Alfredo Kraus en el espejo

El lado íntimo del tenor y la historia de amor que vivió junto a su esposa centran el documental ‘Kraus, el último romántico’ que se estrena esta semana con motivo del 25 aniversario de su fallecimiento

Alfredo Kraus

Alfredo Kraus / LP/DLP

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Pocas veces 75 minutos han aportado tanto a un personaje de fama internacional del cual parecía que ya todo se conocía. Esa es la primera conclusión que el espectador saca cuando termina de visionar Kraus, el último romántico, un documental donde, entre otros asuntos, se aborda el lado más íntimo del tenor canario y, en especial, la historia de amor protagonizada por el intérprete y su esposa, Rosa Blanca Ley Bird, una relación que se prolongó durante más de cuatro décadas y acabó de forma dramática con el fallecimiento de Rosa, pérdida que sumió al belcantista en un estado de tristeza que nunca logró superar. El próximo martes, con motivo de la conmemoración del 25 aniversario de la muerte en septiembre de 1999 del artista isleño, se estrena Kraus, el último romántico en el Auditorio de Las Palmas de Gran Canaria bautizado con el nombre del tenor, producción de Mediareport, empresa audiovisual de Prensa Ibérica, que el 30 de mayo emite en exclusiva Televisión Canaria a las 22.00 horas.

Como si de una ópera se tratase, Laura Bueno y Germán Roda, directores de Kraus, el último romántico, han dividido en cuatro actos el relato de este documental cuyo contenido se enriquece incluyendo fragmentos de vídeos domésticos, hasta ahora inéditos, grabados por el tenor en la intimidad de su hogar con su cámara de súper 8, material cedido para este trabajo por sus hijos.

Una veintena casi de intervenciones de amigos de Alfredo Kraus, además de entrevistas a Rosa, Alfredo, Patricia y Laura, los cuatro vástagos fruto del matrimonio Kraus Ley, dibujan el perfil menos conocido del intérprete en su papel de padre y esposo, facetas donde el grancanario aparece cariñoso, cómodo y bromista en unas imágenes que distan mucho de la seriedad que ofreció a a través de su riguroso acercamiento a los personajes sobre los escenarios de medio mundo.

Considerado una de las mayores figuras de la lírica española de la última mitad del siglo XX y uno de los tenores con la carrera más longeva, el guion de Kraus, el último romántico abunda en la historia de amor entre el intérprete y su pareja, una relación que por su triste desenlace, marcado por el fallecimiento de Rosa Ley Bird y las consecuencias que tuvo en el belcantista aquella pérdida, afectado por una depresión que lo apartó de los escenarios hasta su muerte, dos años después que la de su mujer y sumido en una enorme pena, se antoja parecida a la del protagonista de la ópera Werther, rol que según los expertos nadie en la historia interpretó mejor que Alfredo Kraus.

Aunque en el libreto de la obra basada en la novela de Goethe, texto considerado en la literatura como el inicio del Romanticismo, su personaje protagónico decide quitarse la vida tras comprobar que su platónica historia de amor con Charlotte, coprotagonista también de la pieza musical cuya partitura compuso Jules Massenet, resultaba imposible, el final del joven Werther, a pesar de que el tenor grancanario no optase por acabar de un disparo con su existencia, sí tendría, al menos en aquella decisión motivada en la ficción de la ópera por la tristeza, cierta similitud con los últimos días de Alfredo Kraus. Alfredo no logró superar aquella ausencia.

«Trabajaba tanto sus óperas que se mimetizaba con cada uno de los personajes; y sus preferidos eran los héroes románticos», explica Laura Bueno. «Como Werther, Alfredo Kraus no era un hombre de su época. Era calificado por su entorno como un caballero del siglo XVIII. De hecho», prosigue relatando la codirectora de Kraus, el último romántico, «le llamaban el Príncipe de la Lírica. Educado y elegante, veremos cómo también ese lado melancólico y extremadamente sensible» característico de los protagonistas de las obras románticas «es muy parecido al suyo».

A lo largo de los distintos actos que conforman Kraus, el último romántico se pondrá en valor, asimismo, su técnica, alabada en el mundo entero, «e iremos descubriendo su carácter. Infalible y divino sobre el escenario, cualidad esta última que en absoluto debe confundirse con divismo», matizan los responsables del documental, «Alfredo Kraus creía y defendía fervientemente un estilo concreto de hacer ópera y eso le llegó a traer problemas con algunos de sus compañeros de profesión». Las críticas de Kraus hacia, por ejemplo, los Tres Tenores —Carreras, Pavarotti y Domingo— motivadas por el hecho de cantar ópera en recintos multitudinarios lo llevaron a enemistarse con ellos.

Tanto fue así que el propio Carreras vetó al canario para actuar en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona, en el año 1992, decisión que el intérprete catalán se vio obligado a reconducir debido a las quejas surgidas de aquella incomprensible y caprichosa medida.

La historia relatada en Kraus, el último romántico se enriquece, asimismo, con los testimonios que en una veintena de entrevistas ofrecen sobre el tenor canario diversas personalidades del mundo de la música nacional e internacional así como su familia, amigos e incluso su otorrino, Eduardo Lucas, quien aporta al documental no sólo datos sobre sus veinte años de relación con el artista sino que ha cedido vídeos de las cuerdas vocales de Alfredo Kraus grabadas en la consulta del médico con un laringoscopio para facilitar, por decisión del belcantista, el estudio en un futuro de su técnica vocal a jóvenes cantantes.

Marta Sánchez, apadrinada en su bautizo por la figura más grande de la ópera surgida en Canarias debido a la relación que mantuvo con Kraus el padre de la cantante, Antonio Campó, nombre artístico de Antonio Sánchez Camporro, popular en el mundo operístico y quien durante 12 años recibió en Milán clases del también profesor de canto natural de Gran Canaria, describe en esta producción audiovisual de Mediareport detalles poco conocidos del tenor. La lista de destacados personajes de la cultura incluidos en Kraus, el último romántico se completa con nombres como el del político y melómano Jerónimo Saavedra, amigo de Kraus; Alfredo Matallana, médico y amigo; Edelmiro Arnaltes, pianista del tenor; Mario Frangoulis, alumno y amigo suyo; María Isabel Torón, cantante y próxima a la familia Kraus; Ricardo de Cala, crítico de ópera o Arturo Reverter, escritor y crítico musical.

Lanzarote como refugio

Los pocos momentos en los que puede descansar de sus compromisos, Alfredo Kraus se refugia en Lanzarote con su familia y sus amigos, entre los que está César Manrique. Los volcanes, la tranquilidad, el salitre, el mar... Todos esos ingredientes que le proporcionaban su hogar en el barranco del Quíquere, adquisición en la cual, una vez más, tuvo mucho que ver su esposa Rosa Ley Bird, resultaron también fundamentales para su bienestar. En Kraus, el último romántico vemos, asimismo, al tenor relajado en ese ambiente lanzaroteño gracias a las grabaciones privadas que el propio intérprete filmó con su cámara de súper 8.

En el presente, Rosa, su hija mayor, insiste en que buena parte de la estabilidad del artista dependía de su madre. Mientras la carrera de su padre ya había llegado a un momento culminante, reconocida y premiada internacionalmente, ella, aunque seguía manteniéndose en segundo plano, continuaba siendo el principal pilar de su vida. De hecho, Rosa confiesa que si no hubiesen fallecido, hoy ambos seguirían juntos disfrutando de sus nietos pese a haber superado los 100 años. Un siglo sin soltarse jamás de la mano.

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