Para gustos, banderas

El colectivo LGTBIQ+ ha ampliado su espacio para dar cabida a más identidades y orientaciones que luchan por la igualdad de derechos, una variedad que se ve reflejada en sus estandartes

Para gustos, banderas

Para gustos, banderas / C. S. Beltrán/M. Ayala

En las últimas décadas el ahora denominado colectivo LGTBIQ+ ha ido creciendo y ensanchando su espacio dando cabida a más identidades. El término comenzó como un simple LGB, para dejar atrás la idea de movimiento homosexual e incluir al resto de identidades de género y orientaciones sexuales diferentes a la heterosexual, que era, por determinadas ideologías e históricamente, la única legítima. Fue a comienzos de los noventa, cuando la lucha del colectivo ya llevaba más de dos décadas en auge, tras las revueltas del Stonewall Inn del 28 de junio de 1969.

Con el paso de los años la comunidad ha ido ganando en visibilidad, representación y, sobre todo, en derechos. El activismo de diferentes organizaciones y plataformas ha sido clave para derribar los muros que oprimen a un sector de la población muy amplio pero, por desgracia, todavía queda mucho camino por recorrer en la lucha por la aceptación de identidades de género y orientaciones no normativas. Porque no es lo mismo la la orientación sexual (quien nos atrae sexualmente, nos excita) que la identidad de género normativas (el sentido interior que uno tiene de ser hombre o mujer), muchos seres humanos no se identifican.

Esto es algo natural que ha estado invisibilizado, y en algunos casos perseguido, durante siglos. Aún hoy en día esa persecución sigue viva.

Historia de los símbolos

Ante esta miríada hay una bandera y unos colores que identifican a cada una de las orientaciones o identidades que acoge el colectivo LGTBIQ+. La primera enseña identificativa del colectivo, la del arcoíris más conocida creada por Gilbert Baker en 1978 para la Marcha del Orgullo LGBT+ de San Francisco. Para crearla se inspiró en la mítica canción Over the rainbow que interpretó Judy Garland en El mago de Oz. El estandarte original tenía ocho colores (incluía el rosa), y cada color se asociaba a un aspecto: el rosa, a la sexualidad; el rojo, a la vida; el naranja, a la salud; el amarillo, a la luz del sol; el verde, a la naturaleza; el turquesa, al arte; el azul, a la serenidad y el violeta, al espíritu. A finales de la década de los noventa, coincidiendo con la ampliación del colectivo, aparecieron nuevas banderas. En 1998 el artista Michael Page creó la enseña que representa la bisexualidad.

Esta tiene tres colores: el rosa, que representa la atracción por el mismo sexo; el azul, la atracción por el sexo contrario y el morado, que es la mezcla de los dos colores, por lo que simboliza la atracción por ambos sexos. Un año más tarde Mónica Helm creaba el estandarte trans, pero no fue hasta el 2000 cuando se usó por primera vez en una marcha del Orgullo, en Arizona (EE UU). En palabras de Helms: «Las rayas en la parte superior e inferior son de color azul, el color que tradicionalmente se utiliza para los chicos. Las rayas que están al lado son de color rosa, el color tradicional para las chicas. La raya del medio es de color blanco, para aquellas personas que nacieron intersexuales, que están en transición o consideran que tienen un género neutro o indefinido. El orden en que se ondee la bandera no importa, siempre es correcto».

La artista Emily Gwen diseñó en 2018 la insignia lésbica con el objetivo de abarcar todo el espectro de identidades, como lesbianas transexuales. Sus colores representan la disconformidad de género, la independencia, el sentimiento de comunidad, serenidad, amor y sexo y feminidad.

El resto de banderas, como las que represetan a los intersexuales, no binarios, asexuales o pansexuales, han surgido en lo que vamos de milenio para dar mayor visibilidad a esta parte del colectivo.

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