Opinión | Mirando despacio

Semejanzas y diferencias

El Observatorio Contra la Homofobia reclama que la justicia trate el asesinato de la trans Sandra como un feminicidio.

El Observatorio Contra la Homofobia reclama que la justicia trate el asesinato de la trans Sandra como un feminicidio.

Recuerdo que desde muy pequeñita la profesora nos ofrecía láminas para buscar las diferencias; se trataba de comparar dos dibujos con decenas de detalles y encontrar lo diferente. Más tarde me hicieron caer en la cuenta que, además de un juego, resultaba un ejercicio excelente para favorecer la atención. Hoy en día, seguimos trabajando la «atención” fijándonos en lo que nos diferencia de los otros. Insistimos en desarrollar una mirada crítica ante todo aquel que no se nos parece, ante todo comportamiento ajeno que nos saca de nuestra zona de confort.

El pasado 17 de mayo se celebró el Día Internacional contra la homofobia, transfobia y bifobia. Atónita de que aún exista un día para defender la orientación o la identidad sexual de cada persona. Me aterra que aún subsistan patrones arcaicos en pleno S. XXI donde se supone que cada uno es libre para elegir su camino. La pregunta sería obvia: ¿en qué nos molesta para ser felices que haya personas homosexuales, bisexuales o transexuales? Puede que no haya respuesta ante tal cuestión o puede que no nos atrevamos a sumergirnos en el tema para no ahogarnos en nuestra propia oscuridad.

Se me ocurre intentar esclarecer el asunto. Me da la sensación de que no gustan las personas demasiado libres ya que es posible que muchos no se atrevan a identificar sus deseos de libertad. Me da la sensación de que la luz de las personas libres encandila a las que siguen presas en sus jaulas doradas. Siento que el brillo que proporciona la felicidad descoloca a algunas personas que no se arriesgan a mirar adentro y vislumbrar los obstáculos que les impiden vivir en paz.

Nada brilla más que una amistad genuina. Siempre he escuchado que los amigos son aquellas personas que te acompañan en los malos momentos, pero creo que esta frase popular merece un gran asterisco. En ningún lugar se concentran más personas que en un velatorio o en un funeral y no todos son amigos de los afligidos o de la persona fallecida. Es posible que los amigos sean aquellas personas capaces de mantenerse fieles en el tiempo cuando otra atraviesa un bache existencial. Quizá nos han educado para sacrificarnos y complacer al otro, con lo cual «ser amigo en los malos momentos» puede resultar hasta sencillo. De alguna manera nos coloca en un lugar de superioridad donde nos permitimos hasta ofrecer consejos gratuitos a la persona que sufre. Quizá lo más complicado se refiera a aplaudir el éxito del otro, a celebrar sus victorias como si fueran nuestras. Quizá el reto consista en apagar nuestra envidia, nuestro ego y alegrarnos de corazón porque nuestro amigo consigue hasta lo que nosotros no hemos podido lograr. Sin lugar a dudas no nos han educado para ello y, sin embargo, creo que es la base del amor; celebrar la luz de los demás. Maravilloso sería dejarnos iluminar por el fulgor que desprende aquel que atraviesa sus tinieblas y consigue vivir sus sueños.

A las familias y a los profes nos corresponde cambiar el paradigma establecido; quizá dejar de hablar de niños diferentes, de niños especiales. Todos somos diferentes y todos somos únicos. Sin embargo, en lo profundo todos somos iguales; buscamos amor, comprensión, cariño... Es el momento de dejar de buscar diferencias, de derrochar juicios, de señalar al otro por su apariencia, sus capacidades o aficiones. Momento de empezar a buscar semejanzas, de encender puentes, de empatizar para encontrar aquello que nos une. Momento de profundizar en el otro y aprender a relacionarnos desde nuestra esencia, de corazón a corazón.