Opinión | Canarismos

A falta de pan, buenas son las tortas

Este viejo refrán castellano, de uso común en las Islas, aconseja con buen criterio que es mejor conformarse con aquello que se tiene, cuando por las razones que fueran no se haya podido obtener algo mejor. La metáfora gastronómica por la que se transmite esta enseñanza se expresa a través de sendos alimentos, cuales son el pan y las tortas. El «pan» —se sabe— es un condumio confeccionado a base de harina, por lo común de trigo, agua y levadura, que viene cocido al horno para su consumo. Como alimento guarda una simbología más profunda, ya que junto a las semillas de trigo, los panes son símbolo de fertilidad, de perpetuación, de «multiplicación» y, por ende, de abundancia. Por su parte la «torta», en el español de Canarias, se le llama a la masa elaborada con raíces de helecho, tostada, molida y cocida al horno, que se comía en los años de gran escasez. En definitiva, se trata de una vianda que sirve de frugal alimento en épocas de carestía y, por tanto, viene asociado en el imaginario colectivo a la austeridad, frente al pan que es el sustento (cotidiano) relacionado, de sólito, con la satisfacción o la saciedad. Así se explica este símil que señala que «a falta de pan», es decir, cuando escasea este preciado alimento, «buenas son las tortas», se agadece aquello que se tiene a mano. Lo que en sentido figurado quiere decir que cuando no se puede obtener lo esperado, hay que conformarse con lo que nos toca («esto es lo que hay»).

El dicho parece estar impregnado de cierta actitud de resignación frente a una situación dada, pero, bien mirado, no deja de ser optimista ya que de nada vale «quedarse rasca(d)o» y lamentarse de lo que pudo ser y no fue, cuando la situación ya no tiene remedio. Como si nos encomendáramos a lo que el destino nos tiene reservado (porque «lo que está para uno, no hay Dios que se lo quite», dicho que nos sitúa supuestamente ante la infalible fuerza del fatum, rector de todo aquello que acontece en nuestras vidas). En definitiva, el decir sugiere —a niveles más sutiles— expresar gratitud por lo que se tiene o por la situación en la que nos encontramos, aun cuando pudiéramos estar mejor, pero «algo es algo» o, como dice otro dicho afín: «más vale poco que nada». Si bien podría diferenciarse esta expresión («más vale poco que nada») de la comentada («a falta de pan, buenas son las tortas»), ya que en aquella se habla de déficit (exigua cantidad), escasez frente a la ausencia total de algo; mientras que el refrán que nos ocupa hace referencia, en sentido más general, a la poca o mala calidad o cualidades de algo que se posee, independientemente de la cantidad.

El dicho se emplea comúnmente en formas dialógicas (o en una afirmación en sentido autorreferencial) como conclusión o respuesta para alentar a quien se lamenta (o infundir animo a sí mismo) por no haber obtenido lo esperado o deseado y que, sin embargo, recibe en su lugar una compensación distinta. En situaciones como esta, se puede escuchar: «A falta de pan, buenas son las tortas»… Y es que «el que no se consuela (es) porque no quiere».