Opinión | Isla Martinica

Te veo

Pedro Sánchez y Salvador Illa, en el mitin de este jueves en Vilanova i la Geltrú

Pedro Sánchez y Salvador Illa, en el mitin de este jueves en Vilanova i la Geltrú

El gobierno de Sánchez es agresivo, estúpidamente agresivo, como un adolescente que quisiera hacer notar su presencia, incluso cuando no es bienvenido. Si fuera un individuo anónimo, uno sin poder ni la posibilidad de plasmarlo en el BOE, todo quedaría en una simple anécdota, una majadería infantil. Pero, cuando es el ejecutivo de un país, la cosa cambia y se convierte en algo indeseable por los efectos que causa dentro y fuera de la nación. A veces, la troupe de Sánchez olvida que no son ellos, sino España la que sufre por sus ocurrencias.

La anécdota a la que hago referencia es la enésima salida de tono de la nueva especie de primate salida de las márgenes del Pisuerga, a su paso por Valladolid, que nunca sabe, o quizás sí, lo que hace o lo que dice. En unas declaraciones, tan ridículas como él, calificó al Presidente de la República Argentina, Javier Milei, poco menos que como un yonqui, un despojo humano que, como el actual ministro de Transportes, ignoraba lo que decía y hacía. Sin embargo, el premier del país austral le ha devuelto la misiva con acuse de recibo. El economista bonaerense le ha dicho a Óscar Puente y, por extensión, a todo el gobierno de Sánchez que sabe dónde vive y qué pasa en el interior de su casa. Mejor respuesta a la arrogancia, insisto estúpida arrogancia, de un ejecutivo como el español es difícil de hallar en el mundo de la diplomacia internacional.

Lamento que, desde allende las fronteras, nos tengan que sacar los colores, pero todavía lamento más que unos indocumentados estén al frente de un país con una historia como la que cuenta España, sobrecogida por la infamia de unos radicales que se sientan exultantes a la mesa del Consejo de Ministros. Milei ha contestado con un simpático «te veo» a las necedades de Puente, si bien ha ido a degüello con los que él cree son los muñidores que están detrás de la desfachatez cometida sobre su persona. Si no estuviera mal, si no fuera porque me siento tan español como el primero, si no fuera porque es indecente, me atrevería a decir que le está bien empleado el rapapolvo recibido por el sanchismo. La estupidez, cuando es detectada, incluso a miles de kilómetros, como así lo han hechos los argentinos, siempre es un aviso de que peores cosas están por venir.

Qué necesidad tenía el rabioso Puente de insultar al canciller de una nación soberana. Qué ganaba este engendro político con faltar a todo un país. Se me responderá que las suyas fueron palabras dichas en caliente, en el contexto de una campaña electoral, pero, aun así, debería haber calibrado, como representante institucional que es, el eco de su innecesario mensaje. Los argentinos en tierra hispana se cuentan por decenas de miles y a ellos también se les ha insultado gratuitamente con el afán perverso de levantar muros por parte de Sánchez y compañía. Ya no les vale con amurallar y dividir a los españoles, también lo intentan con los latinoamericanos. Desde aquella orilla, nos envían insistentes señales de que se puede salir de la zona de sombra, de que la libertad volverá a las calles de esta España herida, sólo hay que hacerles caso.