Gilberto Rosa el profesor prendado por La Isleta

Gilberto Rosa deja consigo una herencia incalculable

Su trabajo y buen hacer transmitieron a sus alumnos el amor hacia Gran Bretaña y el eterno respeto a su barrio

Fotografía del antiguo profesor del IES La Isleta, Gilberto Rosa

Fotografía del antiguo profesor del IES La Isleta, Gilberto Rosa / lp/dlp

La comunidad educativa de La Isleta sufre la pérdida de Gilberto Rosa (Las Palmas de Gran Canaria, 1949), también conocido como Gilberto el Maestro sobrenombre con el que era más conocido por sus vecinos isleteros, por su labor realizada en el IES La Isleta durante 35 años. El próximo día 19 de julio se cumplirá un mes de su fallecimiento a causa de una grave enfermedad con la que lidiaba desde hace varios años. Un grancanario enamorado de Gran Bretaña y la formalidad presente en las costumbres inglesas. Gran entusiasta de la enseñanza, admirado por llevar la empatía como bandera tanto dentro como fuera del aula y movido por unas fuertes convicciones personales, contagió a todo aquel que le rodeaba en su pasión por la lengua anglosajona.

Una persona creativa, defensor acérrimo de la docencia, solidario y dedicado en sus labores con la parroquia de Nuestra Señora de la Luz. Por sus pupitres pasaron todo tipo de alumnos a los que trató con la empatía y paciencia propias de un padre. Ellos eran astillas de la misma madera de la que él estaba hecho, gente de barrio. Su amigo y compañero de profesión, Manuel Wood, lo define como la "encarnación de la humanidad personificada" y lo recordará para siempre como una persona sonriente, que afrontaba las adversidades de la vida con un humor que le venía configurado de fábrica. De su vida laboral, destacan su dedicación profesional como docente y el amplio servicio ejercido como profesor de lengua extranjera desde el 1 de octubre de 1979 hasta el 30 de junio de 2009 en el IES La Isleta.

En una entrevista para LA PROVINCIA publicada en el 2013, Rosa recuerda con añoranza su periodo como estudiante en la Universidad de La Laguna, especialmente cuando en su tiempo libre regresaba a su tierra y observaba cómo la vecindad se reunía "para reivindicar que el barrio tuviera un centro propio de bachillerato". Esta fue la semilla de una lucha cultural que culminaría en el 73, justo cuando el recién titulado maestro comienza a ejercer como profesor de inglés en la sección delegada del Isabel de España en la Isleta, lo que sería la mitad del CEIP Galicia. El éxito de matrícula por parte del nuevo alumnado, planteó la necesidad de trasladarse en 1975 a un espacio mayor como lo era el colegio León y Castillo, para así poder absorber a toda la demanda de jóvenes estudiantes del barrio. Poco a poco, el original Galicia pasó a ser el esqueje del que nació más tarde el IES la Isleta, también conocido como 'El Lechuga'.

Trabajar como docente reafirma a Gilberto Rosa en su amor por el inglés y le da el aliento necesario para presentarse a las oposiciones de Agregado en 1978, de las que obtuvo plaza en el Instituto Pedro Antonio de Alarcón en el municipio de Guadix (Granada). Allí residió por el corto periodo de un año, pero el tiempo le bastó para conocer en su entorno laboral a la que sería el amor de su vida, la granadina María Luisa Caballero López. Desde entonces, su destino quedó para siempre atado inevitablemente a la comunidad autónoma de Andalucía de la que tanto disfrutaba durante el verano con un sinfín de paseos mañaneros por las calles de la ciudad de Granada.

Un legado atemporal

Con el regreso a su ciudad natal contrae matrimonio con Caballero en 1981, unión de la que nacerán sus tres hijos Sergio, Jorge y Miriam, quienes heredaron las mismas pasiones isleteras de su padre. Tanto el hijo mayor Sergio, como la hija menor Miriam se empaparon del legado de sus padres, y en la actualidad ejercen como profesores. El hermano mediano, Jorge, adquirió de su padre la facilidad para empaparse de los idiomas.No fue lo único que heredaron de su progenitor, los hijos se convirtieron en devotos de la Virgen de la Luz y la Virgen del Carmen. La familia guardará para siempre la imagen de las alfombras de serrín de las procesiones, así como todas las tardes que su progenitor dedicó a 'El Lechuga', bien sea pintando murales, organizando festividades tradicionales inglesas o canarias a las que dedicaba incluso días de vacaciones si la situación así lo requería.

Los seres queridos más cercanos a Gilberto Rosa rememorarán en su memoria al isletero cuidando de las plantas que cultivaba en su vivienda de Teror, o finiquitando con paciencia y esmero las manualidades más complejas que el lector pueda imaginar, algunas de ellas barcos, iglesias románicas o balcones canarios. Su legado perdurará eternamente en todos aquellos que le conocieron, y en una trayectoria profesional exquisita de la que formó parte como actor indiscutible dentro del proceso de expansión educativa que sufrió el barrio de La Isleta. En palabras de Sergio, "su sencillez regaló a los que le conocieron la profundidad del misterio del amor y de la vida".

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