Campaña de estío IV

Hablando de derechos laborales en el hall de un hotel

El turismo, motor económico de Canarias, encuentra en la recepción algunas reflexiones sobre su modelo de futuro 

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio.

Relatos de campaña, una entrega diaria sobre las elecciones generales del 23 de julio. / Adae Santana

Los hoteles sacan lo mejor y lo peor de mí. Entro al hall y me impregna el olor a inmóvil. De lo que está perfectamente ordenado, como una casa recién estrenada que evita los manchones en los manteles y tampoco permite a sus invitados visitar las habitaciones más allá de la simetría del recibidor. A lo lejos, el chapoteo de la piscina promete un frescor cercano en el que deshacerse del sudor pegajoso tras arrastrar las maletas, subir cuestas, hacer kilómetros en el coche apretada contra los brazos y los bolsos del resto de la familia. Entonces, hay otros sonidos, acentos que se entremezclan a la salida de los taxis y de las guaguas de los touroperadores, sílabas, expresiones, dejes británicos, alemanes, italianos, que recuerdan que esto es una excepción. Una excepción a la monotonía, recreada por humanos para humanos en su laberinto de producción.

Los peninsulares, extrañados, preguntan qué es el sur. Más bien, la expresión «nos vamos de vacaciones al sur», pero de la isla, como un territorio alejado e inhóspito para el que una ha de mentalizarse, preparar neveras y mochilas playeras, reservar el día y hasta la noche, porque cualquiera no va al sur un ratito, en absoluto, el esfuerzo merece un todo incluido lejos de la panza de burro. Al contrario de lo que están acostumbrados los extraterrestres que viven en grandes porciones de tierra, con sus más de cuatro horas en caravana, en busca de una costa manchada por las olas plateadas y teñidas de añil. Como escribía Andrea Abreu, Meryem El Mehdati, Aida Rossi o Víctor Ramírez, el paraje de la costa, con sus apartamentos y bungalows apelotonados, forma parte del imaginario colectivo isleño como una promesa de trabajo abundante, riqueza que fluye a espuertas, porque, convertido en el motor económico del Archipiélago, el turista es una especie autóctona canaria.

Campaña de estío IV: Hablando de derechos laborales en el hall de un hotel.

Campaña de estío IV: Hablando de derechos laborales en el hall de un hotel. / Adae Santana

Pero este hotel es atípico. Aquí, en el Iberia de la cadena AC, hay murmullos y ruedines de empresarios, gente de paso, un perfil que viene buscando un lugar de tránsito más que de reposo. Los ordenadores abundan entre los clientes que se sientan alrededor de la barra de la cafetería, cercana a los mostradores de recepción, y Adae, cuya plaquita metálica tamborilea encima de la camisa blanca de manga larga, termina de repasar la loza del desayuno. «Yo nunca he vivido unas elecciones en verano, pero, también te digo, para los trabajadores tampoco será mayor problema. No sé cuál será mi turno el domingo, de todas formas votaré antes o después de venir», comenta con un tono relajado. En todo caso, tal vez la elección del 23 de julio para las elecciones generales fastidie a algunos compañeros que estén perdidos en la nebulosa veraniega, aunque no le da mayor importancia.

Lleva 18 años en hostelería y ha pasado tanto por restaurantes, hoteles en el sur y en el norte de Gran Canaria, y ha conseguido acabar con lustros de contratos intermitentes, le hagan fijo discontinuo. «Prefiero el gobierno que está ahora porque es progresista, ¿no? Antes de que vengan los otros con su censura y retroceso», admite, y después de varios días hablando con gente por las calles de esta ciudad, me extraño al encontrar aquí una pequeña defensa de esas mejoras sociales. «Me convertí en fijo, junto con otra compañera, gracias a la reforma laboral, así que en ese sentido estamos contentos. Antes era diferente, te paraban, te llamaban, volvían a hacerlo… Siempre he estado metido en esto», y se interrumpe. Un extranjero de barba rojiza le pide un café espresso doble con «agua con gas, por favor». La cafetera se pone en marcha, ya he perdido a Adae, que sigue trabajando. Su compañero Kilian llega en un suspiro, le pasa las comandas pendientes y los recibos a cobrar, y se despide rápidamente, que toca almorzar abajo y no hay tiempo que perder.

¿En qué nos distinguimos?

El joven se ubica en el puesto de mando y atiende las llamadas de los huéspedes. Uno de ellos le pide referencias gastronómicas por teléfono y él, a la misma vez que defiende la cocina de la empresa, le anima al mismo tiempo a estirar las piernas y visitar los locales típicos que están por la zona del centro de la urbe. Atiende y aprovecho para hablar con los del agua con gas, —una pena que no entiendan la referencia a Arístides Moreno—, que rehúsan meterse en política española, «estoy por negocios, así que no conozco mucho de la isla», se excusa en inglés, y su acompañante rechaza cortésmente la invitación. Recuerdo las palabras de Adae antes de desaparecer, «normalmente los extranjeros están en su mundo, consumen y apenas hablan, y los clientes españoles que tenemos más de lo mismo, personalmente, no comento nada con nadie». Un limbo para los debates que vengo a enturbiar. 

Antes de irme, intento averiguar qué piensa Kilian al respecto. «¿Cuánto tiempo tienes?», se ríe. La sala está tranquila, y aprovecha para contarme que desde la mayoría de edad ha ido dando tumbos de un negocio a otro. Antes de la veintena era crupier en el Costa Meloneras y estuvo una temporada viviendo en Inglaterra, a la vez que compaginaba sus estudios en Sociología en Madrid. Le quedan algunas asignaturas, y tiene una amplia visión de un sector donde se acumula el grueso del empleo precario de la comunidad. «Un sociólogo es un buen camarero», resalta, «este sector está bastante olvidado y hay partidos que sí intentan darle derechos y reconocimiento, porque esto no ocurre en Londres, ¿qué es eso del horario partido, a día de hoy es necesario?». Los hoteleros priman la cantidad antes que la calidad, afirma contundente: el primer trimestre de 2023 batió los récords de ocupación con más de 3 millones de visitantes. «Yo estoy contento aquí, pero sé de otros sitios donde las condiciones son tan desfavorables que no te permiten construir una carrera o un proyecto de futuro con tanta precariedad, cuando tenemos calidad suficiente para distinguirnos».

¿En qué nos queremos distinguir? ¿Oferta, atractivo medioambiental, ocio, cultura o… Sol y playa, otra vez? Como un enjambre, la entrada del hotel se llena de jóvenes que pululan de un lado a otro, y reconozco el rostro de quien hace apenas unos días se erigía frente a la sala del Auditorio Alfredo Kraus entre los timbales. La percusionista Gema Vega. Todavía no la conocen, pero la Joven Orquesta de Canarias es solo el primer paso de una trayectoria musical que está despegando. «Si no cuidamos las islas, nadie lo hará, y creo que la política en estos años se ha centrado en destruirlas». Hitos como la paralización del macromuelle de Agaete, las obras de Cuna del Alma o el grito contra las prospecciones petrolíferas hicieron creer que la protesta ciudadana servía como altavoz hacia la clase gobernante, pero rápido se prende la mecha: «Nada más entrar a los aeropuertos hay un anuncio de Idealista que dice que compres propiedades en las islas en inglés… ¡Ese anuncio no está dirigido hacia mí! Tenemos la compra más cara de españa y los sueldos más precarios con los alquileres a 800 euros. ¿Cómo puede estar la gente sentada, tan tranquila?». Aparto la vista. No sé qué decirle.   

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