Diez familias encerradas en un parquin

Los empleados del estacionamiento de la calle Luis Morote tienen sus trabajos en el aire

Una parte de los herederos en litigio ha pedido el cierre del edificio

Encierro de diez trabajadores en el parquin de Luis Morote

José Carlos Guerra

José A. Neketan

José A. Neketan

El cierre por orden judicial del aparcamiento de la calle Luis Morote mantiene en vilo a un grupo de diez trabajadores, que desconocen cuál será su futuro laboral. El que más tiempo lleva en el inmueble cuenta con 38 años de servicio a la empresa, y el que menos supera los 20. Todos los demás tienen más de 30 años.

El motivo es una desavenencia entre las familias de los herederos, que los ha cogido en medio. Ante la incertidumbre de lo que pueda pasar con sus puestos de trabajo, los diez empleados han decidido encerrarse en el interior de edificio, localizado muy cerca de la playa de Las Canteras

El Juzgado de Primera Instancia de Las Palmas de Gran Canaria decretó el pasado 21 de febrero la toma de posesión del estacionamiento por parte de los nuevos propietarios, que residen en Galicia. La fecha estaba fijada para este martes, 5 de marzo, y cabía recurso, que fue presentado en tiempo y forma por la parte de la familia que reside en la capital grancanaria y que hasta ese momento gestionaba la explotación del parquin. Pero el pleito entre los herederos de los hermanos Martín Morales, dos canarios de Carrizal de Ingenioque sobre los años 50 emigraron a Venezuela a hacer fortuna, viene desde 1999. Tras el fallecimiento de ambos las familias comenzaron los litigios.

Personas buenas y honestas

Los trabajadores solo tienen buenas palabras para los gestores del parquin de Luis Morote, aunque las dos partes se repartían los beneficios del negocio. Primero los contrató el padre, Juan Martín Morales, del que hablan como un hombre «honesto, justo, cumplidor y buena persona», y más tarde, a su fallecimiento cogería las riendas su hijo Juan Francisco Martín Romero, que hasta el momento del cierre era el que gestionaba el negocio y para el que también solo tienen buenas palabras. «La mayoría llevamos más de treinta años trabajando en este parquin, y durante todo ese tiempo no nos ha faltado nunca el sueldo, ni pagas, ni adelantos, o lo que necesitara cualquiera de nosotros», afirma uno de los empleados de la empresa. En la actual situación aseguran que nadie de los nuevos dueños que reclaman la propiedad se ha puesto en contacto con ellos. Para dejar constancia de este hecho una pancarta cuelga de las rejas del aparcamiento con la frase ‘Los nuevos propietarios Comunidad Hereditaria Domingo Martín ¿dónde están?’. Y es que después de cinco días y cuatro noches que ya han pasado desde que comenzara esta pesadilla para los diez trabajadores, aún no tienen ningún tipo de información por esa parte de los herederos. «Del juzgado vino una procuradora, en representación de la parte gallega, dijo que había que cerrar y cambiar la cerradura y no sabemos más nada más de ellos», explican, a la vez que demandan «una salida justa de aquí. No nos importa si nos tienen que subrogar, despedir, pagar lo que nos tengan que pagar o mandarnos al paro, pero necesitamos una solución». Otro de los empleados previene del panorama al que se tendrán que enfrentar en breve: «Tenemos hipotecas, alquileres, colegios, y lo principal, familias que necesitan de nuestros sueldos para poder vivir». Después de todo este tiempo de nervios y dudas todos están de acuerdo en que «estamos dispuestos a llegar hasta el final». 

Otra de las consecuencias que ha traído el cierre del parquin es que tampoco se ha notificado nada a las personas a las personas que tienen alquiladas las plazas. La mayoría de ellas han sacado de allí sus vehículos ante la incertidumbre de lo que pueda pasar. Viky, una de las personas usuarias que tiene su abono al día, no oculta su indignación porque no puede hacer uso de un servicio que está pagando. «Ahora tengo los dos coches de las plazas que pago en zona azul todo el día, con el inconveniente que supone para atender a mi negocio». 

Aún queda en el interior del edificio más de una veintena de vehículos de propietarios que desconocen el estado legal actual del parquin porque se encuentran de viaje o vacaciones. La misma arrendataria también ofrece servicios de limpieza a la empresa, «y no sé ahora a quién le debo pasar las facturas», asegura.

Ola de solidaridad

Con lo que no contaban los trabajadores del parquin es con la ola de solidaridad que han mostrado personas del vecindario, empresarios y locales. Se acercan a llevarles pan, comida, bombones o a ofrecerles ropa de cama o cualquier cosa que necesiten, además de preocuparse por su estado anímico. «Hay personas que nos han ofrecido hasta 8.000 euros para litigar en los juzgados y otro nos ha abierto una cuenta en un restaurante para lo que quisiéramos pedir», apuntan, mientras que confiesan que tantas muestras de apoyo «nos ha sobrepasado».

Hermanos muy unidos

Personas que conocían a las dos familias aseguran que Juan y Domingo Martín Morales «estaban muy unidos y nunca tuvieron problemas entre ellos por sus propiedades. Eran como uña y carne. Todo este conflicto familiar viene después de que los dos fallecieran», y añaden que «si supieran lo que está pasando entre las dos familias se estarían revolviendo».

Los que trataron a los hermanos explican que emigraron a Venezuela. Partieron desde Carrizal en barco a ese país en el que muchos canarios fueron a probar suerte, y allí tuvieron a sus familias y mantuvieron sus prósperos negocios. Con el tiempo, sus descendientes han ido regresando. Juan lo hizo cuando sus hijos eran pequeños. Domingo compartió su vida entre Galicia y Venezuela. 

Allí hicieron fortuna y aún conservan propiedades. Juan invirtió en Gran Canaria, mientras que Domingo quiso emprender en Galicia. Los dos también compartían posesiones en la capital grancanaria. 

Una de las inversiones compartidas es este parquin en Luis Morote. Abrió el día 1 de mayo de 1986 y lleva 38 años en servicio. El edificio tiene una superficie de planta de aproximadamente 1.000 metros cuadrados. En planta de la calle, el edificio también cuenta con un local de restauración, otro para bazar y también un espacio que ha estado sirviendo como discoteca y que ha acogido marcas como Zorbas y por último El Palacio Latino. Actualmente, todos estos negocios están sin actividad, «porque así lo ha querido la parte heredera de Galicia, que a todas las propuestas de abrir en esos locales nuevos negocios les han dicho que no, sin más». 

Los allegados a la familia desconocen cuáles son las intenciones de los nuevos propietarios y no se explican los motivos de esas disputas judiciales entre ellos, sabiendo la buena relación que habían mantenido los hermanos.