¡ Candela y ruido!

El retrato crudo de Vicente

Palabras escritas y en radio, Vicente Martín comenta sus últimos trabajos

Vicente Martín Abreu por Pablo Espantaleón.

Vicente Martín Abreu por Pablo Espantaleón. / El Día

Vicente Martín Abreu y En bandeja de plata, un comunicador asociado a un programa de radio, una persona enamorada de contar la música rara hecha en Canarias. Más de tres décadas y aún activo en las ondas (martes y jueves a las 19:00 en 7.7 Radio) y autor de diversos libros con el rock y la mirada en las Islas como protagonistas. Lo nuevo es Siempre admiré a mi padre, en Los 80 Pasan Factura, un relato breve que «nace con el premio literario En Bandeja de Plata, que la tercera edición quedó desierto porque no se presentó nadie, así que saco este libro para mantener la colección». Para su séptimo título publicado, Vicente retoma la parte narrativa de su creatividad. Quizá lo conocemos más por sus libros con historia y reflexiones sobre el rock en las Islas, y aquí la música sigue siendo el eje: «El eje son un padre y un hijo que se llevan 20 años, los dos guitarras de rock and roll y los dos son yonkis. El libro son las historias que ellos se cuentan durante la terapia del hijo en los noventa».

Complicado asunto la heroína, que todo parte de una de las muchas ocurrencias que tiene Vicente: «Cuando José María de Páiz publicó Héroes del rock canario (también en Los 80 Pasan Factura) yo le dije a nuestro editor, Yotti Delgado, que me gustaría escribir Heroinómanos del rock canario; pero no fue posible juntar siete u ocho músicos canarios yonkis que se quisieran retratar». De la historia a la ficción, aunque en este caso la heroína es el vehículo: «Es la disculpa para contextualizar otros temas como la necesidad de los músicos de tocar en orquestas en el sur de Gran Canaria para poder comer, destacar locales olvidados como Tagor o Blue Note, la influencia de las óperas rock en los 70, Cubillo y el Mpaiac, el sida, las sectas, los jipis de Valle Gran Rey», un montón de detalles históricos que Vicente mete en pocas páginas.

Y hay más. Hace pocas semanas se presentaba El rock entre volcanes, sobre la música alternativa en Lanzarote, un libro con su par de años encima: «La Palma y Lanzarote siempre han tenido una vida cultural importante. Los reductos culturales como el Casino, la Sociedad Democrática o después El Almacén, y sobre todo, la figura de César Manrique tienen bastante que ver. Lo cuenta bien Gueli Robaina cuando dice que al salir del instituto iban a la librería de El Almacén a sumergirse en libros que no estaban en ninguna parte del Archipiélago, sólo allí: arte, arquitectura, cine,música, happening y performances, teatro… Esa es la generación que dio lugar al boom del pop nueva olero en Lanzarote».

Tiene casi listo un libro sobre el rock en El Hierro y lanzado el proyecto de otro similar sobre La Gomera. Nuestro cronista imprescindible.

Con esta cosa de la perseverancia tan extraña en la música Canarias, es emocionante que una banda con la trayectoria de Esclavitud, a punto de cumpir treinta años en activo, presente su cuarto disco con semejante ambición. Un trabajo soberbiamente producido, con un sonido tan perfecto que se escucha contundente hasta a volúmenes mínimos, con el estilo del grupo más depurado que nunca e importantes canciones. Cuentan con una pequeña edición en vinilo y digipack que está volando. Otra demostración más de que el tesón da resultados inesperados y que a paciencia no hay quien pueda con los jevis.

Un disco de spoken word, o sea, de palabra hablada, ese género extraño que en rock quiere decir «letras recitadas sobre base musical». Las cosas de José María de Páiz, animador de la escena lanzaroteña. De entrada uno llega con muchas suspicacias pero mira, lo que consiguen los versos y recitados del Páiz con las bases (evocadoras, inquietantes y ochenteras) de Nico Hernández supera lo esperado. En tan poco tiempo generan las atmósferas y las tensiones que precisan los versos, no dejan la cuestión en simples recitados, sino que juegan con repeticiones y texturas de voces. Curioso producto.

‘Hazte diyei’

Peticiones, otra vez

Retomamos el gran tema delicado de los DJ: peticiones o qué

Me repito: la profesión de DJ tiene ese componente ególatra e individualista en su concepción (el DJ suele ser uno solo que se maneja él solo) que debemos eliminar en la práctica (pinchas para la gente, cuanta más mejor), y sobre todo, necesitamos combatir desde la acción (menos envidias, más trabajo colectivo, más colaboración, menos crítica destructiva, menos lamentarse, más hacer grupo).

En esta columna varias veces planteamos la cuestión de las peticiones y veo que sigue generando sarpullidos entre el colectivo. Hay una cuestión fundamental: no pinchamos para nuestro disfrute musical personal, que también, pinchamos para que la gente se lo pase bien. Los DJ ultra personales que plantean una música rarísima sin concesiones son cuatro en este mundo, y de ellos tres no viven de pinchar. Hasta el más establecido de los DJ emplea el recurso de tirar de hits aunque sea un par de veces en su sesión, que luego curiosamente son los momentos más celebrados y gritados.

Sí, la gente va como va en las fiestas, las peticiones no siempre son educadas; pero no olvides, querido profesional, que el tiempo de la petición lo estableces tú, y que si le pides a alguien que pare o que luego lo atiendes, siempre esa persona esperará. Aún así, ¿no les parece una ventaja enorme que les ayuden a hacer su trabajo?

Vamos a una de las quejas habituales: cuando el DJ está pinchando tal o cual estilo y le piden algo totalmente opuesto. ¿No es un indicativo de que no estás llevando bien la noche? De repente la pista necesita ese cambio que esa persona está pidiendo. Sal de tu progresión habitual de 95 a 125 BPM en dos horas, rompe y mete variedad.

Los DJ a veces nos creemos tan listos que pensamos que esa persona que viene a pedirnos algo está totalmente equivocada. Y el equivocado puedes ser tú, querido selector.

Las peticiones muchas veces son una conexión a tierra, un decirte mira, vale que está guay pero se te está yendo el baifo, céntrate un poquito y dame algo de alegría. No les cuento lo que puede nutrir una selección de DJ el estar pendiente de lo que pide el público: a lo mejor hay un éxito que se te escapó en tu investigación semanal.

En resumen final. ¿A qué viene tanta alergia a las peticiones? Y sobre todo ¿Por qué quieren los DJ perder la principal fuente de anécdotas que nos genera nuestra profesión? ¿De qué hablaríamos entonces los DJ cuando nos encontremos? Nos quedaríamos sin temas y sin risas.