Mogán

Kaz, el taxista grafitero que pinta Mogán

Carlos Hernández, alias Kaz, es autor de los murales que lucen en las paredes del barranco de Pino Seco en Arguineguín y elabora las imágenes del túnel de la GC-500

Carlos Hernández (Kaz) decora con grafitis los pasos subterráneos en Arguineguín

Juan Castro

Carlos Hernández (Mogán, 1988) se inició en el mundo del grafiti con apenas 15 años y durante dos décadas ha cultivado una pasión que comenzó en paredes abandonadas en los barrancos. Veinte años después es uno de los artistas contratados por el Ayuntamiento de Mogán para embellecer distintos espacios públicos con grandes murales vinculados a la cultura marinera, característica de la localidad.

Reconoce que en sus inicios como grafitero, hace ya dos décadas, «no era muy bueno» con sus obras y se marchaba a lugares retirados como barrancos o espacios abandonados para estampar sus creaciones, pero hoy la situación se ha dado la vuelta y ya no solo no se esconde sino que sus ilustraciones lucen en los lugares más destacados de Mogán. El grafitero Carlos Hernández, alias Kaz, es el autor de cuatro grandes conjuntos de murales que embellecen los espacios más destacados del municipio, desde el barranco de Pino Seco, donde recientemente el Consistorio inauguró dos grandes imágenes, hasta el nuevo paso subterráneo de la GC-500, donde el artista está en plena elaboración de un gran mural vinculado a la cultura marinera, característica de la localidad.

Carlos tiene 35 años, es natural de Arguineguín, desde hace seis años se dedica al sector del taxi y sus trabajos en el mundo del grafiti son «esporádicos». Aunque lleva ya 20 años vinculado a este arte, pues empezó a darle al spray cuando apenas era un adolescente. «Comencé como una inquietud que tenía de joven, con 15 años, a unos les da por rapear, a otros por el surf o el skate, y a mi me dio por el grafiti», relata.

Sus primeros dibujos eran letras o palabras que realizaba en «paredes hechas polvo pero con vistosidad» en los barrancos y siempre ha huido de los entornos urbanos. «Por definición, el grafiti es ilegal», señala, «pero no es lo mismo hacerlo en una pared en un lugar abandonado que en medio de una fachada en Arguineguín». A Carlos le apasionada la imagen «vandálica» que se asocia a este tipo de artistas «como a todo grafitero, porque esa es la esencia del grafiti», aunque reconoce que a él siempre le ha gustado tener «un perfil bajo» y «no tener muchos problemas».

Pero aquella vertiente vandálica ahora la ha transformado en arte urbano, un arte que ha sido valorado por el Ayuntamiento de Mogán, que lo ha contratado para la creación de murales de gran formato que contribuyen a embellecer distintas zonas del municipio y que aportan un valor añadido a infraestructuras previamente rehabilitadas o construidas por la Administración.

Carlos ha optado por mantener siempre un «perfil bajo» como grafitero para «no tener problemas»

Hace unos días, el Consistorio inauguró dos grandes murales ubicados bajo uno de los puentes del barranco de Pino Seco. Allí, a ambos lados del paseo peatonal que discurre junto al canal, Carlos ha reproducido la imagen de una gran tortuga y tres atunes. Las ilustraciones son de una dimensión de 8x2,5 metros y están inspiradas en la cultura marinera en homenaje a los orígenes de este barrio. Ha tardado unos 10 días en completar la obra, pero antes, de la mano de una empresa de pintura, desarrolló un trabajo de saneamiento de la pared para poder dibujar sin problemas.

Un hombre camina por el paso subterráneo de Arguineguín junto a uno de los murales.

Un hombre camina por el paso subterráneo de Arguineguín junto a uno de los murales. / Juan Castro

Una vez terminados estos dos grafitis, Carlos se encuentra embarcado en su próximo proyecto, también encargado por el Ayuntamiento de Mogán: se trata de otro gran mural que dará vida a las paredes del paso subterráneo de la carretera GC-500 en Arguineguín, abierto al público el pasado mes de diciembre. En este caso el túnel acoge a lo largo de su recorrido un gran mosaico de colores sobre azulados, verdosos y anaranjados sobre un fondo blanco en el que se intercalan pequeñas piezas realistas que aluden a un pasado y presente de la localidad que vive mirando al mar. Carlos ha dibujado ya las manos de un marinero tejiendo una red de pesca y una gaviota y ahora está en pleno desarrollo de un barco pesquero y de una tortuga. Estas piezas tienen un formato de 3x2 metros.

El artista encuadra todas estas imágenes en el movimiento realista, pues parten de una fotografía que él intenta reproducir lo máximo posible. «Conseguir que sea 100% real es muy difícil», sostiene el grafitero, quien se adentró hace poco tiempo en el mundo del realismo, pues hasta entonces pintaba cómic y no imágenes al detalle.

«Me gusta ver las zonas bonitas, y si los murales están elaborados por mi pues mejor todavía»

Las obras de Carlos se reparten también por otros espacios del municipio, como la escalera de la playa de Patalavaca, que luce un gran mural que hace alusión al «cálido paraíso» y destino turístico moganero, y la fachada de las escuelas artísticas municipales, en el casco de Mogán.

El artista reconoce que está satisfecho con su trabajo y con que sus obras puedan verse en los espacios públicos del municipio, aunque huye del término “orgullo”. “Me gusta ver las zonas bonitas y si está hecho por mi, pues mejor todavía”, señala, al tiempo que recuerda que hay otros autores como Sabotaje al Montaje que tienen murales en la localidad. “Me llena igual que si lo hubiese hecho yo, porque me gusta ver ante en la calle, y si hubiera aún más sería maravilloso”.

Suscríbete para seguir leyendo