Comercios históricos de Las Palmas de Gran Canaria

Nuevos aires en la peluquería Facaro

Hace dos meses el exfutbolista de la UD Las Palmas Paco Castellano se jubila y deja el testigo del negocio a tres empleadas que llevan tres décadas cortando el pelo 

De izquierda a derecha Isabel Peña Santana, María Yoana Cabrera y María Esther Ramírez García, las dueñas de la peluquería.

De izquierda a derecha Isabel Peña Santana, María Yoana Cabrera y María Esther Ramírez García, las dueñas de la peluquería. / José Pérez Curbelo

Isabel Peña Santana, María Esther Ramírez García y María Yoana Cabrera Rojas son desde hace dos meses las dueñas de la peluquería Facaro, que lleva cinco décadas confeccionando el peinado de los caballeros palmenses. Ubicada en la calle Cayetano de Lugo, a pesar del traspaso del negocio, el ambiente sigue siendo el mismo que hace años. Las propietarias llevan trabajando tres décadas en el lugar, por lo que los clientes poco han notado. La peluquería fue creada por el exfutbolista de la UD Las Palmas, Paco Castellano, hace medio siglo, pero hace unos meses tras su jubilación decidió dejar la empresa a las empleadas, que llevan toda la vida cortando y peinando. 

La decisión de incorporar a tres mujeres en plantilla en una peluquería de caballeros no fue de agrado para todos los clientes al principio. En aquella época no era usual que las mujeres se encargaran del corte de caballeros. «Nosotras tuvimos que vivir el momento en el que venían los clientes y les decían que pasaran con la señorita y no querían, decían que preferían esperar», asegura Peña. Las tres estudiaron Peluquería, y explican que durante la formación tampoco era habitual que en el temario profundizaran en el corte de caballero, ya que se centraban en el peinado, tinte y mechas, que suelen ser técnicas más utilizadas en las peluquerías de señora, por lo que tuvieron que perfeccionar con la práctica. 

Un día de trabajo en Facaro.

Un día de trabajo en Facaro. / José Pérez Curbelo

Al principio solo estaban contratadas para el lavado del pelo, la cera, limpieza de cutis, manicura o la limpieza del local después del pelado. Pero poco a poco fueron adquiriendo más responsabilidad. «Creo que nuestro jefe fue inteligente porque al contratar mujeres conseguía un perfil más completo, ya que te pueden hacer desde una cera hasta un corte clásico», destaca Ramírez. «También son las ganas de querer aprender, no solo quedarte sentada haciendo manicuras, sino en mi caso yo quería cortar el pelo porque era una cosa que me llamaba, que me gustaba, y siempre intentaba aprender para que me fueran metiendo poco a poco y así fue, peiné aquí, peiné a este señor un poco y así me dijeron que pelara a ese niño, y así seguí», añade.

Aprender a ser empresarias

El nuevo cargo como responsables no las toma por sorpresa, ya que después de tantos años detallan que siempre han sido «personas responsables a la hora de llevar la gestión de cara al cliente». «La gente dice, ¡ah! eres una empresaria, pero en realidad estamos aprendiendo a serlo», apunta Peña.

Las propietarias aseguran que no van a hacer grandes cambios en el local, que cuenta con reliquias como los mismos sillones o tocadores desde el primer día que abrió la peluquería allá por 1973. «Aunque algunos clientes han notado la mano femenina», afirma Ramírez. Tampoco cambiarán la forma de pelar y peinar, seguirán con tijera y peine como se ha hecho toda la vida. «También sabemos usar la máquina y hacer degradados, pero es cierto que faltan sitios donde sigan pelando de la forma clásica porque no saben», refleja Peña.

Las especialistas en cabello y estética explican que ahora «los hombres se cuidan más». «Lo que era antes solamente cortar y afeitar, ahora se ha expandido. El hombre está más puesto al tema de la estética de estar bien y antes no era tanto, aunque los hombres estaban acostumbrados a venir a lo mejor varias veces a la semana a afeitarse y leía el periódico durante un rato, hoy vienen más a lo que vienen, vienen a arreglarse y con horas reservadas, y se hacen de todo, la verdad, se preocupan por su estética mucho más que antes», detallan.

«Yo he cortado el pelo a tres generaciones, al abuelo, al hijo y al nieto», asegura Peña. Después de 50 años, los sillones de la peluquería han escuchado cientos de historias. «Al cliente le gusta la estabilidad, saber que puede ir a sus sitios de siempre, ya sea una gasolinera o la peluquería», destaca Cabrera. Además de la estabilidad tan deseada por los clientes, Peña, Ramírez y Cabrera han conseguido el cariño y el reconocimiento de sus clientes, que cada vez con más frecuencia no faltan a la cita para acicalarse.

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