Ida y vuelta

Palabras más allá del odio

Una sanitaria del Hospital Clínic de Barcelona atiende a un enfermo durante la pandemia de covid-19.

Una sanitaria del Hospital Clínic de Barcelona atiende a un enfermo durante la pandemia de covid-19. / Manu Mitru

Luis León Barreto

Luis León Barreto

Para no tener que escribir sobre la guerra y las actitudes de las víctimas del ayer (1939-1945), ahora con tendencia a convertirse en victimarios que por todos los medios han de aplastar al enemigo con el que en vez de combatir tendrían que compartir el territorio, prefiero hablar de espacios culturales y de reuniones de escritores, de gente de la cultura, mujeres y hombres de este territorio que encuentran en la escritura un medio de sanación y de encuentro consigo mismos. Porque, en definitiva, la literatura es un ejercicio de humanismo.

Aprecio que hace un tiempo eran Telde, Agüimes, Ingenio, es decir los ayuntamientos del sur, quienes cubrían más convocatorias. Y últimamente es el noroeste donde se celebran más actividades, desde Arucas hasta Agaete pasando por Guía y Gáldar. En estos dos últimos municipios es palpable el esfuerzo de Isa Guerra y de Josefa Molina por emprender convocatorias, ferias del libro, reuniones en las que hablan los letraheridos. Una de las últimas ocasiones fue un encuentro en el mercado de Gáldar, con presencia del concejal de Cultura. Sin olvidar, por supuesto, a lo que sucede en la cumbre gracias a Manuel Díaz, el panadero de Juncalillo, quien a finales de junio convoca una semana intensa de actividades con mesas redondas, recitales, encuentros que cuentan incluso con invitados de fuera de la isla. Tres premios Canarias han sido asistentes a estas actividades: Ángel Sánchez, Cecilia Domínguez y Elsa López.

Desde la pandemia han proliferado en las islas las asociaciones de escritores, sobre todo poetas, que son convocados con cierta regularidad para que den a conocer sus últimos trabajos. Los grupos que asisten suelen ser reducidos, unas 20 o 30 personas, cifra que suele ser también la habitual cuando hay alguna presentación de un nuevo libro. Hay una cierta desmovilización, pero también se debe a la proliferación de actos, ya que en una misma tarde pueden coincidir a la misma hora tres y cuatro convocatorias diferentes, esto se observa sobre todo en los fines de semana.

Mucha gente quiere escribir, y eso está muy bien. Como hemos dicho en otras ocasiones, está claro que la escritura se ha democratizado y por ello se generan grupos de jóvenes creadores, particularmente de sexo femenino, y sobre todo en poesía. Hoy en día es mucho más fácil y sobre todo más barato llegar a una autoedición.

La literatura se revela como un proyecto de pacificación. Paz entre las palabras y los gestos. Así habría que entender lo que ha escrito un gran escritor de Israel, David Grossman. «La situación en Israel es desesperante, nos hace cada vez más xenófobos, nos aterra y nos vuelve herméticos y fanáticos». En sus artículos en la prensa dejó estas reflexiones en los trágicos días en que Hamás e Israel extremaron su odio. «Los últimos días han demostrado que es imposible empezar a sanar la tragedia de Oriente Medio sin ofrecer una solución que alivie el sufrimiento de los palestinos.»

Desde hace mucho tiempo hombre ha encontrado en la escritura un modo de sanación personal. Comenzó a escribir en circunstancias personales muy complicadas, para aplacar estados de ansiedad y desesperación. Luego, con el paso de los años, se ha dado cuenta perfectamente del drama que sucede en su país: la falta de aceptación de la otra parte, de ese pueblo palestino derrotado por los asentamientos ilegales, recluido en una franja estrecha e insalubre del territorio del que disfrutaron hasta 1948.

Es una obviedad afirmar que no todos los palestinos son partidarios del terrorismo que predica Hamás. Es otra obviedad afirmar que las actuaciones de los Estados deben acogerse a las leyes internacionales, es decir: a tratados que han surgido después de grandes catástrofes. Los israelíes son un pueblo antiguo y sabio, pero sus dirigentes siguen siendo incapaces de cumplir con la normativa aconsejada desde hace décadas: hay que compartir el territorio, porque el palestino no es un terrorista.

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