Mohammad Rasoulof está en Cannes para presentar su nueva película, 'The Seed of the Sacred Fig'. En circunstancias normales, el dato no sería noticiable; que un director asista a un festival de cine junto a su película es lo que dicta no solo el protocolo de este tipo de eventos, sino también la lógica. Pero la situación del cineasta iraní es de todo menos normal.

Hace solo dos semanas, fue condenado a ocho años de prisión, latigazos y confiscación de bienes después de que el Tribunal Revolucionario de Teherán considerara que sus películas son “ejemplos de connivencia con la intención de cometer crímenes contra la seguridad del país, según afirmó su propio abogado, y días después escapó a Alemania. Habrá que esperar a este sábado para que Rasoulof haga declaraciones a los periodistas desplazados al festival, pero en las últimas horas ya ha dado explicaciones acerca de su caso. “Mi misión es poder transmitir las historias de lo que está sucediendo en Irán y la situación en la que estamos atrapados como iraníes, y eso es algo que no puedo hacer en prisión”, afirmaba al diario británico ‘The Guardian‘ tras su huida. 

El cineasta ya cumplió dos condenas de cárcel en el pasado, y en 2020 no pudo salir de su país para recoger en la Berlinale el Oso de Oro que ganó gracias a 'El mal no existe'. Buena parte de la pena que se le ha impuesto ahora es consecuencia del largometraje que hoy presenta en el certamen francés, y, al menos de acuerdo con la aberrante lógica del régimen teocrático, resulta comprensible. Es una película ambientada durante las protestas antigubernamentales que tuvieron lugar en Irán tras la muerte de la joven Mahsa Amini a finales de 2022, y trufada de imágenes documentales de la brutal reacción policial que desencadenaron.

Su título alude a la higuera sagrada, un arbusto cuyas semillas crecen parasitando otras plantas y árboles hasta asfixiarlos, y funciona a modo de metáfora de lo que el régimen iraní hace a sus ciudadanos. Todo cuanto su metraje contiene, eso sí, es mucho más directo y literal: la protagoniza una familia encabezada por un investigador judicial que acaba de ser ascendido cuando estallan las protestas de 2022; si bien él y su esposa creen a pies juntillas en el discurso oficial -que Irán es víctima de un complot a escala mundial, y que cualquier crítica al gobierno es un acto de terrorismo-, la idea que sus dos hijas tienen del país coincide con la que Rasoulof transmite: que es un sistema aberrante, fundamentado en la obediencia ciega a Dios y al tiránico gobierno que la impone a cualquier precio, donde impera el fanatismo y en el que se elimina cualquier verdad que ponga en duda el discurso oficial. Y empatizar por completo con ese mensaje no es incompatible con lamentar la pérdida de potencia que la película va experimentando en su avance.

Llegado el momento, tras perder el arma que se le ha proporcionado, el patriarca se deja invadir por la paranoia, y lo que había sido una impecable exhibición de cine realista de denuncia pasa a convertirse en una intriga repetitiva y enroscada sobre sí misma, decidida a resolverse ofreciendo al espectador un mensaje de esperanza y dispuesta a adoptar todas las decisiones argumentales estúpidas que hagan falta para lograrlo.

Cuento sobre el Holocausto

Sea como sea, es razonable dar por hecho que la película se hará con un puesto de honor en el palmarés del festival. Independientemente de sus méritos artísticos, premiarla representa el tipo de reivindicación política a la que los jurados de estos certámenes suelen ser incapaces de resistirse si se presenta la oportunidad; en segundo, dada la odisea por la que Rasoulof ha experimentado para llegar hasta aquí, sería una descortesía hacerle volver con las manos vacías a casa, esté ahora donde esté.

Por lo pronto, ‘The Seed of the Sacred Fig’ tiene mucho mejor acomodo en la lista de ganadoras que la segunda de las aspirantes a la Palma de Oro presentadas este viernes, última de las presentadas este año: ‘The Most Precious of Cargoes’, película de animación a cargo del francés Michel Hazanavicius ambientada en el nazismo, y que tras funcionar a modo de entrañable cuento de hadas sobre la compasión inherente al ser humano se convierte un retrato voacionalmente terrorífico sobre el exterminio judío durante el Holocausto. Considerando qué está pasando en Gaza, resulta inevitable entender la presencia de la película en el certamen como un flagrante ejercicio de propaganda.