Historia

Un cazatesoros en busca de historias en Las Palmas de Gran Canaria

El escritor Eduardo Reguera recoge en su nuevo libro la esencia y curiosidades de las reliquias, manuscritos y rarezas que colecciona desde hace una década

El libro 'Cuentas corrientes', una de las reliquias que recoge el nuevo libro de Eduardo Reguera.

El libro 'Cuentas corrientes', una de las reliquias que recoge el nuevo libro de Eduardo Reguera. / Eduardo Reguera

Teñir de negro un caballo castaño no era ningún impedimento en 1826, el raro y viejo libro Cuentas corrientes pormenoriza la labor de forma muy intuitiva: «Habiendo hecho hervir partes iguales de cal y de litargirio en agua, se tomará la nata, o película que se forma en la superficie y se frotará el caballo. Si esta frotación se hace por la noche, a la mañana tendría el pelo negro». Esta y otras curiosidades están recogidas en el nuevo libro de Eduardo Reguera, Hallazgos de un cazatesoros en Las Palmas de Gran Canaria. Manuscritos, reliquias y otras rarezas que el autor ha ido encontrando durante la última década se dan cita entre las páginas para contar «pequeñas historias» de la ciudad. 

Los anticuarios, explica Reguera, se pueden contar con los dedos de las manos, por lo que el escritor visita garajes, librerías de segunda mano y todo tipo de escondrijos para encontrar los objetos más insólitos. «Hay objetos tan insignificantes como una tarjeta del director de la Elder Dempster, Louis R. Pavillard, que es una tarjeta de visita que encontré en un cajón en una tienda de segunda mano y me llamó la atención, pero fíjate, es un cartoncito de nada y encierra una historia detrás muy interesante, porque fue director de la Elder Dempster, pero además había participado en la Segunda Guerra Mundial», explica.

El cuaderno de bitácora del bergantín goleta Joven Antonio, que aparece en el libro 'Hallazgos de un cazatesoros en Las Palmas de Gran Canaria'.

El cuaderno de bitácora del bergantín goleta Joven Antonio, que aparece en el libro 'Hallazgos de un cazatesoros en Las Palmas de Gran Canaria'. / Eduardo Reguera

Entre los objetos más significativos se encuentra el cuaderno de bitácora del famoso bergantín goleta Joven Antonio, construido en 1843 en La Palma y hundido en 1930, año en el que ostentó ser el velero más longevo de la Marina Española. En un principio se llamaba el Joven Temerario, pero tras la muerte del hijo del capitán cambiaron el nombre en su honor. «Yo quería encontrar una fotografía de ese barco y estuve buscando en archivos, pero lo dejé ahí, pasó el tiempo y un día buscando en un sitio encontré la foto del barco que aparece en el libro, entonces me dio una corazonada y al escanear la foto, en la bandera pude leer Joven Antonio», explica.

El bergantín goleta Joven Antonio.

El bergantín goleta Joven Antonio. / Eduardo Reguera

Las pequeñas perlas de texto sirven para ahondar en una historia mayor y sobre todo picar la curiosidad de los lectores. «Me da otra perspectiva sobre nuestros antepasados y cómo hemos ido evolucionando», afirma. «Es verdad que no todo tiempo pasado fue mejor, pero la ciudad ha perdido mucho encanto, por el camino se han perdido muchos edificios y comercios tradicionales porque nos queremos parecer más a otras ciudades europeas con las franquicias y se va perdiendo la esencia», lamenta.

De entre todas las reliquias que ha conseguido la que le parece más sorprendente es una rara medalla de plata acuñada en 1599 de Van der Does. Fue un jetón (una moneda sin valor) acuñado por Países Bajos para conmemorar la gesta de la batalla más señalada de la capital grancanaria. «En plata solo se conservan tres ejemplares; uno lo tengo yo, otro está en el Museo Marítimo de Greenwich, y el otro en un museo de historia de Holanda», destaca. «Van der Does tuvo que salir pitando de aquí, fue un fracaso la expedición, pero ese jetón acuñado ese mismo año lo presentaba como un héroe, como si hubiera sido un éxito la batalla, era una pieza de propaganda, digamos», hace hincapié el autor.

Imagen de Eduardo Reguera.

Imagen de Eduardo Reguera. / Alberto Suarez

El escritor no ha contabilizado la cantidad de reliquias que guarda, desde viejos libros, imágenes, restos de naufragios o monedas. Para desvelar la historia que guardan estos objetos Reguera pasa horas como un ratón de biblioteca escudriñando las enciclopedias, libros y hemeroteca de la época para conseguir la información necesaria. Es lo que más disfruta el autor, pero también la tarea a la que más tiempo dedica. «Un artículo de 800 palabras que se lee en tres minutos me ha llevado horas porque, claro, toda esa información hay que localizarla», explica.

No es una tarea sencilla, Reguera tuvo que aprender a moverse en el mundo de las hemerotecas y los libros con caligrafías difíciles o desdibujadas por el paso de los años. «Hubo un momento en mi vida que me marcó muchísimo, fue cuando estaba en quinto de EGB, mi profesor nos mandó un trabajo y los que no teníamos enciclopedia podíamos ir a la biblioteca del Museo Canario. El lugar me fascinó, me causó una impresión tremenda esa biblioteca con ese olor a libros antiguos, se me quedó marcado», recuerda.

Reguera trabaja entre el polvo de lo que muchas personas consideran basura, pero el autor sabe que son reliquias. Algunas, con sorpresa, como el Manual de los confesores, donde los religiosos podían consultar cómo ofrecer el perdón a sus feligreses, pero entre las páginas de este libro descansaba en su interior una pistola. «El mismo cura se tomaba la justicia por su mano», bromea el autor. 

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