Ocio nocturno | Medidas drásticas

Cómo acabar con el ocio nocturno ladrillo a ladrillo

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, regido entonces por José Manuel Soria, emprendió hace 25 años una campaña para clausurar bares y pubs levantando tapias en sus fachadas

Tapia frente a la fachada del bar Mónaco en 1999.

Tapia frente a la fachada del bar Mónaco en 1999. / LP/DLP

José A. Neketan

José A. Neketan

Las Palmas de Gran Canaria disfrutaba hace 25 años de una oferta nocturna que nada tenía que envidiar a las grandes ciudades. Hasta que comenzó una campaña municipal para cerrar los locales

Hubo un tiempo en Las Palmas de Gran Canaria que la oferta de ocio nocturno nada tenía que envidiar a otras grandes ciudades peninsulares. Rockeros, punkis, hippies, rockabillys y gente disfrutona de buen vivir compartían pubs, bares y discotecas, con música de diferentes estilos, en intensas noches, hasta que las últimas personas despegaban los codos de las barras de los locales y decidían que ya hora de marchar. A la salida, el sol castigaba sus ojos mientras ponían rumbo a sus casas.

El Gas, el López, el Destilería, La Buena Vida, el pub La Calle, el Toca Toca, Utopía, Miau y Mogambo, son algunos de los nombres propios de la oferta de ocio nocturno que han quedado en la memoria de una generación que vivió esa época de la noche capitalina.

Hasta que alguien decidió que «a partir de cierta hora habrá que irse a descansar». La frase era de Rosa Rodríguez, una de las concejalas del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, que regía en ese momento José Manuel Soria (PP), y que también tenía como ediles a Juan José Cardona, en Urbanismo, y a Cristina Reyes, en el área de Gobernación. A partir de ahí comenzó una campaña para desmantelar la noche en la capital

Tapias en locales

El método, tapiar la puerta de diferentes locales de pequeños empresarios como prueba de que las pocas advertencias previas iban en serio. LA PROVINCIA, en su edición del domingo 10 de octubre de 1999, titulaba «El Ayuntamiento cumple su amenaza y la Policía Local tapia varios locales ruidosos», con el añadido «Los agentes no utilizaron el precinto, sino cemento y ladrillos, para impedir que los establecimientos pudieran abrir». Los bares Mónaco, Tempus, Tequila, Naomi, Ness y Ricos y Bellas son algunos de los locales que vieron cómo sus fachadas des desdibujaban con el color gris de los bloques y el cemento. 

Los empresarios de esa época se refieren a la capital como «una ciudad muy divertida y con una amplia oferta»

Después de las tapias y los precintos, una auténtica persecución policial a los locales y su clientela, con desalojos exprés continuaban con la cruzada contra el ocio nocturno de la zona de El Puerto

Los motivos que se argumentaban desde el Consistorio eran el incumplimiento de los horarios, el ruido y el derecho al descanso de la vecindad de la zona. Los empresarios de la noche comenzaron a movilizarse dispuestos a colaborar con el Ayuntamiento para mantener sus negocios abiertos, pero constantemente chocaban contra un muro administrativo que no estaba dispuesto a aflojar en su decisión y un argumentario que no convencía a nadie. 

La Federación Empresarial Canaria de Ocio y Restaurantes (FECAO) defendió en ese momento que los locales cumplían la normativa. Jaime Bouzón, su presidente en esa época, aseguró el 12 de octubre de 1999 que «nunca había visto una acción tan drástica como esta, ni en la capital ni en otro lugar de Europa».

«Toque de queda»

Rafael Sagrado, que en ese momento regentaba el Otto, fue uno de los testigos de aquel tiempo. Recuerda cómo el Ayuntamiento le tapió su local. «Los horarios en la capital no se habían aplicado nunca. La gente en esa época salía muy tarde y nosotros teníamos abierto hasta que la clientela se iba, y nunca había problemas. Hasta que empezó este toque de queda», y señala como uno de los motivos que José Manuel Soria quisiera en esa época favorecer a ciertos empresarios potentes de la noche de su entorno de amistades.

«Toda aquella persecusión política y policial solo sirvió para acabar con el ocio nocturno en el Puerto»

«Aquí lo único que se atacó fue al pequeño y mediano empresario para desmantelar todo», apunta Sagrado, que asegura que después de todo eso, y aunque la justicia les diera la razón al poco tiempo para quitar los muros que escondían sus locales, «ya nada fue lo mismo. Pasamos de ser una de las ciudades más divertidas de España a ser la más aburrida. Ahí se apagó la ciudad.

Pepe Gil, dueño del Destilería, coincide con el argumentario de Rafael Sagrado, en el sentido de que toda aquella campaña de acoso y derribo iba dirigida a beneficiar a los grandes empresarios de la noche capitalina de aquel momento. «Había intereses creados», asegura, y añade que el nuevo horario que les querían imponer no hacía caja para afrontar las inversiones que se hacían en su local, al igual que el resto.

"Autoritarismo" de la administración

Juan Salán, dueño del mítico pub La Calle que ofrecía conciertos en directo de artistas locales, nacionales e internacionales, también vivió lo mejor y lo peor de esa época. «Lo que pasó nos dejó a todos un poco en shock. Recuerdo que a mí no me llegaron a tapiar, pero sí me precintaron el local varias veces y con toda la razón del mundo. Cuando alguien te precinta un local, seguramente tiene todas las razones administrativas del mundo, pero no es el cierre, es cómo lo hicieron, con los bloques y el cemento. Eso demostraba un autoritarismo por parte de la administración», afirma el empresario y productor. 

Salán subraya que fue «un caso único de nuestra ciudad y fue un poco el declive de la noche, de nuestra ciudad tal y como la conocíamos hasta esa época».

Gas, López, La Buena Vida, Destilería, Toca Toca, La Calle eran algunos locales de la noche capitalina

Los tres empresarios de esa época en la capital grancanaria recuerdan que la ciudad «era muy divertida, abierta, cosmopolita, que la gente iba a los locales porque eran sitios muy divertidos y formaban parte de ese tejido turístico que tenía la ciudad, además la gente se movía entre locales y todos eran diferentes pero el personal se lo pasaba muy bien». 

Ciudad "revoltosa"

El actor Luifer Rodríguez también entró en esa época en el mundo del ocio nocturno, junto con la actriz Mari Carmen Sánchez. Su local era La Mala Vida. Recuerda que cuando comenzaron a tapiar los bares y pubs, ellos mismos tapiaron media entrada «y la clientela tenía que saltar el pequeño muro para entrar, un poco por llamar la atención sobre lo que estaba pasando en la ciudad». Anécdotas de esa época conserva muchas. Su local tenía por lema ‘Siempre de coña’. Confiesa que uno de los motivos por lo que abrieron el bar era para sacar fondos que le costearan sus producciones escénicas. «Había una concejala que decía que teníamos que irnos a dormir a la cuatro de la mañana, y montamos una movida con la frase ‘A dormir, ni de coña’ y la clientela venía en pijama».

El actor se refiere a la capital en esa época como una ciudad «revoltosa. Ibas de un sitio a otro y cambiaba el ambiente y la gente, era todo muy divertido». Sobre el desmantelamiento asegura que «la táctica que empleó el PP en aquel momento fue algo muy bestia, que fue incluso recurrido».

Ladrillos derribados en el bar Castilla tras el levantamiento del precinto.

Ladrillos derribados en el bar Castilla tras el levantamiento del precinto. / LP/DLP

Entre todo ese ambiente, hasta la clientela de los locales se organizó, indignada por todo lo que estaba sucediendo, llegándose a organizar en torno a una Comisión de Clientes de Bares de Copas. 

Nuevos hábitos

Todos ellos también reconocen que los tiempos y los hábitos de esta nueva generación que sale de noche han cambiado. «Ahora los locales son todos iguales y ponen todos la misma música. Hay muy pocos que pongan rock u otras músicas o que se diferencien de la oferta».

Rafael Sagrado, regente en esa época del Otto, vio cómo el Ayuntamiento tapiaba su local con bloques

Afirman que toda aquella persecución solo sirvió para acabar con el ocio nocturno de la zona del Puerto. Que nunca se aplicó, ni actualmente se hace, el horario turístico que demandaban y que les permitía mantener sus locales abiertos hasta la madrugada. Que sufrieron una persecución brutal por parte del Ayuntamiento y algunos concejales y concejalas que solo ponían trabas a la búsqueda de soluciones comunes. Que tampoco se hizo realidad aquellos proyectos de nuevos espacios para sacar el ocio de la zona del Puerto, y cuando se hizo fue para beneficiar a los empresarios de siempre. 

Ahora, después de 25 años, el derecho al descanso de la ciudadanía sigue siendo moneda de cambio. Igual se duerme más, pero con menos calidad en el sueño.

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