Punto de vista

Cuestión de relatos (narrativas)

Gabriel Boric, presidente de Chile.

Gabriel Boric, presidente de Chile. / EP

Lucas López

Lucas López

Gabriel Boric, joven presidente de Chile de una izquierda nueva y poco habituada a gobernar, reaccionó con dureza. Tras el encuentro en Brasil con presencia de Maduro, en el que el presidente Lula, hombre de izquierdas de toda la vida, animara a entender la situación de derechos humanos en Venezuela como un problema de narrativa, Boric se empeñó en que las personas presas, desaparecidas, torturadas o perseguidas políticamente no eran una cuestión de relato, sino de realidad, de violencia contra los derechos de las personas.

La discusión entre el brasileño y el chileno me llevó a los ochenta, cuando el profesor José María Mardones estudiaba la postmodernidad y el final de los grandes relatos. Las grandes cosmovisiones con aspiración universal, donde millones de personas acudían para dotar de sentido a sus vidas, estaban siendo sustituidas por el pequeño relato del presente y la experiencia inmediata. La cosmovisión marxista prácticamente se derrumbó con el muro que separaba Berlín. La cosmovisión cristiana se transformaba en la sociedad plural y secular. El discurso sobre la igualdad o la fraternidad se sustituía progresivamente por el de la diversidad y la libertad. La idea de progreso histórico hacia una meta de culminación y plenitud se tropezaba con un libro publicado en 1992 (año del V Centenario) por el politólogo Francis Fukuyama con el título: «El fin de la historia y el último hombre».

Al final de los ochenta, en encuentro sobre filosofía de las religiones dialogaban Ignacio Ellacuría y Salvador Pániker. Ellacuría, hijo intelectual de Zubiri, hizo una densa exposición del empeño filosófico en dar cuenta de la realidad para transformarla hacia una liberación creciente de los pueblos, las sociedades y las personas; su centro era la realidad y nuestra capacidad de transformarla. Pániker lo escuchó con paciencia y no sin cierta condescendencia agradeció las palabras de Ellacuría porque, según nos explicó, le facilitaban mucho su exposición: «Voy a defender exactamente lo contrario». Pániker no nos habló de transformar la realidad y hacer avanzar la historia, sino de una liberación que consistía en agarrarse a la propia interioridad y adaptarse al entorno inmediato.

En un encuentro de radialistas vinculados a las emisoras de la Compañía de Jesús en América Latina, un joven periodista mostraba su dificultad para usar la palabra realidad o verdad. Defendía con argumentos más que razonados que mejor debíamos usar contexto y narrativa o relato. En su país, el presidente López Obrador lleva años dedicando charlas matinales a establecer el relato correcto. De modo que a las preguntas, basadas en datos hechas por periodistas críticos, él contesta: «Yo tengo otros datos». El caso es que López Obrador constata elección tras elección, que su narrativa tiene éxito entre los electores. Al joven colega, formado en esa escuela que dice que el periodismo es contar historias (más o menos como la literatura de ficción), le parece que es precisamente el empeño en defender verdades y realidades, en vez de contextos, narrativas y perspectivas, los que abocan a la violencia que vive su país y que lo pone en el primer lugar de la lista de asesinatos de periodistas y activistas de derechos humanos. Permítanme que, arriesgándome a ser poco matizado, haga este paralelismo: gracias a Dios, Salvador Pániker falleció a los noventa años en su Barcelona natal tras una larga vida de reflexión; Ignacio Ellacuría murió por su parte asesinado con 59 años, cuando la mayoría de sus compañeros jesuitas alcanzamos la ancianidad sin demasiados percances.

Hubo un segundo asalto entre Lula y Boric durante el encuentro en Bruselas entre las autoridades de la Unión Europea y las de América Latina y el Caribe. La UE quería algún tipo de condena a la invasión rusa de Ucrania y el lado latinoamericano no parecía interesado o se oponía (Cuba, Nicaragua, Venezuela). Lula, como mediador aceptable para Rusia, ayudó a aguar el mensaje condenatorio. Boric, por su parte, dijo: «Acá se ha violado claramente el derecho internacional. No por las dos partes. Por una parte, que es invasora, que es Rusia». El presidente Lula comentó después que el joven chileno era demasiado novato y algo ansioso al lidiar con los presidentes europeos. Cuestión de narrativa, cuestión de relato.

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