Análisis

Los topónimos en el barranco Guiniguada

Pambaso, Puente de Piedra, Puente de Palo, El Toril y El Terrero son términos que se usaban en la vida cotidiana hace medio siglo

Barranco de Guiniguada a la altura de Vegueta y San Nicolás. | | ANDRÉS CRUZ

Barranco de Guiniguada a la altura de Vegueta y San Nicolás. | | ANDRÉS CRUZ / José A. Luján

José A. Luján

José A. Luján

La construcción de la Autovía del Centro que implicó el cubrimiento del Barranco Guiniguada con una losa de cemento y asfalto borró una serie de topónimos que formaban parte del uso cotidiano de los ciudadanos. Ahora, cuando la mirada se ha vuelto a poner sobre este tramo de la ciudad con el objetivo de unir Vegueta y Triana mediante el tránsito peatonal, se nos presenta una serie de términos que hace cincuenta años eran familiares pero que se han quedado en el camino de la historia, de tal manera que las más recientes generaciones no han llegado a manejar.

Esta relación general podemos considerarla como ‘macrotopónimos’ que arraigaron en la memoria colectiva de la ciudadanía. Hacemos un breve prontuario de este patrimonio lingüístico que estuvo pegado de forma espontánea en los usuarios y que se palpaba a ras de calle.

Dadas las características geomorfológicas del Barranco Guiniguada, una evidencia geográfica que atraviesa la isla de cumbre a costa, se nos antoja formular la propuesta de realización de un trabajo de campo por parte de algunos equipos formados por alumnos de Filología de la ULPGC con el fin de rescatar y fijar la toponimia que gira en torno al barranco Guiniguada, desde su origen en las montañas de la isla, a 1.850 metros, hasta la desembocadura en el mar. El profesor-coordinador que dirija la actividad marcaría unos parámetros relativos al espacio que se trata de abordar, partiendo de la línea central del cauce hasta una determinada distancia a cada lado de los márgenes. Creemos que podría resultar un documento de trabajo con un valor patrimonial, en el que los informantes puedan aportar su conocimiento sobre el uso del territorio y el trazado natural del Guiniguada.

En los márgenes del Barranco de la ciudad se ubicaron gran parte de las huertas y cercados más feraces. Hacemos mención a los más significativos por su inmediatez y uso ciudadano de generaciones pretéritas.

El Pambaso.

Con este topónimo que aparece mencionado documentalmente desde el siglo XV, se conoce la zona situada al pie del Risco de San Nicolás en la margen norte del barranco Guiniguada hasta sus límites con la actual calle Primero de Mayo. Esta zona era muy importante para la ciudad, pues a través de ella llegaban las diversas acequias de agua potable y se ubicaba gran parte de los molinos harineros de abastecimiento.

En los márgenes del barranco de la ciudad se ubicaron gran parte de las huertas y cercados más feraces, enclavados en los alrededores de la calle Herrería, El Toril, El Pambaso, ermita de San Roque y el barrio de El Terrero. El topónimo aparece mencionado documentalmente desde el siglo XV al citarse «La llamada huerta de ‘El Medio’ que se encontraba en el camino al Pambaso».

Las feraces huertas del Pambaso tuvieron que ser trabajadas por muchos esclavos y libertos. Los esclavos negros son abundantes en la isla, y en las proximidades del lugar desarrollan su vida: «...En Gran Canaria residen en el siglo XVI en las laderas de San Juan, Cerrillo de Vegueta, Cerro de Santo Domingo y en los alrededores, junto a la iglesia y convento de San Pedro Mártir, orden de predicadores, donde fundan la cofradía del Rosario conjuntamente con blancos de humilde condición, como ocurría en otras zonas de la geografía peninsular». Hay referencias documentales al «camino del Pambaso», al igual que las hay al «camino a la casa del Peso de la Harina» que pueden tener un denominador común que se remontan a los primeros años de la Conquista de la isla.

El significado de este topónimo, según el Licenciado Sebastián de Covarrubias (1674), puede estar relacionado con el «pan baxo», un pan de menor calidad que comían los esclavos y el resto de la clase marginada, pues la clase alta y la intermedia comían el pan «blanco».

A partir del siglo XIX, los viejos caminos reales van perdiendo su localización en el casco urbano de la vieja Ciudad, sin embargo, en las referencias documentales podemos leer el «Callejón de Pambaso, como camino transitado hacia el Risco de San Nicolás».

En los años setenta del pasado siglo se estudió la posibilidad de construcción de un Palacio de Deportes en el lugar pero que no llegó a prosperar y en fechas más recientes, el Ayuntamiento ha creado en esta zona el Centro de Recursos Ambientales El Pambaso en el que se han habilitado huertos urbanos.

Puente de palo.

Estaba situado en la prolongación de la calle de Triana hasta llegar a la zona del Mercado de Las Palmas. Este puente, conocido también como de «palastro», fue construido en la segunda mitad del siglo XIX, por iniciativa del alcalde Antonio López Botas. En esa época se levantó el mercado de Vegueta. Cuentan las crónicas que su construcción estuvo motivada porque un puente que existió a la altura de la calle San Pedro y que databa de 1579 quedó destruido a causa de una crecida del barranco. Este segundo puente de palo fue necesario para unir los barrios de Triana y de Vegueta y por él, a pesar de su estrechez, transitaban vehículos hasta 1970 en que se llevó a cabo la cubrición del barranco por una losa de cemento y alquitrán.

El Puente de Palo ofrecía su singularidad al ser el «Bar Polo» allí ubicado referencia de escritores y de la bohemia capitalina, donde sobresalía el escritor Antonio Izquierdo y Víctor Doreste, autor de Faycán, que cuenta la historia de un perro vagabundo que merodea por la Plaza de Mercado y pasa las noches en una cueva próxima al cauce del barranco Guiniguada. «Tiene una pandilla de lo más alegre y audaz y sueña con ser feliz, sin perder nunca su libertad. No quiere amo, ni que los chiquillos tiren piedras a los perros, ni que los hombres les peguen puntapiés con sus grandes botas. Faycán venera a sus antepasados, los que lucharon con valor cuando el hombre transitó el canino suelo; y sabe que no se verá libre del desamor ni de los malos tratos hasta el día en que -como les ocurrió a sus gloriosos antepasados- su carne trémula se convierta en bronce».

En el Puente de Palo había puestos de venta de flores, una pastelería, una churrería y negocios de bisutería y artículos de regalo. Un vecino de estos barrios, Alfonso Hernández Galván, nos deja el siguiente testimonio: «Yo bajaba de San Nicolás, cruzaba el puente donde Pepito Monagas... hizo uno de sus cuentos... el del Garepa, que se injertó la teta de la cabra... A la izquierda, el mercado y un poquito más abajo el matadero».

Puente de piedra.

Situado en la prolongación de la calle Muro que arranca desde el frontis del Gabinete Literario y la Plaza de Cairasco hasta el comienzo de la calle obispo Codina. Inicialmente era conocido como Puente de Verdugo. En su parte norte comenzaba en la calle Muro y concluía en el sector sur en Obispo Codina. La ciudad, en tiempos pasados, estaba dividida por el barranco Guiniguada, lo que obligó a construir diversos y rudimentarios puentes que con las copiosas lluvias invernales eran arrasados en distintas épocas.  Se le conocía como Puente de Verdugo por el nombre del obispo Manuel Verdugo y Albiturria (1749–1816), nacido en nuestra ciudad, en el seno de una familia de tradición militar que se estableció en Canarias en 1706. Ingresó en el convento de Santo Domingo y cursó estudios en las Universidades de Alcalá de Henares y Valladolid. A los 19 años se doctoró por la Universidad de Valencia.

Ya de regreso en nuestra Ciudad, el obispo Verdugo realizó una encomiable labor en favor de asilos, hospitales, iglesias, conventos y familias necesitadas. Contribuyó con su fortuna personal a la conclusión del hospital, a la creación de un hospicio, a la construcción del Seminario Conciliar, al arreglo del cementerio de Las Palmas y a la decoración de la plaza de Santa Ana. También contribuyó al trazado y construcción de caminos y arreglo de varias parroquias de los pueblos interiores de Gran Canaria.

Pero su apoyo más notable consistió en la contribución al levantamiento de un puente de sillería con sus estatuas sobre el barranco Guiniguada. En esta obra invirtió un capital de verdadera importancia para la época. Este puente serviría para comunicar los barrios de Vegueta y Triana que, hasta entonces, quedaban frecuentemente incomunicados cuando las avalanchas de agua arrasaban y llevaban barranco abajo al viejo puente de palo, tantas veces reconstruido, que les servía de unión. Como reconocimiento, la ciudad bautizó con su nombre «Puente de Verdugo», pero conocido popularmente como «Puente de Piedra» que finalmente quedó sepultado para dar paso a la autovía sobre el barranco Guiniguada.

El Puente de Piedra desapareció en 1971 debido a la construcción del acceso por el centro lo que supuso el cubrimiento con una losa de cemento y asfalto del barranco Guiniguada y que también motivó la desaparición del Puente de Palo o de Palastro. El Puente de Piedra fue costeado por Don Manuel Verdugo el obispo canario, tras haberse congregado numerosos vecinos en la Plaza de Santa Ana para recordarle al prelado que había prometido levantarlo, hecho que ratificó asomado al balcón del Palacio Episcopal.

Términos como El Toril o El Terrero se han quedado en el camino de la historia y las más recientes generaciones no los han llegado

En distintas épocas hubo de reponerse los puentes dado que las lluvias arrasaban aquellas precarias construcciones. Existe constancia de la destrucción en 1615 cuando un temporal de agua derrumbó el que unía Vegueta con Triana; otro puente construido en 1629 se lo llevó una barranquera en 1713, pero tras su reconstrucción también quedó destruido en 1766 por el que se consideró famoso temporal de Reyes que inundó el Palacio Episcopal, la Casa Regental, El Toril y otras calles colindantes.

Desde los inicios de 1800, Vegueta seguía unido a Triana gracias al llamado puente de Verdugo. Sin embargo, en 1928 el Cabildo decide la construcción de otro de mayor envergadura y más sólido con proyecto de Simón Benítez Padilla, donde igualmente se colocaron las conocidas cuatro estatuas que representan las estaciones del año: Primavera, Verano, Otoño e Invierno, que desde principios del XIX formaban parte del conjunto ornamental de aquel entorno. Según documentos municipales, las estatuas vinieron de Italia, doce años después de que se construyera el puente de Verdugo y costaron 6.000 reales de vellón, En la base de una de las estatuas se ha podido leer la inscripción: «Carrara. 1924».

Una de estas figuras fue derribada a principio de la década de los sesenta por una guagua que se empotró contra la columna que la sustentaba, cayó al barranco y se partió en varios trozos. Los pedazos fueron enviados a la Península donde un artista, según explicaron desde el Ayuntamiento, sin haberse concretado con exactitud si de Barcelona o de Valencia, hizo una réplica en mármol.

Desde 1971, año en que se iniciaron las obras de la llamada autovía de Tafira, las cuatro estatuas se guardaron en los talleres municipales hasta 1978, en que fueron repuestas en el lugar aproximado donde estuvieron desde principios del XIX.

El Toril.

Este topónimo se localiza en diversos lugares de las islas. Concretamente lo hemos constatado en Las Palmas de Gran Canaria y en localidades como Valsequillo, Artenara, y en Tetir (Fuerteventura). Su significado no está relacionado como se puede presuponer con el mundo de los toros, sino que está referido a la pequeña construcción realizada en piedra por los pastores para preservar a las crías o baifos de las cabras recién paridas, para evitar que se aproximen a sus madres y que chupen la leche de sus ubres.

En Las Palmas, el lugar de referencia es la calle Juan de Quesada que se extiende entre Obispo Codina y la actual rotonda de San Juan. El Toril coincide con el recorrido urbano del cauce del Barranco del Guiniguada, entre los barrios de Vegueta y Triana, y los barrios del Risco de San Roque, el Risco de San Juan y las primeras estribaciones de Barranco Seco.

Este escenario estratégico es un ámbito especialmente complejo en relación con los objetivos planteados por el actual equipo de gobierno del Ayuntamiento que preside Carolina Darias. La calle Juan de Quesada o del Toril surge cuando se abre la Calle Nueva, pronto nominada Obispo Codina. La calle del Toril se convierte en la fachada norte de Vegueta que da sobre el Barranco Guiniguada, donde se construyen nuevas edificaciones con fachadas palaciegas y nobles. Allí se construyó en 1916 el primer instituto de segunda enseñanza de la provincia de Las Palmas tras segregarse del instituto de Canarias con sede en la ciudad de La Laguna. Pero pronto fue desplazado al edificio de los Jesuitas para destinar una parte de la nueva edificación a Hospital Militar.

Tras haber transcurrido sesenta años, el edificio pasó a ser sede del rectorado de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, pasando la calle a denominarse popularmente como Calle del Rectorado, sin serlo con nominación oficial.

La calle Juan de Quesada o del Toril, con sentido ascendente a partir de Obispo Codina, fue parada estacional de guaguas donde tenían su punto de salida los viajeros que se dirigían hacia el barrio de San Roque, Los Andenes y La Matula. Asimismo, se ubicaba la estación de los microbuses o piratas, con ocho pasajeros en su aforo, y que se dirigían a Tafira Baja, Tafira Alta, el Monte y Santa Brígida.

El Terrero.

Este topónimo se halla en el margen norte del barranco Guiniguada, entre la calle Muro y su límite en El Pambaso hasta alcanzar las estribaciones del Risco de San Nicolás. En esta zona se ha ido configurando un barrio con edificaciones muy populares. En la escalinata que partía de la calle General Franco y comienzos de la Bajada de San Nicolás, anterior a Primero de Mayo, calle San Lucas, se ubicaba el cine Cairasco, y en la zona próxima a la calle Muro se ubica la sede del CICCA, Fundación de la Caja de Ahorros de Canarias. El barrio está atravesado por diversas calles llamadas entre otras Enmedio y Terrero. Las edificaciones se han realizado en dos etapas. Una etapa inicial, con edificios de dos y tres plantas, y una segunda etapa en la que tras el trazado de la calle Luis Correa Medina, continuación de la Avenida Primero de Mayo y su prolongación hacia el acceso de Tafira, se han construido bloques de edificios modernos, con fachada a una amplia acera. En esta zona se abren a pie de acera una serie de comercios y se construyó un aparcamiento subterráneo. En las inmediaciones de la calle existe un Centro de Salud y la sede de la Asociación de vecinos del colindante barrio de San Nicolás.

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