Punto de vista

C. N. Metropole, optimismo y gratitud

Instalaciones y piscinas del Club Natación Metropole.

Instalaciones y piscinas del Club Natación Metropole. / ANDRÉS CRUZ

Andrés Martínez

Andrés Martínez

En el proceso concursal en el que el CN Metropole sigue todavía inmerso, en fecha reciente se ha dictado sentencia aprobando el convenio que presentó de reestructuración de su deuda. Obtuvo la adhesión de la mayoría cualificada de acreedores exigida legalmente. Sin discusión, excelente noticia. Con periodicidad semestral, la entidad ha de informar al juez acerca del cumplimiento fiel de los pagos asumidos, que se abonarán en plazos trimestrales durante los próximos cuatro años. Satisfecho el aplazamiento en su totalidad, el órgano judicial emitirá una primera resolución declarando íntegramente cumplido el convenio y otra posterior de conclusión del concurso.

El convenio contiene una rebaja sustancial en los créditos de los acreedores. Su actuación decisiva consintiendo el acuerdo merece reconocimiento y gratitud: nada les impedía exigir la percepción de la cantidad total adeudada, abocando al club a una previsible liquidación, y sin embargo, en favor de su continuidad, han optado por aceptar la quita. En reciprocidad, toca no defraudarles. Por lo que sé, la entidad goza de suficiente solvencia económica para afrontar la obligación adquirida, por lo que descarto impago alguno, que de producirse acarrearía sin duda consecuencias predecibles y graves.

Estos tiempos convulsos obligan ineludiblemente a la dirección del club a continuar por la senda del ajuste del gasto, lo que ha supuesto una reducción en las tarifas salariales hasta el límite legal, que espero tenga carácter temporal y una vez superado el actual trance sean renegociadas a satisfacción de las partes, especialmente para el trabajador. Pero la aconsejable austeridad en el gasto no ha de soslayar una realidad evidente: el club ha de seguir avanzando en la modernización de sus instalaciones. Lo exige un mercado al alza, en constante progreso, con una oferta deportiva y de ocio cada vez más variada y satisfactoria.

El órgano rector de la entidad es plenamente conocedor de esta circunstancia, habrá que confiar en su capacidad de respuesta. Ha de administrar con diligencia cada euro disponible y con la debida contención acertar en las inversiones de mejora, incentivo imprescindible si se quiere fidelizar al socio actual y captar al potencial. Esta optimización de los recursos tiene que bregar con un hecho cierto que nos invita a la reflexión: en la comparativa con clubes de perfil similar, los dedicados a deportes de piscina sin descuidar la actividad social, el nuestro está en la base de la pirámide, de los que tienen más baja la cuota mensual de pago por unidad familiar.

Por su complejidad no compatible con la brevedad de estas líneas, dejo para otra ocasión la cuestión sobre la idoneidad a futuro del actual modelo de negocio del club, o si conviene mejorarlo por otro que prime la figura del usuario de las instalaciones pero sin menoscabo alguno en los derechos del socio. El debate presenta aristas, se enreda al ofrecer argumentos válidos ambos planes empresariales.

Y termino contando una historia de infamia que no debe repetirse. Jamás, bajo ningún concepto, da igual el motivo que la inspire o el nombre del afectado. A finales del 2022, en la periferia del club se congregó un nutrido grupo de personas ejercitando su derecho de libre crítica a las decisiones tomadas por el anterior presidente Alberto Santana, cuyo mandato sufrió los estragos causados por la triple crisis sanitaria, bélica y energética; pero el legítimo acto reivindicativo se afeó debido a una cruel escenografía mortuoria al exhibirse una reproducción casi a tamaño natural de un féretro, y en lo que sería su tapa una imagen perfectamente visible de la cara de aquél. Fue una sobreactuación desafortunada. Recordé el primero de los principios informadores del populismo, la deshumanización del otro. En democracia las formas son también el fondo. No hay reclamación alguna, por justa que sea, que convalide el acto indecente de pasear en público un simulacro de ataúd, que simboliza la muerte como ningún otro objeto, con el rostro de Alberto Santana. Y banalizarlo, subestimando el hecho, a mi juicio no constituye opción válida.