Ni un alma se veía durante la tarde de ayer en el parque San Telmo. Sólo un señor mayor, con pinta de no tener donde caerse muerto, permanecía recostado en un banco de piedra hablando con un interlocutor imaginario. Hasta el pipicán estaba vacío. Ni una persona. Ni un perro.

Unos metros más allá, justo delante de la ermita, José Ángel barre la calle con una hoja de palma. Forma parte del retén que han dejado en la zona de Triana y ha terminado de limpiar la zona en un momento porque "como no hay nadie, no se ensucia". No le importa trabajar, pero le inquieta la soledad y el silencio de la ciudad. "Yo lo llevo estupendo. Está todo limpio. Cuando termine no sé qué voy a hacer. Voy a dar más vueltas que un tonto. Me da mucha pena no ver a nadie y mucho miedo también. A ver qué pasa con el virus este", señala José, quien se declara a dispuesto a seguir al pie del cañón. "Yo no le tengo miedo", asegura. "Bastante tengo con la enfermedad que tengo encima. Y si muero trabajando, me muero con las botas puestas", bromea mientras retira las hojas de los árboles y deja el parque limpio como una patena.

Al principio de la calle Triana se observa una actividad inusitada, teniendo en cuenta el estado de alarma. Dos cubas del servicio de alcantarillado con cuatro empleados se dedican a realizar trabajos de mantenimiento de la red de saneamiento, que normalmente se hacen por la noch e. La empresa Sercanarias ha aprovechado la ausencia de gente en la calle para mandar a sus trabajadores al tajo durante la tarde.

"Todo el país parado y Sercanarias manda a trabajar a todos sus empleados como en un día normal. Ni siquiera han puesto unos servicios mínimos. No les han facilitado ni guantes, ni mascarillas ni líquido desinfectante", denuncian representantes sindicales, que añaden que "se limitaron a darles un limpiacristales para la cabina de los camiones". Y eso que están en contacto con la basura de las alcantarillas, cientos y cientos de toallitas que están obstruyendo la red de saneamiento por la irresponsabilidad de los ciudadanos que las tiran al wáter. "Algunas veces hemos sacado hasta tres cubas grandes", señala uno de los trabajadores mientras extrae un amasijo hediondo de la alcantarilla. "A mí me da más miedo lo que estamos respirando todos los días, que el coronavirus ese. Toda la caca del Negrín la estamos limpiando nosotros", indica uno de los empleados.

También tuvieron que acudir a su puesto de trabajo los empleados del Ayuntamiento de la capital grancanaria pese a que no había atención presencial, según denuncia la representante de Intersindical Canaria, Jessica López García. "El personal está indignado. Somos los únicos que hemos tenido que ir al centro de trabajo. En otros ayuntamientos se ha establecido que el personal debe estar localizado y esperar instrucciones", critica López que califica de "incongruente" la medida, "cuando nos están pidiendo que nos quedemos en casa y se ha cancelado la atención presencial. Muchos trabajadores pueden hacer teletrabajo".

Se queja además de que no se ha proporcionado al personal material de seguridad, como guantes o mascarillas. "Todavía hoy [por ayer ]seguimos sin saber si se va a implantar el teletrabajo o se reduce al 50% el número de trabajadores que asiste, por lo que mañana [por hoy] tendremos que acudir todos, salvo los que tienen hijos a cargo".

También tuvieron que acudir al tajo los trabajadores de la construcción de empresas como Hermanos Tito, que están construyendo el tramo de Venegas de la metroguagua. "Está la cosa como para negarte a venir a trabajar", se limitó a comentar un obrero, mientras tiraba de una carretilla. En muchos edificios en construcción seguían ayer trabajando, incluido la reforma de una planta en un edificio de la calle Colmenares, cuyos vecinos, obligados a estar todo el día encerrados en casa con los niños, aseguraban que estaban a punto de volverse locos y pedían la paralización de las obras "por caridad".

A Natalia, empleada de la óptica Opticalia, le han partido el turno porque apenas hay clientes. Las horas se le hacen eternas a esta trabajadora que asegura que sólo acuden casos de urgencia, como gente que ha perdido una lentilla o con las gafas rotas. Estos días acude a trabajar en bicicleta para no coger la guagua y espera que la infección pase pronto.

Algo parecido les ocurre a Patricia y Francisco José, empleados de la farmacia María Nuria Arencibia, a la que, después de la locura del jueves y viernes pasado apenas acuden clientes. Y la mayoría de los que entran van buscando lo que no tienen. "La gente acaparó mascarilla y geles, se los llevaban de diez en diez y ahora no hay para los demás", explica Natalia, quien pide a las autoridades sanitarias que les faciliten el material que necesitan. "Si quieren que tengamos las puertas abiertas, tienen que facilitarnos mascarillas. Que esté todo el mundo tranquilo, que las farmacias van a seguir abiertas, al pie del cañón", sostiene. Entre los pocos que salieron ayer a la calle estaban Axel y Alejandro, dos estudiantes universitarios de Lanzarote, que acudieron a la llamada de Instituto Canario de Hemodonación y regalaron su sangre en la unidad ambulante de Triana. Pudieron irse a casa y no lo hicieron. "Optamos por respetar la cuarentena", aseguran. Al pie del cañón seguían ayer Ismael e Inma, en la frutería Chira. La gente se ha calmado un poco, pero sigue llevándose las verduras por kilos. "Viene menos gente, pero se lleva más cantidad", aseguran. El jengibre y las zanahorias figuran entre los artículos más solicitados. Son modas que tarde o temprano pasarán, como el coronavirus.