CRÓNICA

Se armó el Belén

Una visita al nacimiento del Parque San Telmo dio pie a una lección sobre el simbolismo del pesebre y la historia del belenismo

Fabio García

Como todos los años, durante la semana de Nochebuena nuestra ciudad respira un ambiente navideño que invita a salir a la calle a contemplar los árboles, las luces y cómo no, los nacimientos.

Con esa intención nos dirigíamos a visitar el decano de los belenes canarios, situado en el Parque San Telmo, que al parecer viene realizándose desde 1960.

-La visita a los nacimientos ha sido la nota predominante en estas fechas desde hace siglos –aclaró mi acompañante–, cada año, niños y adultos abandonan el calor de sus casas para ver los numerosos pesebres que se exhiben en la ciudad, construidos en templos, conventos y viviendas, pues hubo una época en que eran pocos los hogares que no contaban con uno, aunque sólo tuviesen las cinco figuras imprescindibles para componer el portal: la sagrada familia, la mula y el buey.

Por el contrario, el que se extendía ante nuestros ojos no podía ser más completo. Era un nacimiento tradicional que contaba con una representación de Nazaret, Belén, la caravana de los reyes magos, el campo de los pastores, el palacio de Herodes, la huida a Egipto y la presentación del niño, entre otras muchas escenas que trataban de reproducir los numerosos episodios evangélicos que giran alrededor de la natividad con la mayor exactitud posible.

-Es increíble que durante casi dos milenios se haya venido conmemorado el nacimiento de Jesús de esta forma, exclamé.

«El belenismo es mucho más reciente -corrigió mi acompañante–, porque no conmemora el nacimiento de Cristo sino un milagro de san Francisco de Asís».

-¿Cómo es posible?, pregunté.

-Cuando la Iglesia convirtió el culto al dinero en su nueva fe, San Francisco hizo justo lo contrario, reivindicar la pobreza y la humildad evangélicas recordando a todos la natividad de Jesús. Para ello cogió una mula, un buey, un pesebre y la noche de Navidad de 1223 representó en una cueva de la Toscana la llegada al mundo del Niño Dios, quien según la tradición se apareció en la cuna. Tras su muerte los franciscanos iniciaron la costumbre de conmemorar dicho milagro cada año recreando aquel pesebre viviente en todas sus iglesias y conventos, celebración que se extendió rápidamente por toda Europa y pronto pasó a representarse también en casas particulares pero con figuras, llegando aquí en el siglo XVII.

-Ese es el auténtico significado del belén, la reivindicación de la humildad evangélica, resaltando aquellos aspectos que destacan la pobreza del Dios recién nacido. A eso obedece el hecho de que los únicos acompañantes de la sagrada familia sean una mula y un buey, pues ambos ocupaban uno de los escalafones más bajos de la jerarquía animal al ser estériles en una sociedad donde los animales se valoraban por su fertilidad.

-¿Pero no están mencionados en los evangelios?

-Sí, pero en los apócrifos, que no son considerados canónicos por la Iglesia, por eso se les ha querido dotar de una apariencia ortodoxa relacionándolos con una profecía de Isaías con la que no guardan relación alguna.

-Pues no tenía ni idea.

-Ni tú ni nadie, porque todos los elementos del nacimiento han perdido su significado. ¿Quién sabe que el río es la vida y su puente el vínculo entre esta y la otra, que el pozo simboliza a la Virgen que asimismo conecta cielo y tierra logrando que Dios nazca, que la fuente es el agua que limpia los pecados, la lavandera el creyente que se purifica con ella y la tahona la eucaristía?

-Debo confesar que yo no.

El belén constituye una reivindicación de la humildad evangélica, por eso resalta aquellos aspectos que destacan la pobreza del Dios

-Pero no creas que el belén no es más que una mera combinación de figuras simbólicas, representa la conciliación de opuestos: día y noche, cielo y tierra, alegría y tristeza, virginidad y maternidad, divinidad y humanidad, la pobreza de los pastores y la riqueza de los magos.

-Querrás decir los Reyes Magos.

-No, los magos a secas, pues el evangelio no habla de reyes sino de magos, que era el nombre que recibían esos sacerdotes zoroástricos a quienes luego se antepuso el título de reyes para mitigar las connotaciones negativas de la palabra mago.

-¿Pero no se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar?

-Tampoco, ni siquiera se especifica su número.

-¿Entonces cómo han acabado siendo tres?

-Porque debían ser tantos como sus obsequios. El oro, ofrenda regia, reconocía a Jesús como rey; el incienso, ofrenda litúrgica, como Dios; y la mirra, ofrenda aromática, como el ungido. De ese modo al convertirse en una tríada los magos añadieron a su simbolismo, ya de por sí complejo, el de esa cifra y pasaron a representar otras cosas relacionadas con ella.

-¿Cómo por ejemplo?

-Las tres edades del hombre. Por eso siempre se nombran como acabas de hacer, cronológicamente, del más viejo al más joven.

-¿Y por qué uno es negro, otro asiático y el último europeo?

-Para simbolizar no sólo a todas las razas y continentes por aquel entonces conocidos, sino a sus tres escuelas de sabiduría, Grecia, Persia y Egipto, símbolos a su vez de las ciencias herméticas: magia, astrología y alquimia. ¿Sorprendido?

-Mucho.

-Pues en un portal nada es casual, fíjate en José, lleva un manto púrpura, color del sufrimiento. Según la ley mosaica debía denunciar a su mujer como adúltera aunque no lo fuese. Por el contrario, ella está representada como un trono que porta a su hijo, el Rey de Reyes.

-¡Es verdad!

-Pues podría seguir así durante horas, ¿alguna vez te has preguntado por qué el nacimiento sucede en una cueva, es decir, en las entrañas de la madre tierra, como el del dios Mitra o por qué Jesús es hijo de una virgen como el dios hindú Ganesha o el griego Hefesto, o viéndolo desde otro ángulo de un dios y una mortal como Esculapio, a quién ya llamaban el Salvador por curar a los enfermos y resucitar a los muertos siglos antes de Cristo?

Mi acompañante respondió a todas aquellas preguntas con una lección de historia comparada de las religiones que tendré a bien no reproducir en esta página para no meterme en un belén de verdad.

-Entonces –dije impresionado al comprender las implicaciones de lo que acababa de descubrir–, al perderse su auténtico sentido, el nacimiento ha pasado de representación simbólica a recreación histórica.

-No sólo se ha olvidado el significado del belén sino el propio belén, que desde hace décadas viene siendo reemplazado lenta pero inexorablemente por el mucho más barato y sencillo árbol de Navidad, si es que no ha desaparecido ya de la mayoría de los hogares.

-Y en estos lares por uno que para colmo ni tan siquiera es real sino del material que acabará con todos nosotros, el plástico.

Suscríbete para seguir leyendo