusa, los tollos, los caracoles, y después de esta nueva generación también vienen muchos», asegura Antonio.

Manuel rememora que durante el ascenso del equipo en el partido contra El Elche las neveras se quedaron completamente vacías de comida del mogollón de clientes que recibían. «Los jugadores vinieron a comprar el champán aquí porque no tenían en el vestuario», destaca Santana.

Los hermanos han dedicado su vida al negocio familiar: «Nos sigue dando frutos porque hemos vivido para esto». El sacrificio lo ponen día a día para que el bar, que fundaron en familia siga en marcha día a día con aquellas recetas que desde un inicio le dieron su fama. Además, consideran que parte de su éxito también viene de la limpieza y el orden del bar, así como, la incorporación de su cocinero, Bárbaro. «Hemos dado con un hombre honrado que nos ha ayudado mucho, ha estado aquí 20 años y siempre ha estado al pie con nosotros ayudándonos», refleja Antonio. Y por último también fue esencial las enseñanzas de su padre. «Haber trabajado con mi padre nos ha enseñado todos los valores del mundo», asegura Antonio. 

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